Aarón Carbajal ¡presente!
Aarón Carbajal tenía tan sólo 25 años de edad cuando murió, pero ya había dedicado 12 años a varios empleos de tiempo completo. Carbajal había llegado a los…
Aarón Carbajal tenía tan sólo 25 años de edad cuando murió, pero ya había dedicado 12 años a varios empleos de tiempo completo.
Carbajal había llegado a los Estados Unidos cuando era un niño de 13 años, despachado del norte de Honduras por una familia desesperada. Con cuatro hermanos menores, él sentía el peso de la responsabilidad de proveer para ellos a pesar de su propia juventud. Y así, al igual que miles de jóvenes centroamericanos cada año, se encontró en rumbo al norte.
"Conocí a Aarón cuando su profesor de álgebra de la escuela secundaria me lo encargó porque se dormía en clase", recuerda Olga Chernov-Gitin, que en esos días dirigía un programa de tutoría en la escuela secundaria en Filadelfia. "Pasé una semana en tutoría, tratando de explicarle álgebra en mi español de principiante , antes de enterarme por qué se estaba durmiendo en clase".
La razón: Carbajal trabajaba de noche como lavaplatos en un restaurante, un turno que comenzaba en la tarde y duraba hasta la una o dos de la mañana. Con este horario, se esforzaba por llegar a la escuela a tiempo, y las consecuencias recaían principalmente en el primer período de clase —álgebra.
Con tiempo, Chernov-Gitin se enteró más acerca de la situación del adolescente. Los adultos con quienes habitaba no lo alentaban. Ante el temor de que las circunstancias lo dejaran vulnerable a la explotación, Chernov-Gitin consultó con sus colegas, pidiendoles consejo.
Pasaron meses, y con el esfuerzo incansable por un pequeño ejército de abogados, finalmente a Carbajal se le concedió la condición especial de Inmigrante Juvenil. El estatus está diseñado para hacer frente a situaciones extraordinarias en las que los inmigrantes menores de edad llegan a los Estados Unidos totalmente sin apoyo familiar y sin tutela. A los jóvenes a quienes se le otorga el estatus se convierten en residentes legales permanentes, titulares de un "green card".
Un niño de carácter menos fuerte podría no haber navegado bien la cuerda floja legal. Por otra parte, un niño menos fuerte no podría haber hecho el peligroso viaje de 2.000 millas. Pero Carbajal era tenaz. "Aarón era increíblemente listo", recuerda Meredith Rapkin, la abogada que supervisó su caso. "Era una de las cosas que más disfrutaba en su carácter. Él estaba muy fundamentado en la realidad de su vida, pero también era increíblemente inteligente".
Risueño y bromista, Aarón sin embargo tenía una ética de trabajo feroz. Chernov-Gitin se esforzó por mantenerlo en la escuela, pero la presión implacable de ganarse la vida se impuso. "La vida de Aarón era de trabajo y más trabajo", dijo.
En esto, él no estaba fuera de la corriente de los demás migrantes que han llegado al norte en los últimos 20 años. Como periodista José Antonio Vargas le gusta decir, "Estamos aquí porque ustedes estaban allá".
En otras palabras, los paroxismos de inestabilidad política y la crisis económica que han sacudido a Centroamérica—llevando a que gente como Carbajal se sientan forzados a emigrar— son en parte el resultado de los acuerdos de política exterior y de comercio de los Estados Unidos. Las tendencias van en aumento, con 24.000 "menores no acompañados" detenidos por las autoridades de inmigración de Estados Unidos el año pasado.
Pero la comprensión de estas fuerzas macroeconómicas es poco consuelo. A principios de abril Carbajal estaba llegando a casa después de otro largo día de trabajo, conduciendo por la I-95 en las primeras horas de la mañana, cuando un conductor ebrio chocó con su carro. Sucedió muy rápido: el joven cariñoso y sonriente murió a los 25 años.
Él no se había casado y no tenía hijos. Su compromiso de una década para proporcionarle mejor vida a sus hermanos había consumido no sólo sus años de escuela secundaria, sino también sus años como joven adulto.
Setenta dolientes se reunieron en la iglesia Santo Tomas de Aquino al sur de Filadelfia para la velación y la misa de funeral. Un sacerdote irlandés de pelo blanco recitó bendiciones, en español con un acento estadounidense que fluía suavemente entre la multitud.
Una y otra vez, él nos aseguró del amor de Dios para Aarón. Con cuidado, el sacerdote relató el viaje que el ataúd tomaría en su viaje de 2.000 millas para el entierro en Honduras. Y una y otra vez, repitió el nombre del joven cuya vida se había perdido: Aarón Humberto Carbajal Reyes.
Amanda Bergson-Shilcock vive y trabaja en el área de Filadelfia. Las opiniones expresadas en esta columna son enteramente suyas, y no reflejan necesariamente las de su empleador o de otras organizaciones con las que está afiliado.
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