Un pacto migratorio divide a la comunidad internacional
El Pacto de las Naciones Unidas para abordar el tema migratorio ha sido la manzana de la discordia en la comunidad internacional, oponiendo a quienes quieren…
La inmigración no es sólo un asunto espinoso en Estados Unidos.
A nivel mundial, y tras la crisis del 2015, el flujo de inmigrantes a través de las fronteras se ha transformado en un tema de campaña política para todos los bandos – desde la extrema derecha y sus impulsos nacionalistas herméticos hasta los liberales de centro-izquierda que proponen una colaboración internacional a la hora de lidiar con miles de inmigrantes que se desplazan por cielo, mar y tierra hacia países menos desfavorecidos.
Según la Organización Internacional para la Migración (IOM), durante el 2018 3.381 inmigrantes han muerto intentando abandonar sus países; desde el 2015, el número suma 22.459. Entre cientos de hombres, mujeres y niños en balsas improvisadas hasta inmigrantes que emprenden jornadas de semanas a pie, la situación de desplazados a nivel internacional es alarmante.
Es por ello que los líderes miembros de las Naciones Unidas se han reunido esta semana en Marrakech (Marruecos) para discutir el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, un acuerdo que “establece un marco de cooperación para tratar la migración internacional”, según explicó Politico.
El pacto ha sido apoyado por una mayoría importante de la ONU (184 de los 193 miembros) y, aunque no es vinculante, representa el primer paso en la historia de la organización para abordar la crisis migratoria.
Parte del acuerdo consiste en “limitar la presión sobre los países con muchos migrantes y promover la autosuficiencia de los recién llegados”, afirmando que “ningún país puede abordar la migración sólo, al tiempo que defiende la soberanía de los Estados y sus obligaciones en virtud del derecho internacional”.
Pero el resurgimiento de una derecha nacionalista fortalecida a nivel europeo ha obstaculizado la coordinación de los países miembros en el pacto, dividiendo e incluso rompiendo gran parte de lo que se había logrado hasta el momento.
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Siguiendo la pauta del presidente estadounidense Donald Trump (quien se rehusó el año pasado a sumarse al pacto), gobiernos como el de Victor Orban en Hungría e iniciativas como la del vice primer ministro italiano Matteo Salvini han ganado fuerza al oponerse al acuerdo y rechazar las políticas de alivio a refugiados.
La fractura a nivel europeo ha sido tal que “ha llevado al gobierno belga al punto del colapso y ha obligado a los líderes holandeses a explicar públicamente su apoyo”, según explicó NPR.
Al igual que Estados Unidos, Israel, Australia, Chile, Hungría, Austria, Polonia, República Checa, Eslovaquia y Bulgaria también se han retirado del pacto, argumentando que la medida podría ser contraproducente y podría aumentar el ingreso de inmigrantes al continente.
Este es el último síntoma de la creciente presión nacionalista en el territorio, donde el racismo y la xenofobia se han transformado en el discurso inmediato a la hora de hacer política.
El agravante ahora es que tal presión alcance discusiones dentro de una Organización fundada precisamente después de la Segunda Guerra Mundial, donde alrededor de ocho millones de personas resultaron desplazadas.
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