Tras décadas bajo el dominio de gobiernos populistas, América Latina da signos de cansancio y ánimos de cambiar radicalmente su trayectoria política.

Reincidiendo en su tradicional vaivén entre la derecha y la izquierda, países latinoamericanos como Chile han decidido darle una nueva oportunidad a los candidatos conservadores, intentando conseguir en campañas viejas nuevos resultados.

Sebastián Piñera, quien fuera presidente durante el período 2010-2014, ha resultado vencedor en los comicios chilenos, dándole una nueva victoria a la tradición conservadora de centro-derecha del partido Renovación Nacional.

Asimismo, y durante el pasado fin de semana, Costa Rica ha sido el epicentro de la revolución política en Latinoamérica, cuando el predicador evangélico Fabricio Alvarado fue declarado vencedor en la primera vuelta de las elecciones presidenciales.

Fabricio Alvarado se deberá enfrentar al oficialista Carlos Alvarado, quien no sólo lleva el mismo apellido sino también es periodista. Ambos candidatos, sin embargo, representan polos opuestos en política, pues han radicalizado la opinión pública en torno al conservadurismo religioso.

Como reportó el diario El País, Fabricio representa “el peso de la tradición religiosa en Costa Rica”, que se ha manifestado a través de la alianza entre grupos evangélicos y católicos contra el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo.

En congruencia con este sentimiento de renovación, Ecuador celebró el pasado domingo un referéndum convocado por el presidente Lenín Moreno que pone fin a la reelección presidencial, evitando el regreso del ex mandatario Rafael Correa en el 2021.

Según explica el diario El Mundo, “los resultados, con el ‘sí’ mayoritario en todas las preguntas, marcan el fin de una etapa política – la ‘Revolución Ciudadana’ – que duró 10 años”.

De igual forma, para la oposición boliviana lo ocurrido en Ecuador es “un aviso al populismo en Latinoamérica”, como resaltó el presidente del partido Unidad Nacional (UD) de Bolivia, Samuel Doria Medina: “La etapa de los populismos en Latinoamérica, marcada por caudillos autoritarios, por el despilfarro y la corrupción, está llegando a su fin. Un nuevo rumbo es posible”, escribió en Twitter.

Doria Medina hacía referencia también al mismo fenómeno ocurrido en su país durante el 2016, donde el voto mayoritario “le negó al presidente de Bolivia, Evo Morales, la posibilidad de concurrir a un cuarto mandato consecutivo”, según recuerda EFE. Sin embargo, un fallo a finales del 2017 del Tribunal Constitucional de Bolivia le concedió la posibilidad de reelección indefinida violando abiertamente la constitución del país.

Asimismo, Colombia definirá su nuevo panorama político durante el mes de mayo, en unas elecciones inéditas donde un antiguo grupo radical se ha colado en las papeletas, nominando al líder de las FARC, Rodrigo Londoño (mejor conocido como Timochenko) como candidato “revolucionario”. Para contrarrestarle, los políticos colombianos se han dividido entre quienes apoyaron el proceso de desarme y quienes no, entre ellos el uribista Iván Duque y la conservadora Marta Lucía Ramírez, y el negociador principal del acuerdo, Humberto de la Calle.

Pero sigue existiendo un eje izquierdista importante en la región. En Paraguay, por ejemplo, las elecciones del 22 de abril prevén un golpe al partido de derecha que ha gobernado durante los últimos 70 años (Partido Colorado) a favor de la alianza de centroizquierda integrada por el Partido Liberal y el Movimiento Guasú del expresidente Fernando Lugo, según explica la BBC.

De igual forma, México parece inclinar la balanza a favor del izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO) quien está respaldado por una coalición de su Movimiento de Regeneración Nacional, y quien deberá enfrentarse al candidato del Frente por México y conservador Ricardo Anaya.

Y finalmente, Brasil sigue enclavado en un movimiento izquierdista condenado por corrupción, al apoyar (según indican los sondeos) al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien se encuentra en proceso judicial por malversación de fondos, pero que insiste en participar en los comicios de octubre.

De una u otra manera, este año definirá la estructura política de una región estancada por promesas “revolucionarias” y populistas cuya salida podría contrarrestar el surgimiento de un fenómeno parecido al norte de la frontera.