La situación es tan grave en Afganistán que los expertos creen que la capital, Kabul, podría caer en 30 días en manos de los talibanes. Pero el secretario de prensa del Departamento de Defensa, John Kirby, traslada que el gobierno se niega a que Estados Unidos ofrezca apoyo aéreo a las fuerzas afganas. 

La embajadora de Afganistán, Adela Raz, ha critico al presidente Joe Biden por negarse a la ayuda militar y sugerir que existe una solución política en su país tras la ofensiva talibán. Se niega a creer en la negociación con los grupos terroristas y no cree que dieran resultados positivos. 

La propia Raz ha perdido a familiares en la guerra Afganistán y ha recordado que miembros de su propia familian están uniéndose a la lucha armada para intentar defenderse de los talibanes. La embajadora pide a Estados Unidos y sus aliados que vuelvan a prohibir viajar a los líderes talibanes y consideren otras sanciones. 

Las fuerzas afganas están demostrando ser incapaces de luchar contra los grupos extremistas. Los informes de inteligencia sugieren que los talibanes están avanzando más rápido de lo que predecían su peores pronósticos. Esta semana se hicieron con el control de 3 capitales provinciales más y dominan ya dos tercios del país.

El rápido avance de los talibanes no ha hecho recapacitar a la administración Biden. Aunque la embajadora pide que se aumente el apoyo aéreo, el Departamento de Defensa se ha ofrecido a seguir colaborando en esos ataques aéreos, pero advierte de que no siempre será “factible”. Estados Unidos está listo para completar la retirada de sus tropas terrestres a finales de mes. 

Los talibanes gobernaban el país desde 1996 hasta la invasión de las fuerzas estadounidenses tras los ataques del 11 de septiembre. De la rama fundamentalista suní, el movimiento lo fundaron veteranos de la guerra de Afganistán contra la invasión de la Unión Soviética en los años 80. 

Desde la llegada de las fuerzas estadounidenses, los talibanes han ido reagrupándose y atacando en una guerra de guerrillas a los gobiernos de Afganistán, Pakistán y la Fuerza Internacional de la OTAN, que se retiró en diciembre de 2014. Aunque no disponen de fuerza aérea, sin el apoyo de Estados Unidos las fuerzas de defensa afganas se ven superadas por los insurgentes. 

Durante el tiempo en que estuvieron en el poder, los talibanes instauraron una interpretación estricta de la Sharia, la ley musulmana. Entre sus consecuencias, las mujeres estaban obligadas a vestir el burka en público y no podían trabajar ni estudiar después de cumplir ocho años. 

Tampoco podía atenderlas un médico hombre a no ser que las acompañara un familiar también varón, lo que supuso que no se trataran muchas enfermedades. Las mujeres quedaron relegadas al hogar y su trabajo al de las tareas domésticas. Tampoco podían practicar deporte ni dedicarse a ninguna expresión artística, desde el baile a la pintura. 

Pero lo más grave fue la instauración de flagelaciones y lapidaciones en la calle por violar las leyes talibanes. Ser homosexual o cometer adulterio era castigado con el lanzamiento de piedras en en el espacio público al “culpable”. El terror que pareció terminar con la llegada de las fuerzas internacionales en 2002 vuelve a planear sobre Afganistán.