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El presidente estadounidense, Donald Trump, habla sobre su estrategia de seguridad nacional en Washington DC (Estados Unidos) el lunes 8 de diciembre de 2017. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que su país se enfrenta a "rivales poderosos" como Rusia y China, con quienes pretende buscar "colaboración", pero siempre en favor de los intereses de EE.UU. EFE/ Jim Lo Scalzo
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Si escuchaste el discurso del presidente al presentar su Estrategia de Seguridad Nacional (NSS, por sus siglas en inglés), es probable que hayas quedado sin idea alguna de qué planea el presidente en la materia.

La palabrería presidencial – bastante similar, cuando no idéntica, a la de su campaña en el 2016 – dejó de lado los detalles sobre un proyecto que tiene más de 11 meses en preparación y que merece ser descrito con detalle a la población estadounidense, en especial tras los últimos atentados violentos en la ciudad de Nueva York y ante las inconsistencias políticas del presidente en materia internacional.

Como si de una caricatura se tratara, Trump insistió en comentarios como “estamos declarando que Estados Unidos está en el juego, y que Estados Unidos va a ganar”. Pero, ¿cómo pretende exactamente hacerlo y qué significa una aseveración tan vaga como esa?

Cada presidente desde la era Reagan ha utilizado la oportunidad para entregar un reporte al Congreso, dando un informe detallado de sus prioridades en materia de políticas exteriores, evitando caer en parafernalias de campaña y haciendo énfasis en lo que se supone que será su proyecto para el país.

Este, obviamente, no fue el caso.

Trump prefirió alabar su administración, asegurar el cumplimiento de sus promesas electorales y asegurar que este gobierno lo ha hecho mucho mejor que sus predecesores, quienes “negociaron acuerdos comerciales desastrosos”, desfavorecieron a las Fuerzas Armadas, descuidaron la crisis con Corea del Norte, hicieron un pésimo acuerdo nuclear con Irán y permitieron que ISIS recuperara terreno en Irak y Siria, según recuerda USA Today.

Pero su verdadero proyecto plantea cuatro pilares estratégicos (Proteger al pueblo estadounidense, promover la prosperidad estadounidense, Preservar la paz a través de la fortaleza, Avanzar en la influencia estadounidense) y un apartado de estrategias regionales.

Más que un proyecto de Seguridad Nacional, el documento es una prolongación del proyecto de campaña de Donald Trump durante el 2016. Así pues, plantea:

  1. China, Rusia, Corea del Norte e Irán son los primeros oponentes para esta administración. Promete así, la mejora de la infraestructura, un sistema de misiles para la defensa y el refortalecimiento de las fronteras.
  2. Insiste en “las relaciones económicas justas y recíprocas”, abrazando “el dominio energético estadounidense” y “estimulando los recursos energéticos” del país.
  3. Garantiza la “paz a través del refortalecimiento de la fuerza militar”, incluyendo la infraestructura espacial y ciberespacial.
  4. Promete “dirigir organizaciones multilaterales” para proteger los intereses y los principios de los ciudadanos.
  5. Advierte que la “inestabilidad y los débiles gobiernos de las regiones amenazan los intereses estadounidenses”.

Si bien el documento parece esperanzador a primera vista, la realidad de la política que ha dirigido el presidente hasta los momentos, pinta un escenario totalmente distinto.

La insistencia en crear divisionismos con las agencias internacionales, así como con los gobiernos con quienes debería estar reforzando los lazos (Canadá y México, por ejemplo), tan sólo demuestra que la influencia estadounidense en el escenario internacional es mínima comparada con otras circunstancias históricas como la Guerra Fría.

El Medio Oriente se ha vuelto una bomba de tiempo expansiva; el abandono de la Cooperación Transpacífica, el cuestionamiento a la OTAN y el abandono del Acuerdo Climático de París, ha liberado el camino para que China se transforme en el verdadero líder de la política y el mercado internacional.

El pasado martes, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Hua Chunying, recomendó a Estados Unidos “abandonar su mentalidad de la Guerra Fría y concepto de juego de suma cero”, advirtiendo que mantener esa postura podría causar daños colaterales tanto al país como a los demás, según reportó CNN.

Como bien explica Ian Bremmer en su columna para la TIME, un líder que divide a su propio país no puede vender de manera convincente un programa de desarrollo de Seguridad y pretender que el mundo entero confíe en su brazo de hierro. “Agreguémosle a eso la indiferencia al estado de derecho por parte del presidente, y tendremos menos oportunidad de que los gobiernos y ciudadanos de otros países reciban el asesoramiento de Washington en cuanto a la construcción de una democracia saludable”, asegura el columnista.

Es cierto que la posición de Estados Unidos ya se había visto disminuida durante la administración Obama, pero no podemos evitar comparar ambas estrategias de seguridad y darnos cuenta que, durante los ocho años previos, Washington insistía en “liderar con propósito, con fuerza, con ejemplo, con socios capaces y con una perspectiva a largo plazo”, una actitud más coherente con los principios y valores fundamentales de la nación, que parecieran haberse relegado a un segundo (cuando no último) plano.