5 puntos clave para entender el fenómeno de los Chalecos Amarillos en Francia
Disturbios y caos han gobernado las calles de Paris y del resto de Francia durante los últimos fines de semana, en lo que pareciera ser una de las revueltas…
LYON - Este martes el gobierno de Emmanuel Macron en Francia ha decidido suspender el aumento al precio de los combustibles estipulado hace algunas semanas.
Después de que la población civil se organizara para manifestarse contra el consecuente aumento de la gasolina y el diésel, el movimiento de los Chalecos Amarillos tomó la mayor parte del territorio francés para denunciar el alto costo de la vida, transformando el impuesto al combustible en un argumento para manifestarse contra la realidad del país en general.
Desde el sábado 17 de noviembre del 2018, miles de personas a nivel nacional adoptaron los chalecos de seguridad amarillos – obligatorios por ley para los motorizados – como símbolo de protesta ante uno de los gobiernos menos populares en los últimos años en Francia.
Históricamente, el gobierno francés ha subsidiado la producción de motores de diésel en el país, lo que permitió el aumento del consumo de vehículos a base de este combustible.
Sin embargo, el gobierno de Emmanuel Macron – un banquero transformado en político – ha coqueteado con las políticas neoliberales en su proyecto económico, y planteó un aumento en el costo de la gasolina y el diésel desde el principio de su administración.
Macron ha argumentado que se trata de su batalla contra el cambio climático, pero una de las razones fundamentales para esta medida ha sido el aumento de los precios del petróleo a nivel mundial.
“El impuesto a los hidrocarburos, que es aproximadamente el 60% del precio del combustible, sólo beneficia parcialmente la transición energética”, explicó el diario Le Figaro. “Los aumentos anunciados por el gobierno beneficiarán casi por completo al presupuesto general del Estado”.
Durante el 2018, el aumento de impuestos implicó 7.6 centavos por litro de diésel y 3.9 por litro de gasolina, que crecerían casi exponencialmente durante el 2019, según explicó el análisis de Energy Reporters.
Entre peticiones digitales en Change.org y coordinación a través de Facebook, se organizó la primera manifestación el 17 de noviembre del 2018, donde se incitaba a los participantes a bloquear las vías como símbolo de protesta al aumento de los combustibles.
Planteada como “pacífica”, “apartidista” y “espontánea”, el primer día de manifestaciones contó con 300.000 personas que improvisaron barricadas, bloquearon el tráfico y el acceso a hasta 10 depósitos de combustibles.
Especialmente en París, la tensa calma pronto se rompió y el enfrentamiento entre quienes deseaban pasar y los manifestantes dio como resultado la muerte de una mujer de 63 años, más de 10 heridos, y la detonación de la violencia.
Agresiones homofóbicas, racistas e islamófobas, transformaron la naturaleza entera de la manifestación, sacando a relucir la violencia contenida en la sociedad francesa.
Durante los días siguientes, y si bien el número de manifestantes descendió, los enfrentamientos con las fuerzas del orden público aumentaron, llegando incluso a verse casos de chalecos explosivos en Angers, y se dio inicio a la demanda colectiva por la renuncia del presidente de la república.
Aunque la manifestación comenzó como una denuncia cívica contra las medidas económicas, pronto el sentimiento acaparó la desigualdad y la insatisfacción generalizada del pueblo francés.
Estadísticas nacionales han determinado que el ingreso económico per cápita ha descendido en un 1.2% en los últimos años, afectando especialmente a la clase media (un 68% de la población), quienes sufren del aumento en los impuestos, considerados de los más altos a nivel mundial.
Emmanuel Macron llegó a la presidencia gracias al sistema de “la segunda peor opción”, después de que el país intentara de manera generalizada evitar que su contrincante, la extremista Marine Le Pen, llegara a la presidencia.
Pero no por ello el país se sentía identificado con el joven banquero.
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Su popularidad ha descendido a bajos niveles históricos, en especial por sus intentos de reformas económicas, que le han catalogado de “aristócrata” distanciado de la realidad social de su pueblo.
Es por ello que el movimiento de los Chalecos Amarillos ha tomado una fuerza importante en las zonas rurales y periféricas, y las agresiones más importantes se han visto en los barrios de mayor poder adquisitivo en París.
Para el politólogo Jean-Yves Camus, director del observatorio de radicalidad política en la Fundación Jean Jaurès, este movimiento representa un enfrentamiento directo al statu quo de la república.
“Esta violencia paroxística, como las amenazas dirigidas a los diputados a través de las redes sociales, significa que cierto número de franceses ya ni siquiera están en la etapa de disgusto con la clase política”, explicó el especialista al diario Le Parisien. No sólo están diciendo que estas personas no nos representan, sino que realmente quieren derrocarlos”.
Asimismo, Camus agregó que el descontento es también un asunto dentro de la población misma.
“Pocas veces reinvertimos (la realidad) con palabras dulces. Más preocupante aún, esta reivindicación ya no se ejerce sólo con respecto a la representación parlamentaria y los partidos. Es una señal de que hay franceses que no se soportan entre ellos mismos”.
Durante este último fin de semana, la violencia en París se fue de las manos. Decenas de autos fueron quemados en la vía pública, barricadas obstaculizaron avenidas principales y los enfrentamientos con la policía parecían una verdadera batalla campal.
Después de semanas denunciando la violencia y emulando una “mano dura” ante la prensa internacional, el gobierno de Emmanuel Macron finalmente decidió suspender el aumento de los precios del combustible.
“Ningún impuesto vale el poner en peligro la unidad de la nación”, dijo el Primer Ministro Édouard Philippe al anunciar la decisión.
El descontento generalizado del pueblo, especialmente en la zona de provincia, ha permitido que la decisión del gobierno invierta la relación de poder en el asunto corriendo el riesgo de tener que dimitir para poner fin a la crisis en el país.
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