La Reserva Federal responde al Coronavirus
Para disminuir los estragos causados en la economía por la pandemia de COVID–19, la Reserva Federal ha reducido las tasas de interés hasta casi cero.
A medida que el shock económico se cierne sobre Estados Unidos, diversas median han venido tanto del aparato legislativo como ejecutivo del gobierno y de la Reserva Federal para disminuir su gravedad lo más posible, así como para aliviar la capacidad de respuesta de las agencias federales de salud.
El 6 de marzo se anunció que el Congreso había aprobado la liberación de un presupuesto de 8,3 billones de dólares para la contención epidemiológica del COVID–19. Este fondo estará distribuido de la siguiente manera: 3,1 billones para el Departamento de Salud y Servicios (HHS por sus siglas en inglés), 950 millones para los departamentos locales de salud, 300 millones para invertir en el desarrollo de vacunas y tratamientos y 1,25 billones para contribuir a la financiación internacional del control de la pandemia.
Sin embargo, la contención de la pandemia, el esfuerzo por allanar su curva de crecimiento exponencial, necesariamente golpea la economía: la única manera de disminuir los contagios es haciendo que la gente se relacione menos entre sí –y este viejo truco ha sido probado desde las epidemias más antiguas que registra la historia– pero una menor circulación y menor consumo afecta a las empresas y productores, lo que deriva en los trabajos de la gente una vez pasada la epidemia.
Hay que imaginarlo primero funcionando a pequeña escala, para entender cómo afecta en mayores proporciones: piensen en el barrio en que viven; les piden que se queden en casa, hagan provisiones para un par de semanas y no salgan. Van a la tienda, compran lo necesario (o lo que pueden, dada la avalancha de personas que han comprado de más y desabastecido a los otros) y se quedan en casa. Al mismo tiempo, los lugares que venden otro tipo de productos (zapatos, ropa, gimnasios, tecnología, etcétera) no pueden hacer transacciones porque sus clientes están confinados y los mismos trabajadores deben estarlo también, así que sus finanzas se desequilibran y muchos de ellos cierran. Entre tanto, en las fábricas que nutren de insumos la tienda de barrio, los trabajadores empiezan a enfermarse y tienen que mandarlos a casa; en consecuencia, la producción para y tampoco pueden vender, ni aunque quieran y haya gente dispuesta a comprarles. Y esto se está repitiendo por todas partes.
Los gobiernos tienen muchos mecanismos diseñados para inyectar dinero a la economía de las personas, para ayudar a ese trabajador cuya tienda de electrodomésticos tuvo que cerrar porque no le estaban comprando. Pero en este escenario la cadena productiva de rompe por todos lados y para suplir la cadena de producción hay poco que se pueda hacer: producir toma más tiempo que entregar dinero.
Dado que no hay forma de contener la pandemia sin que la economía se afecte, gobiernos centrales a lo largo y ancho del globo han anunciado medias paliativas, pero lo que estamos viendo es que no van a dar abasto.
La Casa de Representantes presentó una ley en respuesta a la crisis llamada “Families First Coronavirus Response Act”, que contará con un presupuesto de más de 3,6 billones de dólares para subsidiar necesidades tales como alimentación infantil, a madres embarazadas con pocos recursos, el pago por incapacidad a prestadores de servicios de salud y a otros sectores de la población (aunque para este punto sólo contemplaron 5 millones para todo el país), 1 billón de dólares para compensaciones por el desempleo causado por la epidemia y 500 millones en subsidios a estados en los que el desempleo crezca un 10% o más. Esta ley fue firmada por el Presidente Trump el sábado 14 de marzo.
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Otra de las medidas que se están contemplando es una reducción radical en impuestos a la población. No obstante, esta opción es vista con más precaución por los Demócratas, pues podría implicar una reducción de hasta 800 billones en los ingresos del Estado.
Adicionalmente, la Reserva Federal anunció una baja en las tasas de interés hasta llegar casi a cero. Esto, en términos concretos, lo que busca es hacer más viable para las personas acceder a préstamos y pagarlos, o pagar los que sin que su deuda crezca; esto aplicará para deudas tales como las hipotecas inmobiliarias, préstamos estudiantiles y las tarjetas de crédito (aunque el impacto en este punto tardará un par de meses en sentirse). En última instancia, el objetivo de esta medida es aliviar la carga económica de las personas, para que puedan consumir más y alimenten la economía.
El problema de fondo con esta crisis económica que se está cerniendo sobre nosotros es que afecta tanto el consumo como la oferta de productos y todo el tejido productivo necesario para el funcionamiento de la economía y, en consecuencia, para la continuidad de nuestra forma de vida.
La complejidad del tema es tal que Noah Feldman, en entrevista con Stefanie Stantcheva, profesora de economía de Harvard, lo comparó con la caída de Roma y cómo esto dio paso al inicio de la Edad Media. Stantcheva, sorprendentemente, dijo que el impacto podría llegar a ser equivalente.
La equivalencia de ese impacto quiere decir que, por la magnitud de la pandemia, la complejidad y variedad de efectos que está teniendo, es posible que una vez la crisis sanitaria se supere (como ha sucedido siempre a lo largo de la historia), puede suceder que la forma en que nuestras sociedades se reconfiguren sea radicalmente distinta a la que tenemos en mente hoy en día.
Como señalaba Stantcheva, no solamente hay que allanar el crecimiento de la curva epidemiológica, sino también el de la crisis económica. Aún así, en un mundo tan interconectado y vertiginoso como el que habitamos, será interesante ver cómo se transforma nuestra sociedad ante el imperativo de tener que parar.
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