La COVID–19 podría ayudar a aplanar otra curva: la desigualdad
Si la historia sirve para entender el presente e imaginar el futuro, es posible que a mediano y largo plazo la pandemia tenga un buen efecto inesperado: ayudar…
El título de este artículo puede sonar absurdo y hasta ofensivo en este momento, con el empleo en caída libre y alrededor de 20.000 nuevos casos diarios de COVID–19 confirmados en Estados Unidos, pero algunos economistas nos están recordando que en más de una oportunidad la historia ha mostrado que las crisis más fuertes también llevan a una mayor distribución de la riqueza.
El historiador Walter Scheidel, en su libro The Great Leveler: Violence and the History of Inequality from the Stone Age to the Twenty-First Century (La Gran Niveladora: La violencia y la historia de la desigualdad desde la Edad de Piedra hasta el siglo XXI), señala que solamente cuatro fuerzas en la historia han logrado reducir la desigualdad de forma sostenida: la guerra, la revolucion, el fracaso de los Estados y las pandemias, recuerda The Economist.
Y estas variables con frecuencia coinciden. Por ejemplo, la peste antonina contribuyó a la caída del imperio romano.
Para el caso de América Latina, además de la batalla que todos los países están librando contra el coronavirus, el año pasado vimos las hogueras de la revuelta social encenderse por todo el continente. Y lo que todas tenían en común era estar alimentadas por la indignación de la población ante los altos niveles de inequidad y corrupción de las clases políticas.
A pesar de que América Latina y el Caribe son dos de las regiones con mayores niveles de desigualdad económica en el planeta, en el pasado reciente han visto una mejora significativa en la distribución de la riqueza –en buena medida gracias al boom de los commodities que trajo el crecimiento de la economía china– que podría encontrar un nuevo impulso en las medidas que tendrán que tomar los Estados para proteger a su población más vulnerable y robustecer los servicios de salud.
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Y de no hacerlo voluntariamente los Estados, para todos es claro que las posibilidades de otro estallido social son altas. Ya hace unos días se registraban las primeras revueltas en Líbano, pandemia o no.
Para Marshall Steinbaum, profesor de economía de la Universidad de Utah, las guerras y la Gran Depresión del siglo XX llevaron a una pérdida de credibilidad de las clases políticas que imponían medidas tendientes a incrementar la desigualdad y en su lugar empezó a surgir el Estado de Bienestar, que si bien ha perdido fuerza en Europa y en América Latina no se ha implementado plenamente, podría volver.
De hecho, la discusión de medidas tendientes a la redistribución de la riqueza y ampliar el acceso a servicios de salud ya hacían parte de los debates de la primaria demócrata aún antes de que el virus arrasara.
Thomas Piketty, autor de “El capital en el Siglo XXI”, explicaba al periódico argentino La Nación que en el corto plazo vamos a ver una pugna entre dos narrativas: una que va a abogar por aumentar la inversión en los sistemas de salud y la igualdad entre la población y otra en favor de la protección de las fronteras. Para el caso estadounidense no hay que esforzarse mucho para pensar en rostros que representen una y otra vertiente.
Una tercera narrativa que según Piketty puede proliferar es la idea de que no podemos volver al modelo económico anterior a la COVID–19 y debemos organizar la economía de otor modo, aplicando nuevas reglas sobre los mercados.
Esto no significa, de ningún modo, que podamos romantizar la pandemia: seguimos contando el número diario de muertes por millares, las partes más vulnerables de la población pondrán el mayor número de víctimas tanto por el virus como por la crisis económica secundaria a él, las alarmas entorno a los peligros del uso de la tecnología para vigilar la pandemia aumentan y también las inquietudes sobre cómo los gobiernos más autoritarios están aprovechando la coyuntura para amasar más poder.
Pero si bien la historia no tiene por qué repetirse, es posible que nos ayude a encontrar una luz al final del tunel para ver el futuro con esperanza.
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