Atentado en Barcelona: todo empezó en Ripoll
Los jóvenes terroristas del atentado de Barcelona fueron aleccionados por el imam de Ripoll, un pequeño municipio a los pies de los Pirineos, con escasa…
Un fin de semana de principios de agosto mis primos argentinos y yo hicimos una excursión por el Pirineo catalán, siete horas de trekking cuesta arriba, dejando atrás prados verdes, riachuelos de agua fría y ermitas de piedra con los tejados de pizarra. De regreso a Barcelona, muertos de cansancio, nos detuvimos a cenar unas tapas en Ripoll, un pequeño municipio de unos 11,000 habitantes, conocido principalmente por su espectacular monasterio Románico, del siglo IX, y por haber sido cuna de la desaparecida industria siderúrgica.
Igual que otros vecinos, mis primos y yo nos sentamos en una terraza y devoramos nuestras raciones de tortilla de patata y pan con tomate, disfrutando del agradable atardecer veraniego, sin sospechar que en cuestión de semanas este tranquilo municipio a los pies del Pirineo se convertiría en el epicentro del terrorismo islámico español.
Según los informes de la policía catalana, los cinco terroristas vinculados a los atentados de Barcelona y Cambrils, en los que murieron 14 personas y más de un centenar resultaron heridas, eran de origen marroquí y pertenecían a una célula terrorista que se forjó en Ripoll.
El responsable de su radicalización fue el imam de Ripoll, Abdelbaki es Satty, un hombre de unos 45 años, que vivía en un piso alquilado. Hacía un par de meses que no andaba por el pueblo - había dicho que se iba de vacaciones a Marruecos- y su piso estaba vacío, pero seguía pagando el alquiler, según confirmó el propietario del piso. Es Satty también fue uno de los principales estrategas de los atentados terroristas que, a juzgar por el arsenal de explosivos que almacenaban en un chalet en Alcanar, al sur de Barcelona, pretendían ser mucho mayores.
La población de Ripoll está en estado de shock. La gente conocía de vista a la mayoría de los jóvenes implicados– todos han sido abatidos por la policía, excepto el conductor de la furgoneta, que sigue a la fuga – y se les hace cuesta arriba pensar que tanto odio haya podido salir de sus propias calles.
“Era un chico de lo más normal, muy integrado, nadie podía tener ninguna sospecha de que podría acabar así,” explicaba a La Vanguardia una de las educadoras de Moussa Oukabir, uno de los terroristas abatidos a tiros por la policía cuando estaba a punto de cometer un atentado en Cambrils.
Moussa, el penúltimo de los cinco hijos de un matrimonio marroquí, tenía solo 17 años. Sus padres llegaron a Ripoll de Marruecos en 1989 y forman parte del escaso 9% de población inmigrante que tiene el municipio. Moussa estaba estudiando un curso de formación profesional para ser instalador y a menudo jugaba a futbol en un equipo local. Sus padres todavía se hacen cruces de lo que hizo su hijo. Culpan al imam de haber radicalizado a los jóvenes. Antes de su llegada, apenas iban a la mezquita. La madre del conductor de la furgoneta se unió el sábado a la manifestación en contra del terrorismo y ha pedido a su hijo que se entregue a la policía. "Prefiero verlo en la cárcel que muerto," dijo.
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En las últimas décadas, miles de marroquís han inmigrado a Catalunya, la rica región del noreste de España, para trabajar como mano de obra barata en fábricas y zonas de cultivo. Hasta ahora la convivencia ha sido pacífica, aunque la discriminación cultural y los estigmas sociales que sufre la comunidad magrebí – “los moros de mierda”- son una realidad. En otros municipios con una mayor concentración de inmigrantes que Ripoll, como Mataró, Santa Coloma de Farners o Premià de Mar, la formación de guettos es evidente.
"Premià de Mar está lleno de moros, por eso los pisos de alquiler son más baratos,” me comentaba hace un año Adriana, madre de dos hijas, que vive en un pueblo vecino a Premià de Mar. Adriana – arquitecta, rubia, ingresos altos - dice que para ella es importante salir a pasear con sus dos hijas sin encontrarse con inmigrantes.
En según que barrios, las escuelas e institutos públicos se llenan de inmigrantes y muchos padres catalanes prefieren llevar a sus hijos a otras escuelas, aunque estén más alejadas de sus casas. Temen que en los centros donde se concentran más inmigrantes el nivel educativo inferior o que sus hijos crezcan en entornos conflictivos.
En Barcelona ciudad, la sensación de integración social es mayor que en los pueblos. Es cierto que la mayoría de gente con recursos y familias con hijos prefiere vivir en los barrios del norte, con calles más anchas, zonas ajardinadas y pisos de mayor confort que en los vecindarios del centro antiguo como el Raval, colindante con las Ramblas, plagado de inmigrantes musulmanes: pakistanís, bangladeshís, marroquís...
Sin embargo, desde hace años, en las callejuelas estrechas del Raval conviven pacíficamente inmigrantes, turistas, gente local y las prostitutas de toda la vida, . Y el atentado terrorista del pasado 17 de agosto no logrará destruir el espíritu multicultural de sus calles si los ciudadanos se esfuerzan por superar los miedos y prejuicios que el ataque haya podido despertar. "No tenim por" (No tenemos miedo) es el lema de las manifestaciones pacificistas que han tenido en los útlimos días, y que cuelga de ventanas y balcones.
La de este lunes tendrá otro lema más "No en mi nombre". La comunidad musulmana de Catalunya ha convocado para esta tarde una manifestación multitudinaria en el centro de Barcelona para condenar los atentados terroristas. Más de 140 asociaciones se manifestarán para dejar claro que Islam y terrorismo no van unidos. “El Islam no dice nada de matar, es otra cosa, … es amor”, como dijo a Catalunya Radio una vecina de Ripoll.
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