Una breve historia de la pandilla criminal “Mara Salvatrucha”, mejor conocida como MS-13
Gracias al discurso racista del presidente Trump, el foco ha vuelto a instalarse sobre la conocida organización criminal internacional conocida como MS-13, o…
El pasado martes, el presidente Trump hacia alarde de su fuerte postura anti-inmigratoria y catalogaba a la líder de la minoría demócrata, Nancy Pelosi, como “amante de la MS-13”.
Esta no es primera vez que el presidente conecta directamente la inmigración con las organizaciones criminales, como justificación para su exigencia de un muro fronterizo y la radicalización de las estrategias de persecución y deportación de la comunidad inmigrante.
Pero, ¿Qué es la MS-13 exactamente?
Desde finales de la década de los 70, El Salvador se vio hostigado por una profunda crisis social y política interna, protagonizada por dos crueles bandos: la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) y las fuerzas insurgentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
Si bien El Salvador había luchado por mantener la estabilidad social desde su independencia de España a principios del siglo XIX, fue la llegada al poder del general Maximiliano Hernández Martínez lo que decantó en un proceso de más de tres décadas de profundo control militar dictatorial, en manos de los coroneles Óscar Osorio y José María Lemus.
Durante la década de los 70 el descontento social no aguantó más y facilitó el surgimiento de grupos radicales adeptos al Partido Comunista Salvadoreño (1930).
El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el Grupo y finalmente la Unión Nacional Opositora, lograron a través de la presión social que se llevaran a cabo elecciones, donde resultó vencedor el candidato del gobierno, el Coronel Arturo Armando Molina.
Fueron las denuncias de fraude y el intento de golpe de estado por parte de un grupo de jóvenes militares lo que radicalizó tanto las fuerzas de organizaciones guerrilleras como a la mano militar del gobierno.
El paramilitarismo y el enfrentamiento de organizaciones como la FPL, el Ejército Revolucionario del Pueblo, la Resistencia Nacional y el mismo Partido Comunista, han sido percibidos como colaterales de la Guerra Fría, en especial por la injerencia de la Unión Soviética en la política latinoamericana y por la fundación de la Escuela de las Américas por parte de Estados Unidos, que permitió el adiestramiento de líderes militares en gobiernos de la región para “contrarrestar” la insurgencia del comunismo.
Más de 75.000 personas fallecieron por el conflicto armado, y se estima que 500.000 salvadoreños huyeron del país y se radicaron en su gran mayoría en el estado norteamericano de California, estableciendo allí los primeros conatos de organizaciones inmigrantes.
Los jóvenes entrenados por la guerrilla para formar parte del Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí eran frecuentemente llamados “Salvatruchas”, y esa sería la etimología de un término que aún hoy en día produce pánico entre quienes conocen su historia.
Fueron estos inmigrantes salvadoreños quienes se instalaron en las inmediaciones del barrio Pico-Unión en Los Ángeles a principios de los años 80, y que se organizaron para “proteger” a sus conciudadanos al llegar al territorio, en especial contra las agresiones de otras pandillas previamente establecidas e integradas por mexicanos y afroamericanos.
Según recuerda el periodista Héctor Silva Avalos, en aquél momento se trataba “más de un grupo social que criminal, de adolescentes que se reunían alrededor de su gusto por el rock y la marihuana”.
Fue la estigmatización y las “encarcelaciones y deportaciones masivas”, lo que hizo de este grupo de adolescentes rebeldes una de las organizaciones criminales más peligrosas del mundo.
Una vez instaurada la democracia en El Salvador, y gracias a las reformas en el sistema penal de California a principios de los años 90, el gobierno estadounidense procedió a deportar a todos los criminales pertenecientes a la ahora llamada MS-13 (Mara Salvatrucha, y 13 por la posición de la letra M en el alfabeto).
La Ley de Reforma de la Inmigración Ilegal y Responsabilidad Inmigrante, aprobada en 1996, permitió la masificación de las deportaciones y la remoción de cualquier estatus de legalidad a los individuos hallados culpables de cargos criminales.
Según explicó Vox en su reportaje sobre la banda, “a la llegada del siglo XXI, los pandilleros eran un producto de exportación estadounidense”.
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De acuerdo a la investigación de insightcrime.org, alrededor de 20.000 criminales fueron enviados de vuelta a El Salvador entre los años 2000 y 2004. Quienes habían salido como inmigrantes, ahora volvían a un país “en desarrollo” como miembros de pandilla.
Los mecanismos legales del país centroamericano se radicalizaron y la encarcelación masiva sólo conllevó a la saturación del sistema penal, debiendo poner en libertad al 84% de los detenidos.
En vez de permanecer en su país natal, estos inmigrantes lograron establecer una nueva red de criminalidad ahora internacional, creando células en el triángulo norte de Centroamérica, y diseminando sus actividades a zonas conflictivas como el norte de México, donde sus asociaciones con bandas de narcotráfico como el Cartel de Sinaloa les permitió no sólo el acceso a mayores recursos sino una vía de tráfico de personas para alimentar sus células en territorio estadounidense.
Los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama intentaron contener las actividades criminales dentro de su territorio, pero el mal ya estaba hecho.
Habiendo surgido como un grupo de adolescentes, la simbología de la MS-13 fusionó elementos religiosos (cruces, rosarios), elementos contra-culturales de la época (tatuajes) y una profunda afición por la música Rock.
Pero su supervivencia y crecimiento estuvo fundada por la organización económica en torno al tráfico de drogas y la extorsión, así como el intercambio de favores con otras organizaciones criminales.
Estos favores son, frecuentemente, el asesinato y la desaparición de individuos, así como el envío de mensajes a gobiernos a través de la masacre de menores de edad y mujeres en zonas urbanas.
Gran parte de los reclutas de la MS-13 son jóvenes entre 12 y 21 años que, gracias a las circunstancias económicas y sociales de sus países de origen, intentan surgir en una nación donde el estigma puede más que la voluntad.
Durante el año 2014, la crisis en la frontera era difícilmente contenible, en especial por la cantidad de jóvenes menores de edad indocumentados que intentaban llegar de alguna manera al otro lado.
Entre el 2012 y el 2017, alrededor de 260.000 menores de edad sin acompañante llegaron a Estados Unidos, según continúa Vox, muchos de ellos huyendo de la violencia instaurada en sus países por pandillas como la MS-13. Pero es precisamente su tránsito a través de la frontera lo que los hace más vulnerables a terminar formando parte de ellas.
Con la estigmatización proveniente de la Casa Blanca, la persecución verbal instaurada por Trump y las nuevas medidas como la separación de familias al cruzar la frontera, la MS-13 no sólo no desaparecerá, sino que se volverá un monstruo de mil cabezas imposible de eliminar.
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