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La llegada a Valencia del barco Aquarius, en el que viajan 106 del total de 629 inmigrantes rescatados en el mar y que España ha decidido acoger, ha generado un gran despliegue mediático y político en Europa, incapaz de poner solución a la crisis migratoria. Foto: A.Rodés. 
La llegada a Valencia del barco Aquarius, en el que viajan 106 del total de 629 inmigrantes rescatados en el mar y que España ha decidido acoger, ha generado un gran despliegue mediático y político en Europa, incapaz de poner solución a la crisis…

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Marc Carbonell se ve cansado. Lleva toda la mañana en el muelle del puerto de Valencia, en España, bajo un sol abrasador, atendiendo a las decenas de periodistas que este domingo vinieron a cubrir la llegada del Aquarius, un buque humanitario en el que viajaban 629 migrantes, en su mayoría africanos, que fueron rescatados hace una semana al naufragar sus lanchas y balsas frente a la costa de Libia, en el  norte de África, cuando intentaban alcanzar Europa.

Carbonell, buceador de profesión, es miembro del equipo de SOS Mediterranée, la ong francesa que gestiona el buque Aquarius, donde él mismo estuvo embarcado hasta hace tres días, y contempla con asombro el despliegue político y mediático que se ha levantado entorno a la llegada del Aquarius a Valencia después de que Italia decidiera cerrar sus puertos al buque cargado de inmigrantes ilegales, y posteriormente lo hiciera también Francia. En medio del rifirrafe entre los dos países europeos, el gobierno del recién investido presidente español, Pedro Sánchez, del Partido Socialista, anunció que España sí recibiría al Aquarius y a los dos barcos de la Marina italiana donde se han repartido los inmigrantes. Así, en esta soleada y calurosa mañana de domingo, mientras la Unión Europa sigue incapaz de unificar sus políticas migratorias comunes,  un despliegue insólito de más de 2,000 personas, entre ellos un millar de voluntarios de la Cruz Roja, 400 traductores de acompañamiento y más de 500 funcionarios de Salud Pública y Policía Nacional, dio la bienvenida al numeroso contingente de inmigrantes, en su mayoría de origen subsahariano o magrebí, según informó la Cruz Roja.

"Después de tantos días a bordo, no saben mucho qué les espera en España, están desorientados", dice Carbonell, sentado en el suelo junto a otros miembros del equipo de rescate de SOS Mediterranée. En el muelle ha empezado la operación de desembarcar a los 230 inmigrantes  a bordo del “Dattilo”, el primero de los tres buques en llegar al puerto de Valencia.  En total suman 629 inmigrantes  indocumentados, entre ellos un centenar de niños y varias mujeres embarazadas, los que desembarcaron este domingo en Valencia, en España.

“La mayoría presentan condiciones de salud buenas, a pesar de la travesía tan larga”, aseguró Rafael Gandia, presidente de Cruz Roja española, responsable de coordinar el dispositivo de acogida.

“Es impresionante verles bajar del barco animados y sonrientes,  igual no se esperaban este recibimiento", añadió Fátima Cabello, una de las voluntarias de la Cruz Roja que trabajabn en el dispositivo de acogida desplegado en el puerto.  Cabello explicó que al llegar al puerto los inmigrantes del “Dattilo” se pusieron a cantar una canción todos juntos para celebrar el fin de una odisea de 11 días en el mar, esperando a que algun puerto europeo les diera acceso. Por suerte, las condiciones a bordo del Aquarius o el Dattilo son mejores que dentro de las lanchas y balsas que los inmigrantes utilizan para cruzar el Mediterráneo desde desde los puertos africanos. Suelen ser embarcaciones rudimentarias, sobrecargadas de gente y vulnerables de naufragar al menor contratiempo climático. Además, los traficantes de personas piden precios muy altos para subirse a la lancha.  Los precios varían según el lugar de la embarcación en el que viajan.

'Las mujeres y niños suelen sentarse en el medio de la lancha, porque es más seguro. Pero también es donde se producen más quemaduras y hay más riesgo de asfixia", dice Carbonell, protegiéndose del sol con una gorra.

Salir del infierno

Por otro lado, Carbonell añade que la mayoría de los inmigrantes rescatados llevan ya mucho tiempo, algunos más de un año, encerrados en centros de detención en Libia, donde se cometen todo tipo de violaciones de derechos humanos.

Muchos inmigrantes de otros países africanos llegan a Libia pensando que es un país rico, cuando el país lleva sumido en una dura crisis política y económica (desde que estallaron las revoluciones árabes, en 20119”, explica Carbonell. "Al llegar a Libia son encerrados en centros de detención, que están sobresaturados de personas y allí contraen numerosos problemas de salud, sobretodo problemas cardiorespiratorios- comenta el socorrista de SOS Mediterranée. “Además de todo esto, tienen que lidiar con todo tipo de violaciones de los derechos humanos básicos - violaciones, tráfico de personas, etc. "Muchos no piensan en llegar a Europa, sino simplemente en huir del infierno, en salir de Libia", insiste.

De hecho, Carbonell explica que cuando son rescatados por los barcos humanitarios como el Aquarius en medio del mar, “algunos piensan que somos libios y entran en pánico".

Después de su rescate, parte de su trabajo como miembro de SOS Mediterranée es hacerles entender que su intención es ayudarles, proveerles de asistencia médica y psicológica y asegurar que llegan a un puerto europeo. Una vez en tierra, SOS Mediterranée informa a las autoridades locales sobre cada caso en particular- en el barco han hecho un seguimiento de sus condiciones de salud y familiares-  y luego las autoridades se encargan de decidir el futuro del inmigrante.

“El caso del Aquarius es muy inusual, el despliegue es mucho más grande de lo que estamos habituados”,  dice Carbonell mirando de lejos las tiendas de la Cruz Roja donde en estos momentos atienden a los inmigrantes recién llegados. En el personal de acogida hay 400 traductores, en su mayoría de inglés y francés, los idiomas que más se escucha entre los inmigrantes africanos, además del árabe, explica Vicente Iranzo, uno de los traductores voluntarios. Carbonell explica que una de las cosas que nadie se imagina es que muchos de estos inmigrantes que rescatan en el mar son gente “como nosotros, gente con estudios, de clase media, que habla inglés…”, dice, recordando que una misión anterior rescataron a un matrimonio de Bangladesh, “y ella era enfermera y él médico".

En el caso de los 629 inmigrantes del Aquarius, Carbonell desconoce su perfil social, “pero da igual, lo importante es que les hemos salvado la vida, que es nuestra obligación, y es lo que dicta la Ley Marítima”, dice el cooperante, quien lamenta que la Unión Europea no haya acordado medidas para evitar que muera más gente en el Mediterráneo.  El rechazo de Italia y Francia - dos países que recibido a miles de inmigrantes del sur en los últimos años - a aceptar el barco, y el insólito anuncio de que España sí lo haría, ha desvelado la grave crisis de la política migratoria en Europa, donde cada país es libre de cerrar o no las fronteras, sin que haya una directriz europea común.

“Por un lado celebramos que la gente que hemos recogido en el Aquarius estén en un lugar seguro, donde se les atienda de una forma digna … pero lo hacemos con una preocupación por el futuro de las operaciones de rescate en el Mediterráneo, con los bloqueos de los puertos europeos, que nos van a obligar a repensar la operativa. Sin duda es un evento negativo y un hecho más  de una cadena de retroceso que no hace más que complicar más y más las operaciones de rescate en el Mediterráneo”, dijo David Noguera, presidente de Médicos Sin Fronteras en España, que ha colaborado junto a SOS Mediterranée en las tareas de rescate. “Lo sucedido es un mensaje que nos obligue a todos a la reflexión colectiva para encontrar soluciones más justas, más humanas, más solidarias al drama de la gente que se lanza al mar en el Mediterráneo”, añadió Noguera.

Carbonell es más directo: "Nosotros solo pedimos una solución para que dejen de morir personas en el Mediterráneo, para que este mar no se convierta en un cementerio", dice Marc, que antes de trabajar para SOS Mediterranée colaboró como buceador en organizaciones de conservación del medio ambiente en Nueva Zelanda y el Sureste Asiático. "Sabe mal ver cómo las vidas de estas 600 personas se han convertido en instrumento político y mediatizado",  concluye, observando la marabunta de periodistas a su alrededor.