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Un total de 629 inmigrantes fueron rescatados en la madrugada del domingo 10 de junio y trasladados al barco "Aquarius", fletado por Médicos Sin Fronteras y SOS Mediterranee, al que se le impidió atracar en Italia y Malta. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, dio el pasado lunes instrucciones para que el barco pueda atracar en el puerto de Valencia para evitar una catástrofe humanitaria. EFE/ Kenny Karpov /SOS MEDITERRANEE
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Como suelen hacer casi todos los sábados, Pepa y su amiga Caridad, “Cari”, han salido a dar un paseo por la playa de la Malvarrosa, una de las estampas más populares de su querida ciudad, Valencia. Situada a orillas del Mediterráneo, esta ciudad portuaria española de 790,000 habitantes es mundialmente conocida por sus playas y por ser el origen de la famosa “paella”. Pero en los últimos días, Valencia ha aparecido en los medios de comunicación por un asunto más grave: mañana, domingo 16 de junio, su puerto acogerá a los 629 migrantes sin papeles - en su mayoría africanos- que viajan a bordo del Aquarius, un buque humanitario gestionado por la ong SOS Mediterranée y Médicos sin Fronteras, después de Italia y Francia le cerraran el acceso a sus puertos.

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“Me pregunto por dónde los desembarcarán”, explica Pepa, con la mirada perdida en las atarazanas del puerto. El calor aprieta y las dos amigas se pasean por el muelle en traje de baño y chanclas, sin intención de cubrirse con algo más de ropa  hasta que llegue la hora de almorzar en un restaurante. Cerca de donde están, las autoridades locales y las ongs humanitarias trabajan en la organización del dispositivo de acogida del barco Aquarius y otros dos buques llenos de inmigrantes que navegan por el Mediterráneo rumbo a la costa española.

La llegada de los tres buques - cargados con un total de 629 migrantes indocumentados - en su mayoría africanos recogidos en alta mar mientras intentaban cruzar el Mediterráneo para alcanzar Europa-  ha supuesto un despliegue de 2,320 personas, incluyendo alrededor de 1.000 voluntarios de la Cruz Roja, 400 traductores de acompañamiento y un centenar de miembros del departamento regional de Salud Pública, además de agentes de policías y fuerzas del orden.   

“Es un hecho que pone de relieve la gran calidad humana de esta ciudad. Dicen que la atención sanitaria de los inmigrantes va ser prioritaria, que se han contratado médicos adicionales para atender sus necesidades, se han creado plataformas de voluntarios dispuestos a acogerles en sus casas… La gente se ha volcado en ayudar”, comenta Cari, cuidadora de personas mayores, de 62 años. Su amiga Pepa, jubilada, asiente con la cabeza, y añade: “Todos tenemos que hacer un esfuerzo y entender de dónde salen”.

El Gobierno de España anunció la semana pasada su decisión de aceptar la llegada del barco Aquarius después de que Italia y Francia decidieran cerrarle sus puertos. La decisión tomada por el recién investido presidente español, el socialista Pedro Sánchez, implica un giro más humanizador en la política migratoria de España, hasta ahora basada en las devoluciones en caliente, en tierra y mar. Sin embargo, también revela la incapacidad de la Unión Europea para lograr una solución eficiente y coordinada a la crisis migratoria, que sufren principalmente los países del sur: Grecia, Italia, Francia y España.  Cada año, miles de inmigrantes intentan alcanzar los puertos de estos países cruzando el Mediterráneo en balsas y lanchas precarias, que controlan las mafias de traficantes de personas. También son miles los que naufragan y mueren en el intento. Hasta ahora, Italia, Grecia y Francia han aguantado la presión que supone la llegada de estos inmigrantes a sus costas. Al no haber una política europea común en esta área, cada país europeo puede decidir si cerrar o no sus puertos. Así pues, cuando el gobierno italiano decidió hace una semana no aceptar el barco Aquarius, y Francia hizo lo mismo, en medio de un rifirrafe de acusaciones, se desencadenó la alarma: “¿Qué hacer con los 630 inmigrantes sin papeles navegando sin rumbo en un barco humanitario en el Mediterráneo?”

Una medalla para los políticos

“Está muy bien que España acoja a estas personas. Nos obliga a ser empáticos, a entender de dónde salen, ya que es muy fácil quedarse mirando sin hacer nada cuando ya tenemos la barriga llena. Está claro que tenemos que prestarles atención médica, sobretodo a los más vulnerables, las mujeres - hay siete embarazadas a bordo- y los niños”, dice Cari, ajustándose el pareo verde chillón. “Pero no hay que olvidar que en España también hay mucha gente necesitada, gente a quien le reducen las pensiones, o que tienen que esperar meses para ser atendidos en un hospital público y ve con asombro que todos estos inmigrantes van a recibir atención médica inmediata”, añade. Y Pepa añade: “¿Por qué (los políticos) no lo hacen con todo el mundo? Yo creo que la acogida del Aquarius es propaganda política”.

Lo mismo piensa Josep, un ejecutivo de empresa de las afueras de Valencia que se ha desplazado a la ciudad para participar en “Desafío Bestcycling”, un evento de spinning multitudinario que celebra en el puerto este fin de semana, coincidiendo con la llegada del Aquarius.

A mi no me parece bien que les acojamos. No es justo que ellos tengan ayudas económicas o consigan trabajo porque cobran menos que un español. Que me llamen racista si quieren”, dice Josep con la camiseta sudorosa después de tanto pedalear bajo el sol.

A su lado está su amigo Loren Boluda, organizador de Desafío Bestcycling, un evento que ya lleva 9 años organizándose y en el que participan 1200 personas, la mitad de fuera de Valencia.

“Poco después de empezar el evento, nos han venido a pedir que bajáramos la música, porque molestaba para una rueda de prensa sobre el Aquarius”, se queja Boluda, “Desafío Bestcycling atrae a 1,200 personas al puerto y generamos miles de euros para la ciudad, pero a los políticos solo les interesa la imagen”, añade. Boluda también es escéptico con la decisión de acoger a los 629 migrantes del Aquarius en Valencia. “Es cierto que aquí se vive bien, pero también hay muchas familias que no tienen dinero para pagar el comedor de sus hijos pequeños, o que no alcanzan a sobrevivir con las pensiones…Y a estos, ¿quién les ayuda?”.

Lejos de la música tecno de los ciclistas, dos adolescentes con cara de enamorados pasean sonrientes por las calles de El Cabanyal, un antiguo barrio de pescadores, con casas bajas pintadas de colores y jardines llenos de flores. “A mi me parece muy bien que Valencia acoja a estos inmigrantes. En la escuela hemos hablado de este tema.  Ya era hora”, dice la chica, una valenciana de 16 años, de tez blanca y melena rizada de color castaño. Su novio, nigeriano, llegó a Valencia siguiendo a su padre hace un año. Van juntos a clase. “Los inmigrantes del Aquarius no tienen papeles y muchos tendrán problemas para encontrar trabajo y poder quedarse en España.“De hecho, a mi me pasa lo mismo”, dice el muchacho nigeriano, que tampoco quiere decir su nombre. Me explica que tiene pasaporte nigeriano y norteamericano, pero que debería renunciar a uno para lograr el pasaporte español. Aún y así, se trata de un trámite burocrático muy complicado. “Creo que tendré que regresar a los Estados Unidos”, dice.

El futuro de los 620 inmigrantes indocumentados que desembarcarán este domingo en Valencia todavía no es claro. El gobierno español ha anunciado que en un principio los inmigrantes a bordo del Aquarius no ingresaran en los llamados Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), como suele procederse con los inmigrantes que llegan en pateras (balsas) desde la costa africana, sino que - dada la situación especial de su llegada - se distribuirán en centros de ayuda humanitaria, dependiendo de las condiciones en las que lleguen. Con respecto a los 123 niños que viajan solos,  la prioridad será acogerlos y solo repatriarlos cuando se concluya que lo mejor para el menor sea llevarlo con su familia, según reportó El País. La Ley de Extranjería española prohíbe su detención.

“La gente de esta ciudad está mentalizada para ayudar,  Valencia es la ciudad más humana del Mediterráneo”, insiste Pepa, cambiando al valenciano, el idioma local.  “El problema es:: ¿ qué pasará con ellos después?”.

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