La triste Navidad de los niños deportados
Decenas de menores de edad hacen hasta lo imposible por cumplir su sueño de Navidad: cruzar la frontera y reunirse con sus familiares.
Navidad y Año Nuevo siguen siendo las fechas más difíciles para quienes, por una u otra razón, hemos decidido abandonar Latinoamérica.
Las reuniones con decenas de familiares (incluyendo al primo, del primo del tío que tenemos años sin ver), las comidas interminables, el ron (o el whisky con coca cola, en el caso de mi abuela), el ponche, las hallacas, el pernil, los regalos y las misas de aguinaldos, son recuerdos que encogen el corazón del más fuerte.
Pero ninguna experiencia se compara con la de los 95 niños migrantes mexicanos y centroamericanos que fueron detenidos este diciembre por la Patrulla Fronteriza, y deportados a Tamaulipas desde Estados Unidos.
El diario El Universal de México recopila los casos de Astrid Yudeine Portillo Carranza (16 años), originaria de Honduras, y el de José Adolfo Peña (14 años), proveniente de San Salvador.
Portillo fue detenida por la Border Patrol el pasado 7 de diciembre y enviada a Reynosa, donde fue recibida por funcionarios del Centro de Atención a Menores Fronterizos (CAMEF), una institución que ofrece el apoyo y la protección a los menores no acompañados que son detenidos.
Según contó la joven al medio, tendría más de 10 días en Reynosa, después de haberse desplazado desde Copán (Honduras), que se encuentra a unos 2.300 kilómetros de distancia. “Salí de mi país el 4 de noviembre para llegar a Estados Unidos, porque quería ver a mi mamá y a mis hermanos, pasar la Navidad con ellos, estar ya con ellos. Ése era mi deseo”, aseguró Portillo.
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Entre sus ahorros y el dinero que su madre logró enviarle, Astrid logró pagar un “pollero” para que la transportase a McAllen (Texas). “El viaje fue muy estresante porque tienes que venir cuidándote de los policías para que no te detengan y te deporten o para que no te quiten tu dinero, sin contar que tienes que cuidarte hasta del mismo pollero para que no te deje botada o para que no te violen”, aseguró.
José Adolfo, por su parte, también deseaba reunirse con su padre para Navidad e intentar terminar sus estudios en Texas. “Quedarme en mi país no me iba a ayudar en nada a asacar adelante a mi madre; somos muy pobres y no hay manera de ganar dinero para poder vivir bien”, reconoce el joven.
Tras ser detenido y deportado, José Adolfo tan sólo desea regresar con su familia, después de ver su deseo frustrado.
Según el CAMEF de Tamaulipas, durante el año 2017, 2.820 menores no acompañados fueron deportados en los municipios Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros, de los cuales 840 provenían de Honduras, El Salvador y Guatemala, y 1.980 de México.
La organización, que se encarga de recibir y atender a niños y adolescentes migrantes que son deportados sin la compañía de sus padres, aseguró a través de su director, José Guadalupe Villegas, que a pesar de que la migración de extranjeros ha disminuido en parte por el temor ante las políticas migratorias del presidente Trump, el municipio de Reynosa recibió durante el 2017 1.095 casos de niños entre 8 y 16 años, de los cuales 628 eran mexicanos y 467 de otras partes de Centroamérica.
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