Barras, estrellas y prejuicios en el asesinato de Ahmaud Arbery
Georgia es uno de los cuatro estados que no cuenta con una ley contra los crímenes de odio, pero los ciudadanos pueden tener un arma y detener a un “sospechoso…
El pasado 8 de mayo Ahmaud Arbery, natural de Brunswick, en Georgia, debería haber cumplido 26 años. Pero la que hubiese sido su fiesta de cumpleaños se convirtió en una protesta nacional y un homenaje a este joven afroamericano que fue tiroteado por dos hombres el pasado 23 de febrero mientras hacía jogging por un vecindario mayoritariamente blanco y adinerado.
Su delito: tener cara de sospechoso. Un ladrón reincidente. Eso dijeron sus asesinos, Gregory McMichael, un ex-policía de 64 años con un historial depresivo al que le habían retirado la licencia de armas, y su hijo Travis, de 34 años.
Los hechos anteriores al asesinato son brumosos. La realidad de lo que ocurrió, no. Sin embargo, varios meses pasaron hasta que los McMichael dieron con sus huesos en prisión. El triste motivo fue un vídeo grabado por un “supuesto” testigo que mostraba a Arbery haciendo jogging junto a la camioneta parada cuando los hombres lo llamaron y él no atendió, silbaron varias balas en tanto el chico trataba de defenderse de ellos. Finalmente, una lo hirió de muerte.
Las conmemoraciones del pasado semana en Brunswick, que congregaron tanto a corredores dibujando en su recorrido la cara del muchacho como a miembros de los Black Panthers armados hasta los dientes, no sólo lloran su muerte. Son la furiosa indignación de una inmensa mayoría de personas racializadas que se niegan a seguir siendo los sparrings de un sistema donde el prejuicio es la ley.
En Georgia, al igual que en otros estados, como Carolina del Sur o Arkansas, la leyes amparan a quienes llevan armas pero no existe ninguna legislación expresa contra los delitos de odio.
El vacío legal y que el caso se pasó de mano en mano por los vínculos que tenían los McMichael con la fiscalía local fueron de los problemas que causaron el retraso en su detención. Pero han puesto sobre la mesa cuestiones importantes.
Sobre todo el necesario impulso en Georgia de una ley contra crímenes de odio, cuyo último intento quedó estancado como proyecto de ley en un comité del senado estatal el pasado marzo a causa del coronavirus.
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En una conferencia de prensa celebrada el martes en la tumba de Arbery, la representante de Georgia Gloria Frazier pidió que el proyecto de ley, conocido como HB426, se presentara al Senado para su votación cuando la legislatura se reanude el mes próximo.
El Departamento de Justicia sigue investigando la muerte de Ahmaud Arbery para decidir si estuvo motivada por un delito de odio.
"La aprobación de HB 426, el proyecto de ley de crímenes de odio, permitiría a los ciudadanos sentirse seguros sabiendo que el estado de Georgia no acepta o tolera comportamientos arraigados en el odio", dijo, algo en lo coinciden legisladores tanto conservadores como progresistas.
Frazier, junto con el representante Al Williams y el senador Lester Jackson, también pidió que este proyecto recibiese el nombre de Ahmaud Arbery Hate Crime Bill.
Dado que el gobierno federal tiene autoridad para presentar cargos en delitos motivados por el odio cuando no existe ninguna ley en el estado -y están varían muchísimo de un estado a otro, dejando en algún caso fuera incluso delitos de homofobia o feminicidio-, ahora le toca al Departamento de Justicia investigar la muerte de este joven de Georgia para decidir si hubo un crimen de este tipo y actuar en consecuencia.
Mientras tanto, los dedos solo apuntan en una dirección, y el debate sobre quién carga las armas y contra quién y cuáles son los límites de las leyes de autodefensa siguen sin estar realmente cuestionados. Es por eso por lo que una protesta con afroamericanos armados provoca el escándalo, mientras que cuando unos manifestantes con rifles y pistolas de todo tipo tomaron el capitolio de Michigan para protestar contra la orden del stay at home no se dijo como ahora que portar armas en una manifestación es un delito. Será que seguimos midiendo todo con el mismo rasero de prejuicio patriótico.
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