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CIUDAD JUAREZ, MÉXICO - 27 DE JUNIO: los soldados mexicanos vigilan el lado mexicano de la frontera entre Estados Unidos y México el 27 de junio de 2019, en Ciudad Juárez, México. (Foto de Mario Tama / Getty Images)
CIUDAD JUAREZ, MÉXICO - 27 DE JUNIO: los soldados mexicanos vigilan el lado mexicano de la frontera entre Estados Unidos y México el 27 de junio de 2019, en Ciudad Juárez, México. (Foto de Mario Tama/Getty Images)

Trump sugirió “dispararle en las piernas” a los inmigrantes en la frontera

Un artículo del New York Times describe las descabelladas y peligrosas opciones barajadas por el presidente estadounidense para disuadir a los inmigrantes de…

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Una reunión durante el mes de marzo fue suficiente para que el equipo de asesores de la Casa Blanca midiera el alcance de las ideas presidenciales en cuanto a lidiar con inmigrantes se trata. En una recopilación de más de una docena de entrevistas, el New York Times describe desde “fortificar un muro fronterizo con una trinchera llena de agua, repleta de serpientes o caimanes” hasta “sugerir públicamente que los soldados disparen a los inmigrantes en las piernas para detenerlos”.

Si en algún momento se preguntó la razón que hay detrás de la admiración de Donald Trump por líderes autocráticos como Rodrigo Duterte en Filipinas o Vladimir Putin en Rusia, este recuento de sus violentas pataletas por conseguir medidas descabelladas contra los inmigrantes puede darle alguna idea.

Cómo contener a un presidente obsesionado

El artículo del Times cita a ex funcionarios como Thomas D. Homan (director interino de Inmigración y Aduanas) y a otros miembros cercanos al staff que recuentan gritos e insultos provenientes de un presidente “difícil de aplacar”.

Ante las constantes objeciones a sus ideas extravagantes, Trump gritó una vez: “¡Me están haciendo quedar como un idiota! ¡Esta fue mi campaña. Es mi problema!” Haciendo referencia a la imposibilidad de cerrar la frontera, y acompañándolo de “blasfemias”.

Kirstjen Nielsen, secretaria de Seguridad Nacional en el momento, fue el peor foco de la ira presidencial.

A pesar de trabajar codo con codo con personas como Mike Pompeo, Kevin K. McAleenan y Stephen Miller, Nielsen fue frecuentemente – y para sorpresa de muchos – la voz de la conciencia en la discusión, alegando la ilegalidad de medidas como arrebatar tierras para construir el muro o el peligro económico que implicaría cerrar indefinidamente la frontera con México.

El resultado, como bien se sabe, fue su eventual despido, y el recuento de los funcionarios explicita que las razones iban más allá de su desempeño, y que tenían más que ver con un presidente que no sabe aceptar un “no” por respuesta.

El veneno de Miller

La estrategia diseñada por los funcionarios de la Casa Blanca para calmar la ira de Donald Trump terminó cerrándose sobre la imposición de tarifas contra México si no se reforzaba la colaboración militar para el control de los inmigrantes en la frontera.

Para Stephen Miller, asesor principal de la Casa Blanca y cerebro detrás de la agenda migratoria de la Administración, “el presidente necesitaba revisar por completo el Departamento de Seguridad Nacional y deshacerse de los altos funcionarios que creía que estaban frustrando los esfuerzos para bloquear a los inmigrantes”.

Miller logró convencer a Trump de que funcionarios como Nielsen “se habían convertido en parte del problema al citar constantemente obstáculos legales.”

De allí que L. Francis Cissna, director de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración (USCIS), y Ronald D. Vitiello, funcionario principal de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), fueran destituidos e inmediatamente reemplazados por personas cuyo compás moral se asemejara más al de la ideología Trumpiana.

Y para quienes dudaban del procedimiento, el presidente tenía una solución.

En un viaje a California Trump exigió a Kevin K. McAleenan, quien sustituyó a Nielsen como Secretario de Seguridad Nacional, que “dejase de permitir que los inmigrantes cruzaran la frontera”.

“Si te metes en problemas, te perdonaré”, le prometió.

Lo peor de estos nuevos detalles sobre el comportamiento presidencial ya no tiene que ver con su completa desconexión con la realidad – y humanidad – del país que representa, sino con la sensación de que nada de lo que se diga podría ya sorprendernos.