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Empiezan a hacer mella las marchas de millares que se iniciaron en Washington, los problemas en los recuentos de Detroit o el grupo “Stop the Steal” del asesor Roger Stone. Photo: EFE/Erik S. Lesser
Empiezan a hacer mella las marchas de millares que se iniciaron en Washington, los problemas en los recuentos de Detroit o el grupo “Stop the Steal” del asesor Roger Stone. Photo: EFE/Erik S. Lesser

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Los líderes europeos se muestran ahora mismo profundamente ambivalentes, incapaces de descifrar la resolución de las elecciones presidenciales de este 2020. Si la semana pasada informábamos de estallidos de alegría social, felicitaciones políticas y repuntes bursátiles, parece que en ésta poco a poco van explosionando pequeños focos que, al completo, revelan la confusión de una nación que parece querer ir en dos direcciones. 

En primer lugar, no sólo el Primer Ministro inglés Boris Johnson se refirió a Trump en términos del “anterior presidente” sino que, según informa The Washington Post, la líder alemana Angela Merkel hizo lo mismo mientras hacía hincapié en la necesidad de que ambos continentes “permanecieran juntos para afrontar los grandes retos de nuestro siglo”. También los ministros de asuntos exteriores francés y alemán, Jean-Yves Le Drian y Heiko Maas, han hecho declaraciones en la prensa sobre la necesidad de un nuevo pacto transatlántico. 

Un deseo basado en la esperanza de que en la reunión del próximo enero por el Pacto Climático en París el presidente demócrata retorne al acuerdo entre naciones. El presidente francés Emmanuel Macron realizaba un pequeño guiño al hablar de todas estas expectaciones diciendo que ésta era la oportunidad para “hacer nuestro planeta grande de nuevo”. 

Pero muy probablemente todos estos deseos tengan un carácter hipersticioso, una cierta voluntad de generar realidad por sí mismos, y mucho de intento de apoyo político frente a la perspectiva de un panorama todavía más desestabilizador. Si ya preocupaba a los líderes europeos la mortal gestión negacionista de la COVID-19 del líder republicano, todavía lo hace más la posibilidad de un escenario tan ambivalente como el actual. 

Un escenario en el que empiezan a hacer mella las marchas de millares que se iniciaron en Washington, los problemas en los recuentos de Detroit, el grupo “Stop the Steal” del asesor Roger Stone, las muestras de fuerza de los Proud Boys, o las negaciones de Trump en Twitter. Esfuerzos del sabotaje republicano que no detienen ni las negaciones del fraude electoral por parte de un juez en Míchigan o el intento de la primera dama Michelle Obama de mediar a través de Melania Trump.

Pero el caos al que todos temen no termina aquí. Según informa The New York Times, el presidente republicano pretendía bombardear Irán la semana pasada después de que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) reportase un aumento en sus reservas de uranio enriquecido, algo de lo que fue disuadido. Lo que sí ha anunciado que van a hacer es reducir la presencia en Afganistán casi a la mitad, de 4.500 a 2.500, y retirar de Irak otros quinientos efectivos. 

Pero mientras el magnate republicano se resiste a admitir su derrota, para desgracia de la paz social, el nuevo presidente demócrata se esfuerza en pergeñar unos nuevos planes para ponerse al día con la pandemia. Biden sabe que necesitará unos nuevos presupuestos en el Congreso si quieren hacer llegar la vacuna a millones de estadounidenses, algo que debe solucionar cuanto antes mientras que las compañías farmacéuticas en fase avanzada ya anuncian algunos resultados previos. Por ello ha declarado a un reportero que “muchos más pueden llegar a morir si no nos coordinamos” y el concepto compartido por muchos de que “la idea de que el Presidente todavía esté jugando al golf sin hacer nada es algo que escapa a mi comprensión”.