"Siempre terminamos limpiando sus baños", los Mayas empujan el tren de AMLO en su propio hogar
Andrés Manuel López Obrador ha custodiado la construcción del Tren Maya, que matará miles de árboles y desplazará a la gente de sus casas.
En caso de que se complete el proyecto de 700 kilómetros, AMLO pasará a la historia como el segundo presidente de México, sólo por detrás de Porfirio Díaz, que habrá construido más kilómetros de ferrocarril.
Sin embargo, las cuestiones que preocupan a los habitantes de la Península Maya son: ¿Quién se beneficiará del "desarrollo" del que habla el presidente y qué quiere decir con "progreso"?
La mayoría de los habitantes de la región se oponen al proyecto porque, entre otras cosas, se ha utilizado el término "Maya" para nombrar un proyecto que no pertenece a la comunidad maya.
"Nos han robado la palabra", dijo a El País Manuel Puc, un trabajador rural que vive del cultivo de su tierra. "Disminuyen nuestra cultura y nuestra identidad al darle el nombre al tren".
Aparte del nombre, el único rasgo maya que tendrá el proyecto es la mano de obra barata y los servicios que los habitantes ofrecerán a los turistas en el futuro.
"Al final, siempre terminamos limpiando sus baños", dijo Manuel. "¿Por qué siempre tenemos que ser los albañiles o los camareros de los turistas? Tal vez no queremos un tren sino buenas universidades o un hospital equipado."
La salud y la educación son dos servicios esenciales que durante décadas han ido disminuyendo en el sur del país. Las promesas presidenciales para mejorarlos han sido sólo eso, simples promesas.
"Creo que tenemos derecho a la luz, al agua potable o a una buena escuela sin tener que aceptar el tren", protestó Anastasio Oliveros, apicultor de Conhuas, una comunidad de Yucatán, donde está prevista la construcción de una de las estaciones.
El desarrollo al que se refiere el presidente indica que personas como Manuel y Anastasio tienen que renunciar a su identidad para adaptarse al nuevo orden propuesto por el proyecto ferroviario.
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Tal como lo afirmó AMLO en una conferencia en Campeche en septiembre pasado, antes de que la declaración se hiciera viral: "Aunque llueva, haya truenos o relámpagos, el tren maya se va a construir, lo quieran o no".
Los habitantes de la Península Maya se niegan a aceptar un proyecto que va a generar daños ambientales y que sólo será beneficioso para unos pocos empresarios.
La declaración de impacto ambiental presentada el mes pasado, que especifica que sólo con la construcción de la vía se deforestarán más de 10.000 árboles, no ha sido suficiente para detener el proyecto.
"No ganamos nada como país por tener jaguares gordos y niños hambrientos; tiene que haber un equilibrio", dijo en febrero Rogelio Jiménez Pons, director de Fonatur, tratando de defender la deforestación de la región.
Para gente como Manuel y Anastacio, aceptar el proyecto es aceptar el despojo de sus tierras. El desarrollo propuesto por el gobierno es otra forma de colonización y expropiación.
El Tren Maya es un megaproyecto que según AMLO, un presidente que sólo se preocupa por su imagen, está "haciendo historia".
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