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Fotografía cedida sin fecha del activista y nobel de la Paz chino, Liu Xiaobo, en Pekin (China) publicada hoy, 13 de julio del 2017. EFE/LIU XIA
Fotografía cedida sin fecha del activista y nobel de la Paz chino, Liu Xiaobo, en Pekin (China) publicada hoy, 13 de julio del 2017. EFE/LIU XIA

Muere la voz de la libertad en China

Liu Xiaobo, Premio Nobel de la Paz en 2010, padecía de un agresivo cáncer a los 61 años, mientras estaba en prisión.

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Este jueves, el Departamento de Justicia de Shenyang anunció la muerte de Xiaobo, a causa de un cáncer de hígado diagnosticado en una etapa avanzada durante el pasado mes de mayo en prisión, donde cumplía una condena de once años por “subversión”, según reportó el diario español El País.

Según el gobierno chino, el cáncer se habría diagnosticado en una etapa intratable y rechazó la posibilidad de trasladarle a Alemania o Estados Unidos para asistirle. De esta manera, Xiaobo recibió la muerte sin un ápice de libertad.

“Tras múltiples tratamientos, la condición de Liu Xiaobo siguió deteriorándose. El 10 de julio entró a cuidados intensivos y el 13 de julio falleció debido a una falla generalizada de órganos tras intentos fallidos por salvarlo”, declaró el comunicado del gobierno chino.

Pero su aislamiento, la imposibilidad de que su esposa (poeta y disidente condenada a arresto domiciliario) le visitara y la asistencia tardía a su condición, demuestran que para China, el cáncer sencillamente les estaba haciendo un favor.

Y es que la voz y la presencia de Xiaobo representaban un ideal y un compromiso insoslayables con la libertad y la democracia.

Nacido en 1955 en la Provincia de Jilin, en una familia intelectual, fue siempre opositor al partido Comunista que vio dominar la política de su hogar. Durante su adolescencia debió trasladarse con su familia a la región de Mongolia Interior para que su padre “aprendiera del proletariado” y abandonara la vida burguesa, como medida de la Revolución Cultural de Mao Zedong.

Tras la muerte de Mao en 1976, Xiaobo volvió a Jilin para formarse en literatura e ingresar a la vida académica en Pekín. Fue entonces cuando sus textos comenzaron a resonar en las salas donde se discutía el destino del nuevo gobierno, y en el mundo entero. En 1989 se incorporó a las protestas en contra del régimen y a favor de la democracia en la plaza de Tiananmen en Pekín, y fue su mediación durante la vigilia lo que impidió muchas más muertes de jóvenes estudiantes en la jornada.

“No podemos permitir un derramamiento de sangre. Debemos irnos”, recordó y compartió un superviviente a Efe.

La experiencia fue tan traumática, que Xiaobo se volcó al activismo pacífico, a pesar de haber sido condenado por su implicación a las protestas. Fue en 1996 cuando fue nuevamente condenado a un campo de reeducación laboral, donde conoció a su segunda esposa, la poetisa Liu Xia, quién también militaba contra el régimen chino.

Su última condena fue recibida en el 2009, a causa de su activismo literario como escritor y colaborador en la llamada Carta 08, un manifiesto firmado por 303 intelectuales y activistas de derechos humanos, que promovía la reforma política y la democratización en la República Popular China. Fue publicada el 10 de diciembre de 2008, cuando se cumplía el 60vo aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, y emulaba a través de su nombre el estilo de la Carta 77 de Checoslovaquia, que se manifestaba en contra del régimen socialista.

Fue la Carta 08 la que le mereció el Premio Nobel de la Paz en el 2010, al que no pudo asistir pues fue arrestado y condenado en el 2009 a once años de prisión por “incitar a la subversión”.  Desde la cárcel, el intelectual lloró y le dedicó su logro a los “mártires de Tiananmen”, a quienes se uniría sin haber desertado nunca de su lucha e ideal de vida.

Xiaobo se transformó así en el segundo galardonado en recibir el Nobel tras las rejas, después del pacifista Carl von Ossietzky, encarcelado por la Alemania Nazi.

El mundo se queda sin otra voz de libertad, sin otro héroe, en una circunstancia histórica donde intelectuales como Liu Xiaobo son más necesarios que nunca.