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Felix Varela, pintado por el artista cubano local Orlando Quevedo.
 
 

Un Latino Esencial: El campeón furtivo de los inmigrantes irlandeses de Estados Unidos en el siglo XIX

Este cura católico cubano salvó, uno a uno, a numerosos inmigrantes irlandeses que llegaron a los Estados Unidos en el siglo XIX en las mismas condiciones de pobreza, hambruna y falta de educación que llegan hoy muchos inmigrantes de Cuba, México y Puerto Rico. 

“No hay otro Latino que haya dejado huella más grande en la cultura norteamericana del siglo XIX que Varela” Juan González, Harvest of Empire (La cosecha del Imperio)

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Este cura católico cubano salvó, uno a uno, a numerosos inmigrantes irlandeses que llegaron a los Estados Unidos en el siglo XIX en las mismas condiciones de pobreza, hambruna y falta de educación que llegan hoy muchos inmigrantes de Cuba, México y Puerto Rico. 

“No hay otro Latino que haya dejado huella más grande en la cultura norteamericana del siglo XIX que Varela” Juan González, Harvest of Empire (La cosecha del Imperio)

Este cura católico cubano salvó, uno a uno, a numerosos inmigrantes irlandeses que llegaron a los Estados Unidos en el siglo XIX en las mismas condiciones de pobreza, hambruna y falta de educación que llegan hoy muchos inmigrantes de Cuba, México y Puerto Rico. 

No solo Nueva York, Filadelfia o Boston, sino también Allentown, Lancaster o Kennett Square se han ido renovando siglo tras siglo gracias a las oleadas de inmigración que llenaban sus calles – en cada ocasión, para repoblar, revigorizar y contribuir a la formación de la sociedad más multiétnica del mundo, los Estados Unidos de América. 

Y sin embargo, parece que son los ‘recién llegados” los que tienen que pagar el duro precio que esto comporta. 

No se trata solo de sufrir la inevitable estigmatización por parte de “los nativos”, que han olvidado que ellos mismos fueron también “recién llegados” unas décadas atrás, sino también la actitud de absoluta hostilidad, que en los últimos 16 años ha conseguido echar del país a casi 5 millones de seres humanos, bajo la etiqueta de “ilegales” o “criminales”.

¿Alguien se acuerda de las revueltas de Kensington, cuando los irlandeses católicos se enfrentaron a los que se oponían de forma violenta a su presencia en la Filadelfia del siglo XIX, bien porque eran pobres, analfabetos o simplemente por ser “diferentes”, empezando por ser católicos, igual que la mayoría de Latinos? 

La vida del Padre Félix Varela y Morales, debidamente comunicada y comprendida, puede servir cómo un importante punto de referencia para los actuales dilemas sobre inmigración en los Estados Unidos. 

También podría ser una llamada, desde el santuario de la memoria de un hombre que estuvo a punto de ser declarado Santo por la Iglesia Católica, a la responsabilidad moral que muchos líderes con poder e influencia, algunos de ascendencia irlandesa, deberían sentir hoy.

En medio de la profunda crisis de inmigración actual, el ejemplo de la vida de Varela podría funcionar como una inspiración a la acción ante el panorama de millones de personas que llegaron a EEUU y que ahora se encuentran atrapados en leyes obsoletas. Una situación que mantiene muchos de ellos en la huida, o estigmatizados por una imagen negativa propagada por una sociedad de inmigrantes que está siendo muy  dura con los de su propia especie. 

A pesar de que muchos Latinos son ciudadanos estadounidenses y tienen los documentos en regla, una parte de la sociedad les sigue viendo como “esa gente”, “those people”, como se le les llama de manera habitual, y a la vez son admitidos política y socialmente como el  resto de compatriotas americanos. 

La vida de Felix Varela y Morales, el campeón furtivo de los inmigrantes irlandeses, empezó en Cuba, pero terminó en Estados Unidos, donde pasó la mayor parte de su vida. 

Para referirse a él, Juan González, antiguo reportero del Philadelphia Daily news, escribe en su libro “Harvest of Empire”: “No hay otro Latino que haya dejado una huella más grande en la cultura americana del siglo XIX que Varela”.

Su nombre ha sido reconocido por el Vaticano, donde fue declarado ‘venerable” por el Papa Benedictius XVI y podría ser beatificado por el Papa Francisco con el reconocimiento de algún milagro realizado durante su intercesión. 

Varela puede ser subsecuentemente declarado “un santo”, igual que la Madre Drexel, y canonizado tan pronto como suceda un segundo milagro.

El Padre Varela es también una celebridad histórica en Cuba, a pesar de que estuvo ausente de la isla la mayor parte de su vida. En Cuba, tanto el gobierno como la oposición utilizan todavía su nombre como inspiración para causas políticas, sociales y culturales. 

Mientras tanto,  Varela sigue siendo un perfecto desconocido en los Estados Unidos, el país donde residió la mayor parte de su vida. 

No fue hasta 1997, 144 años después de su muerte, que el servicio de Correos de los Estados Unidos aceptó imprimir un sello con su rostro (el que ilustra este artículo). La iglesia Católica de EEUU también ha realizado algunos reconocimientos a la labor del Padre Varela. 

Líder de los inmigrantes irlandeses durante 30 años en las estrechas callejuelas del Lower Manhattan, Varela es como una antorcha llevando luz al actual dilema de la inmigración que confronta otra vez a América. 

Se trata de una América angloparlante que se niega a aceptar que los inmigrantes hispanohablantes repueblen ciudades necesitadas de músculo joven y sangre fresca para sobrevivir a la actual decadencia urbana. 

En época de Varela, eran los inmigrantes angloparlantes y gaelo-parlantes los que se necesitaban. 

Humildemente, el cura de habla española se convirtió en el pastor de viudas, huérfanos  y hombres en paro, ayudándoles secretamente desde su iglesia durante tres décadas, entre 1823 y 1853.