La salud fiscal de Pensilvania "no se encuentra bien"
El tesorero de Pensilvania, Joseph Torsella, se ha convertido en una de las voces independientes más oídas, en medio de la crisis fiscal del Estado.
La salud fiscal de Pensilvania tiene pronóstico reservado; todo por cuenta de que quienes deben cuidarla -la Asamblea General y el Gobernador- no se ponen de acuerdo en la mejor manera de salir del impasse sin crear mayores traumatismos en las ya asfixiadas arcas del Estado.
Al déficit de 2.2 mil millones de dólares en el presupuesto estatal que obligó al gobernador Tom Wolf a retrasar los pagos por $1.7 mil millones en Medicaid y pensiones a mediados del mes pasado, se sumó el retraso que completa más de 100 días en la aprobación del presupuesto para el año fiscal 2017-2018, que se suponía debía estar listo el 30 de junio.
Mientras en la Cámara de Representantes unos abogan por tomar préstamos de fondos estatales como el STIP (Short-Term Investment Program) para pagar la deuda -el típico “abrir un hueco aquí para tapar otro allá”-, otros proponen crear más impuestos en industrias que hasta ahora han sido intocables en el estado.
En medio de este caos, salió a relucir Joseph Torsella, el tesorero de Pensilvania, quien dejó a más de un legislador republicano con la boca abierta en septiembre cuando se negó a tocar los fondos estatales de inversión con los que los republicanos pretendían evitar el retraso en el pago de las deudas.
Para colmo de males, el pasado 2 de octubre la calificadora crediticia Standard & Poors emitió concepto negativo sobre la capacidad de pago del Estado, bajando su calificación de AA- a A+, lo cual deja muy mal parada a Pensilvania a la hora de pedir préstamos a entidades financieras.
2.2 mil millones de dólares es el déficit fiscal de Pensilvania
Hoy mucha gente -sobre todo del sector de la educación, pensionados y organizaciones sin ánimo de lucro que dependen de fondos públicos- se encuentran comiéndose las uñas ante lo que parece un inminente colapso de la economía estatal.
AL DÍA News habló con Joseph Torsella, el hombre que tiene las llaves de la caja fuerte, para entender por qué llegamos hasta este punto, qué puede pasar de no hallarse una solución rápida y, en su concepto, qué es lo que precisamente debe hacerse para salir de este callejón sin salida.
Si fuera un médico, le diría que el paciente no se encuentra bien. Tenemos demasiadas dificultades que estamos ignorando.
[Por un lado] como Estado, hemos fallado sistemáticamente en encontrarle una solución a lo que ha sido un desequilibrio estructural entre el gasto y el ingreso públicos. Acabamos de descender por sexta vez consecutiva en la categoría crediticia [de Standard & Poors]. Pero lo más lamentable es lo familiar que se ha vuelto el lenguaje en las últimas cinco advertencias de degradación crediticia -[y que habla]- de una historia aprobando presupuestos de manera tardía sin lograr reconciliar en una sola estructura nuestros gastos y nuestros ingresos.
Como Estado, estamos teniendo un bajo rendimiento. Sí, podemos estar creando empleos, pero lo estamos haciendo a una tasa menor que nuestros vecinos.
Nuestros salarios han aumentado en 1.5 por ciento mientras que en estados vecinos ese crecimiento es de hasta el 3 por ciento. Por cierto, el aumento en Delaware es del 11 por ciento.
Creo que aunque tenemos razones para tener esperanzas, estamos dejando atrás mucho de nuestro potencial. Lo que propongo es que pensemos en la mejor manera de apalancar Pensilvania para construir un futuro más próspero para todos.
Mire, yo soy el custodio de los fondos generales, que es como una cuenta de cheques del Estado y lo que hemos visto es que en los últimos 10 años, el saldo ha ido disminuyendo cada año mientras que nuestra necesidad de endeudamiento para cubrir gastos ha crecido incluso cada vez más temprano.
En nuestra última proyección, al terminar este ciclo presupuestario, dijimos que estábamos mirando un periodo en el que potencialmente Pensilvania pasaba tres tercios del año necesitando plata prestada para pagar sus deudas y eso se debe porque hemos ignorado por mucho tiempo un problema que hoy es de $2.2 mil millones de déficit.
No hay nada malo en pedir dinero prestado cuando se tiene un cierto tipo de flujo de efectivo, pero lo que pasó aquí es que pasamos de hacer eso a hacer algo más peligroso: pedir prestado para tapar el que no hemos logrado hacer que nuestros ingresos y nuestros gastos coincidan. Y eso sólo puede hacerse mientras las consecuencias se producen.
Decir que "debemos recortar gastos o recaudar más impuestos” es un argumento razonable, pero cuando ambas cámaras del legislativo votan sobre un acuerdo bipartidista por un presupuesto y dicen que “queremos gastar esta cantidad de dinero” para después decir que “no vamos a pagar por ello", eso nos deja en una situación sin salida.
El punto de partida es -y sé que a nadie le gusta oír esto- ponerle cara a la necesidad de aumentar impuestos y tomar algunas decisiones difíciles de manera rápida.
Primero déjeme dejar claro que no pretendo ser el sexto negociador entre la Cámara de Representantes, el Senado y el Gobernador.
Ahora, partiendo de lo que he dicho, creo que tenemos una tarea pendiente hace mucho tiempo: gravar la extracción de gas en Pensilvania, somos el único estado que no lo hace.
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El Senado aprobó una serie de medidas que a nadie le gusta, pero que aumenta en 600 millones los ingresos recurrentes en las arcas estatales.
Mi trabajo no consiste en tomar una posición [en el debate], pero sí en recomendar que es hora de superarlo. Lo vergonzoso es que, por cuenta de esto, estamos dejando de un lado temas importantes. Necesitamos hacer un mejor trabajo para que nuestros niños y adultos tengan acceso a una mejor educación. Deberíamos estar discutiendo sobre el estado de nuestra infraestructura, de nuestras inversiones y de nuestro capital humano.
Pero por cada día que gastemos discutiendo cómo pagar la deuda este año, es un día menos que empleamos para discutir sobre cómo hacer de Pensilvania un estado donde la gente quiera vivir durante los próximos 10 años.
Aunque preferiría que todo el mundo en la Asamblea General estuviera de acuerdo conmigo, pero la verdad es que desde el momento en que aspiré al cargo sabía que en algún momento tendría que tomar decisiones impopulares.
Desde la primavera advertí que muy temprano este año enfrentaríamos una situación sin precedentes: tendríamos un posición negativa en los flujos de caja de los fondos públicos.
La pregunta que enfrenté el 15 de septiembre fue -después de meses de advertencia- si debíamos usar esos fondos de inversiones para prestarle dinero al Estado y así evitar terminar el trabajo presupuestario.
Es razonable decir que “una inversión es prudente cuando los gastos son coherentes con los ingresos”, pero la cuestión es si prestarle o no a una entidad que literalmente no puede explicar cómo pagaría la deuda porque tiene una hueco fiscal de 2,2 mil millones de dólares.
La respuesta a esa pregunta, en mi opinión, es no.
La cuestión es si al hacer estos préstamos estaríamos facilitando a largo plazo la buena toma de decisiones o simplemente estaríamos facilitando la evasión de responsabilidades.
La verdadera cuestión aquí es que tengo la obligación de ser un inversor prudente del dinero público. Lamento que haya gente [en Harrisburg] que se enoje por eso, pero mi deber es con los contribuyentes.
Por cierto, he escuchado que muchas personas por fuera de Harrisburg piensan que lo que estoy haciendo está bien.
Primero. Sí hay razones para encender alarmas. Sobre la degradación crediticia, el tema es simple: es un impuesto oculto para los residentes de Pensilvania; no lo van a ver en la factura de impuestos, pero según proyecciones, el costo de la descalificación será de al menos 53 millones de dólares. El impuesto se aplicará sobre los préstamos de largo plazo que queramos o necesitemos hacer.
Segundo. Creo que la mayoría de la gente entiende la importancia de la reputación en estos temas. Si fuéramos a una reunión familiar con miembros de los 50 estados, seríamos uno de los cuatro miembros de la familia con la peor reputación crediticia y eso tiene un impacto en las decisiones de quienes quieran venir a Pensilvania y en la manera como atraemos inversiones.
Yo no quiero tumbar puentes, pero lo cierto es que el deber constitucional de los legisladores es aprobar presupuestos equilibrados, ponerse de acuerdo en el gasto público y aumentar los ingresos, algo que debieron hacer antes del primero de julio. La mayoría de la gente entiende que si eso no se hace, algo saldrá mal y los efectos se verán reflejados en sus vidas.
Una cosa más. Creo que la ciudadanía debería entender que, por cada noticia sobre el retraso presupuestario en Harrisburg, es un día más en que no hablamos sobre cómo facilitarle a nuestros jóvenes el acceso a la educación superior, un día más en que no hablamos sobre cómo construir un futuro próspero para todos.
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