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La colombiana Amada Mejía paga su compra en un supermercado de la ciudad de Filadelfia con su ETB. (Samantha Madera/Al Día News).
La colombiana Amada Mejía paga su compra en un supermercado de la ciudad de Filadelfia con su ETB. (Samantha Madera/Al Día News).

Comprando con Access/SNAP

Amada Mejía nos permite acompañarle al supermercado para conocer de primera mano qué es lo que compran los latinos de Filadelfia con la asignación mensual que…

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Rochester (Nueva York), 16 de mayo de 1939. Mabel McFiggan, una habitante de esta localidad situada al este del país, pasa a la historia al convertirse en la primera ciudadana estadounidense en pagar su compra en un supermercado mediante lo que en el aquel momento se apodó como ‘food stamps’ o cupones de comida.

Filadelfia (Pensilvania), 18 de mayo de 2015. Amada Mejía pasa por la caja de su supermercado habitual en North Filadelfia abonando su compra con su tarjeta Access, la versión modernizada  y actualizada de los cupones de comida.

Prácticamente 76 años separan a Mabel y a Amada. Los mismos que han trascurrido desde que el Ministerio de Agricultura de los Estados Unidos comenzó a desarrollar su programa de asistencia a la nutrición para aquellos ciudadanos de recursos limitados. Una inicitiva que cumplió su primer medio siglo de vida en el 2014, ya que, aunque el de McFiggan fue el primer vestigio, no se oficializó hasta 1964, cuando el presidente Johnson firmó el Food Stamp Act, convirtiéndo en permanente el programa piloto que inició tres años antes (en 1961) la administración Kennedy. 

Desde entonces, ha sufrido un gran número de cambios. En 1974 se extendió a los 50 estados y en el 77 se establecieron estándares nacionales de elegibilidad; mientras que en 1984 la llegada de las nuevas tecnologías propició un cambio de formato, de los clásicos cupones al Electronic Benefits Transfer (EBT) —como curiosidad, la primera compra con este nuevo método se realizó en Pensilvania, concretamente en un supermercado de la localidad de Reading—. Se inauguraba así el sistema que hoy usan los más de 46 millones de ciudadanos, entre ellos Amada, que, de media, se beneficiaron durante el pasado año 2014 del rebautizado como Supplemental Nutrition Assistance Program en el 2008, y popularmente conocido, por sus siglas en inglés, como SNAP.

Samantha Madera/Al Día News.
 

Según datos del Food Assistance Landscape, un tercio del presupuesto del Ministerio de Agricultura se destinó a los programas de asistencia a la nutrición, entre ellos SNAP, que en 2014 redujo su dotación un 7,5 por ciento, respecto al 2013. 

Sin embargo, las protestas por la disminución de esta partida presupuestaria tardaron algo más en saltar a la primera línea de actualidad. Lo hicieron el pasado mes de abril, cuando el cocinero  Mario Batali lanzó el reto #FoodBankNYCChallenge; con el que instaba al mundo a tratar de comprar comida con el mismo presupuesto del que disponen de media aquellos que adquieren sus alimentos con ‘food stamps’ en Nueva York: unos $29 semanales.

La actriz Gwyneth Paltrow aceptó un reto que, no solo no completó —admitió su derrota tras cuatro días—, sino que la convirtió en blanco de críticas. Su polémica lista de la compra, en la que figuraban  alimentos como una docena de huevos, varias limas, arroz integral, un tomate, una cebolla, un aguacate, ajos, un paquete de guisantes, kale, lechuga, tortillas de trigo etc, nos invitó a ir un poco más allá y plantearnos: ¿qué es lo que compran con su asignación los millones de ciudadanos para los que rendirse (como en el caso de Paltrow) no es una opción? y ¿es la cantidad que reciben suficiente?

Para ello, acompañamos a Amada Mejía, una colombiana de 80 años que reside en North Philly, a la compra. Esta vitalista  y alegre latina, que llegó a Estados Unidos desde su Medellín natal hace más de cuatro décadas, cuenta que recibe SNAP desde que se mudó de New Jersey a Filadelfia 26 años atrás.

La zona de la verdura, donde compra cebollas, es su primera parada. Después se dirige a la carnicería, ya que, según asegura, el pollo (junto con la leche y el queso) es algo que nunca falta en su carro de la compra. Este día también compra té y fruta, concretamente unos mangos y peras. Mejía reconoce “arreglarse” con los aproximadamente $89 que recibe al mes en concepto de SNAP. Aunque al ser preguntada por la idea de perder esta ayuda, no duda: “me hace falta”.

Más drástica ante el supuesto de no percibir SNAP se muestra una puertorriqueña de 65 años que prefiere no desvelar su nombre. “Eso sería catastrófico porque estoy en una edad en la que por mi salud no puedo mantenerme”. Cuenta que, con los $68 que le corresponden (aclara que antes recibía algo más, pero se lo bajaron) y que “hay que estirar mucho”, da prioridad a la compra de fruta, verduras y leche. Tampoco  suelen faltar en su lista arroz y habichuelas.

Samantha Madera/Al Día News.

 

Dos alimentos, estos últimos, que también son imprescindibles para Aida Concepción. De herencia puertorriqueña pero originaria de New Jersey, ella vive con sus tres hijos de 11, 8 y 3 años en Filadelfia desde hace cuatro años. “No pueden faltar el arroz y las habichuelas, a ellos les gusta bastante porque es la comida de Puerto Rico y ellos nacieron allí todos”. Los cuatro reciben, dependiendo del mes, entre $350 y $400. Una cantidad con la que comprar comida “a veces se hace bien difícil porque a veces no da y aquí es bien cara la comida”, explica Aida Concepción.

Según relata, además de dividir el presupuesto en dos (para la primera y la segunda mitad del mes), recorre varios lugares en busca de los precios más bajos y también mira bastante los alimentos que compra. Sin embargo, pese a todo, los SNAP no siempre son suficientes. “A veces hay que añadir. La segunda semana de cada mes que siempre se acaba la leche, el queso, el pan…A veces no da”. Por todo ello, para su familia los SNAP son imprescindibles, hasta el punto de que asegura que, si tuviera que vivir sin ellos, “me quedo muerta de hambre. Yo ni tanto, porque uno aguanta como sea, pero el problema son los muchachos”.

María Ortiz y sus tres hijos  de entre 2 y 17 años también  participan en el SNAP, gracias al cual reciben una ayuda de aproximadamente $648 mensuales. ¿Suficiente? “Hasta ahora sí puedo, pero cuando llega la última semana próxima a recibir sí se me hace un poquito corto. Pero por lo menos me da como para unas tres semanas aproximadamente”, explica.

En cuanto a los alimentos que componen su carro de la compra, cuenta, “como yo soy una persona bien ocupada compro comida precocinada en su mayoría. También compramos leche, frutas, vegetales; pero por lo general comida de microndas”. Pese a ello, no olvida sus raíces. “Los fines de semana como ya estoy en mi casa pues comienzo a ser bien puertorriqueña”. Y por ello, si hay un producto que nunca puede faltar en su casa ese es “el arroz, somos muy arroceros”.

A la izquierda, Aida Concepción posa en los pasillos de Congreso de Latinos Unidos acompañada de dos de sus tres hijos, dos niñas de 8 y 3 años; A la derecha, María Ortiz. 
 

Solo en Pensilvania, según datos de Coalition Against Hunger, en abril de 2014, 1.814.769 de habitantes recibían SNAP. En el condado de Filadelfia, la cifra era de 475.890 personas (lo que equivale a un 31 por ciento de sus residentes). La cantidad recibida oscila entre los $16 (el mínimo) y los $194 (la máxima), cifra que aumentó con respecto al año pasado gracias a un cambio en la normativa. También ha favorecido la eliminación de los ‘asset test’, llevada a cabo el pasado mes de abril por el gobernador Tom Wolf.

Aunque el número de personas que recibe SNAP podría ser mayor, ya que las estadísticas demuestran que no todos los ciudadanos que cumplen los requisitos de elegibilidad solicitan la ayuda. El miedo o el desconocimiento son los motivos principales, según explica Glory Morales, SNAP Helpline Outreach Counselor de Greater Philadelphia Coalition Against Hunger. “Muchas veces hay muchas personas indocumentadas que tienen un poquito de miedo porque hay ese tabú de que tal vez eso les traiga otros problemas  en el futuro. Pero no  necesariamente es cierto. Hay personas indocumentadas que como sea pueden recibir cupones de alimentos si tienen un niño de menos de 18 años que sí posee documentos legales”, aclara Morales. Y lo mismo sucede con aquellos que residen en el país de manera legal desde hace menos de cinco años.

“También existe el problema de que la oficina no les manda la documentación en un lenguaje que ellos entienden. Por ello, a veces no saben qué tiene que entregar, a veces se lo cortan, a veces les bajan la cantidad. Y al verse frustrado con el sistema simplemente lo dejan así y no reciben los beneficios, a pesar de que si califican para ellos”, cuenta Morales.

Su consejo para todos aquellos latinos que no estén recibiendo ‘food stamps’ y sospechan que sí podrían ser elegibles es  “que me llamen. Yo puedo contestar a cualquier pregunta que ellos tengan y si son elegibles trabajaremos para que a ellos sí se los puedan otorgar. Y si no lo son les podemos dar otros recursos”.

 

Otros programas de ayuda a la alimentación

Aunque el Supplemental Nutrition Assistance Program o SNAP es el programa de ayuda a alimentación más popular y numeroso de todos los desarrollados por el USDA (un 71 por ciento de los beneficiarios lo hace mediante SNAP) no es el único al que destinan gran parte de su presupuesto. Un 12 por ciento participa en el National School Lunch Program. El 6 por ciento lo hace como parte del WIC y un 4 por ciento del School Breakfast Program. Pero estas no son las únicas iniciativas que existen. 

» Summer Meals (Coalition Against Hunger): Durante el verano,  este programa permite a los niños acudir a un local dentro de su comunidad para recibir desayuno y merienda o merienda y comida. Más información en 1-855-252-MEAL. 

» Shared Food Program: Esta organización ‘non profit’, que abrió sus puertas en 1986, reparte alimentos en cerca de 500 puntos situados a lo largo de todo Filadelfia.  Para más infomación, llame al 215.223.2220.

» Healthy Corner Store Initiative (The Food Trust): La inicitiva trata de proporcionar acceso  a comida saludable, así como educar a la población en hábitos de alimentación  que les permitan cuidar su salud. Además de contar con aproximadamente unos 600 ‘corners’ alrededor de la ciudad de Filadelfia, también ofrecen test de presión sanguínea.