[OP-Ed] Nuestro chefs empresarios, la clave de la recuperación de Filadelfia
Estos hombres y mujeres valientes son el mejor ‘asset’ de nuestra ciudad para atraer a los visitantes que tanto se necesitan ahora.
El viernes pasado pude ir con mi esposa a la India, y el sábado nos apetecía ir a Portugal en su lugar, renuentes como estábamos de ir de nuevo a México, nuestro lugar favorito en nuestras secretas y frecuentes expediciones gastronómicas que sólo solemos disfrutar en la ciudad internacional en que que tenemos el privilegio de vivir.
Nuestros viajes imaginarios a través de tres continentes en una semana sólo pueden ser fantasías, por supuesto.
Tal vez delirios derivados del encierro de más de un año en tiempos del COVID-19.
La vida ha sido dura para todos nosotros, lo sabemos. Todo tipo de normas oficiales prácticamente confiscaron nuestros pasaportes y nos arrebataron uno de los derechos fundamentales de vivir en Estados Unidos: viajar cuando nos plazca a casi todos los rincones del mundo.
Esta reclusión virtual que ha puesto a prueba nuestro equilibrio mental ha tenido algunas ventajas.
Nos hemos visto obligados a mirar hacia nosotros mismos y a descubrir valores de esta ciudad nuestra de la que sólo habíamos aprendido a quejarnos.
Filadelfia es ahora una especie de meca para los entusiastas de la comida, construida por las manos de inmigrantes convertidos en propietarios de restaurantes que hicieron de nuestra ciudad uno de los centros urbanos más diversos de la Costa Este.
Pasamos por alto, por ejemplo, el valor excepcional que añadieron a la vida en la ciudad los valientes hombres y mujeres que, emigrados desde esos mismos rincones lejanos del mundo, se instalaron en Filadelfia en las dos últimas décadas. Determinados a quedarse aquí como nuestros vecinos, decidieron compartir con nosotros uno de los regalos más preciados de sus culturas lejanas: su arte culinario.
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Han transformado silenciosamente la escena de restaurantes en Filadelfia, infundiendo todos los sabores del mundo en nuestra cocina local, ahora enormemente enriquecida, mezclada como está hoy con la fastuosa gastronomía de docenas de países de todo el mundo: de Europa a América Latina, a Asia, al Caribe, de vuelta al Mediterráneo y a Oriente Medio y Extremo Oriente.
Filadelfia es ahora una especie de meca para los entusiastas de la comida, construida por las manos de inmigrantes convertidos en propietarios de restaurantes que hicieron de nuestra ciudad uno de los centros urbanos más diversos de la Costa Este.
Si se les promueve oportunamente, y se les da la publicidad necesaria, creemos que su arte culinario tiene el poder de atraer a miles de turistas más inclinados estos días por los viajes nacionales y los destinos de bajo riesgo.
AL DIA ha estado documentando la existencia de estos valientes emprendedores, escribiendo y publicando sus historias poco conocidas. Casi escondidos en las estrechas calles de nuestra ciudad, hemos descubierto a docenas de ellos que, como era de esperarse, haciendo uso de la capacidad de sobrevivir que sólo da la experiencia del inmigrante, se las ingeniaron para mantenerse en el negocio, superaron los obstáculos del cierre, y reinventaron los repartos a domicilio. E incluso han prosperado, convirtiendo la adversidad en una ventaja, para ampliar sus asientos a aceras y calles.
Si uno camina por estas calles, Filadelfia parece ahora más relajada, menos presionada por el tiempo, y más dispuesta a disfrutar de los placeres simples de la vida, con estos asientos al aire libre nunca vistos en nuestra ciudad: el tipo de destino cosmopolita que tiene el poder de atraer a miles de turistas en camino hacia la costa este de Estados Unidos este verano y otoño del 2021.
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