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Romy Díaz at our office on 1835 Market Street. Photo taken by Samantha Laub/AL DÍA News. 
Romy Díaz en nuestra oficina, ubicada en 1835 Market Street. Foto por Samantha Laub/AL DÍA News. 

Romy Díaz: El mentor que Filadelfia se merece

El vicepresidente y consejero general de PECO es un hispano que lleva varias décadas trabajando para dejar un legado en la ciudad. Mentor de latinos y miembro…

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Destacado en la portada de The Washington Post, con un puesto en la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, educado como un católico apostólico romano en medio del Cinturón Bíblico de Texas… Rómulo Díaz L. Jr, más conocido como “Romy”, ha ido apilando distintos roles y modelando diversas facetas de su identidad durante más de 40 años.

A primera vista, no se lo imaginaría: su voz texana, su risa contagiosa, una sonrisa cálida y su humilde disposición no suelen asociarse automáticamente a un hombre de logros verdaderamente extraordinarios a pesar de las circunstancias: un hombre que sirvió como procurador de nuestra ciudad, un hombre designado personalmente por el presidente Bill Clinton, un hombre que ha hecho avances significativos en la eficiencia energética por ser el vicepresidente y consejero general de PECO, o un hombre que lloró al hablar de la beca que creó en honor a su madre mexicana, Irene Rivera Díaz.

Y a pesar de todos sus títulos y diplomas, Romy no es un hombre ostentoso. Su capacidad para mantener una actitud afable más allá de sus éxitos en sectores que van del  medio ambiente al derecho, la política, la reforma y la justicia social, es lo que lo convierte en el mentor que la población de Filadelfia (particularmente nuestros jóvenes LGBT y los latinos más ambiciosos) se merece: “un mentor que puede enseñar a la gente a no cometer los mismos errores que yo”, como él lo dice.

Hasta hoy en día, la vida de ‘Romy’ ha completado un círculo que ha cruzado fronteras a nivel estatal y nacional. Su historia comienza en esta ciudad cuando su padre emigró de Venezuela durante la Segunda Guerra Mundial y fue reclutado por Gulf Oil para trabajar en los convoyes de petróleo que cruzaban el Atlántico, desde la refinería de Filadelfia hasta Port Arthur, en Texas. El destino se encargó de que un día el padre de ‘Romy’ se detuviera en el restaurante donde la madre de ‘Romy’ trabajaba al salir de la escuela, bien detrás de la caja registradora o ayudando a su abuela a mantener el negocio. Ese “lindo encuentro” terminó en un matrimonio que tuvo cuatro hijos: ‘Romy’, Anna, David y Jerry.

Su infancia y adolescencia en un pequeño pueblo del Este de Texas tuvieron sus altibajos. Profesionalmente, era el lugar ideal para que alguien interesado en la energía pudiera desarrollar su curiosidad y aumentar el conocimiento general. Estar rodeado de refinerías de petróleo, industrias petroquímicas y reservas de gas hizo que toda su atención se volcase en el  ambientalismo y la eficiencia natural. Romy atribuye además el desarrollo de su enriquecimiento profesional y académico a su condición de inmigrante de primera generación, que él afirma que le ha dado una personalidad de Tipo A y algunas de las herramientas para el éxito:

“Creo que cuando perteneces a la primera generación, y no tienes mucho dinero o te faltan recursos para pagar tu acceso a la universidad, tienes que encontrar una manera de conseguirlo. Sabía que tenía que obtener buenas calificaciones para poder entrar en una buena escuela, y mis padres y hermanos me dieron mucho apoyo. Aprendí a trabajar duro, y tuve la suerte de obtener una beca del sindicato de mi papá para poder entrar en la Universidad de Texas en Austin. Pero, sabe, [risas] cuando llegué ni siquiera sabía cómo registrarme para las clases. No sabía a quién acudir. Tenía buenos instintos, pero no sabía realmente las oportunidades que me aguardaban”.

Parece que ‘Romy’ supo aprovechar bien las oportunidades, a pesar de haber permanecido en Texas hasta después de terminar sus estudios universitarios y recibir su doctorado Juris en UT. Su situación personal, sin embargo, fue un poco más espinosa, teniendo en cuenta que era  joven, gay e hispano en el Estados Unidos de mediados de siglo. ‘Romy’ dice que a menudo se encontraba carteles con consignas como “No se permite la entrada ni a perros ni mexicanos” cuando se dirigía a una piscina pública para refrescarse del calor del desierto y que, por supuesto, los crímenes de odio existían entonces cómo continúan existiendo hoy.

Como católico apostólico romano, ‘Romy’ todavía se sentía más alejado de la norma, ya que en el cerrado ambiente del Este de Texas, el llamado “Cinturón Bíblico”, sus hermanos y él estaban solos antes una mayoría fundamentalmente protestante. “No parezco ni actúo como lo que la mayoría de la gente asume que la persona que soy debería ser... Crecí con esta sensación de ser diferente, y sobre todo, de ser un ‘otro’. Y eso crea tanto desafíos como oportunidades asombrosas”.

Aparecer en la portada de The Washington Post en 1993 -en el punto más alto de la epidemia de SIDA y de la expansión de la homofobia- fue uno de esos desafíos. Aunque su familia y sus mejores amigos ya estaban al corriente de su sexualidad, ‘Romy’ se marchó de Port Arthur para trabajar como consejero y jefe de gabinete de la Secretaría de Energía de los EEUU sin pensar (en ese momento) que esa particularidad de su persona estaba integrada a su vida profesional. Así que lo mantuvo en secreto. Hasta que una mañana, sentado en la parte trasera de un taxi de camino al trabajo, leyó entre líneas el siguiente titular: Miembros de Alto Rango de la Administración Clinton salen del closet.

¿Su reacción inicial?

“¡Oh! ¡Me pregunté quiénes serían! [risas]. Y, cuando comencé a leer la historia, vi que mi nombre era el primero en la lista. ¡El primero! [se ríe más fuerte]. Supongo que me quedé en una especie de shock. Sin embargo, una vez terminé de procesar lo sucedido y tragarme el sentimiento de humillación pública, me di cuenta de que la gente necesita hablar con otra gente con la que pueda relacionarse y sentirse valorada. Y me di cuenta, de una manera extraña, que tenía por delante una tremenda oportunidad para ayudar a los demás; de ser un representante... Quería demostrar que si usted es una persona decente, colaborativa y le importa el pueblo americano, ¿qué diferencia hay si es moreno o rubio, homosexual o heterosexual?”.

Estas oportunidades, formadas gracias a su experiencia, diligencia y aptitud un ser más empático con las diferencias entre las personas, y le dieron la posibilidad de tener una perspectiva única cuando se trata de temas que afectan a la toma de decisiones en el gobierno nacional y local. Estar “comprometido a servir a todo el mundo”, por ejemplo, le hizo ver el derrame de petróleo de Deepwater Horizon en el Golfo de México como un fiasco que tendría un alto impacto ambiental y social en la región. También hizo que ‘Romy’ quisiera comprometerse cívicamente -en especial con la juventud- iniciando así una larga serie de desayunos de mentoría a través de PECO y la Asociación Panamericana de Filadelfia, donde se reúne con jóvenes LGBT y latinos de alto talento para charlar e impartir lecciones de vida.

Su implicación en la educación del liderazgo ha sido reconocida recientemente con el Premio Lavender y un premio del Community College de Filadelfia. “Estoy muy orgulloso de los sacrificios que hicieron mis padres, ya saben, los sacrificios que los padres de gente como nosotros, los inmigrantes, han hecho me han ayudado a llegar donde estoy. En definitiva, quiero servir de ayuda ofreciendo apoyo educativo a los estadounidenses más desfavorecidos. Creo que ese será mi próximo paso, eso es lo que quiero hacer cuando sea mayor”, dice con una de sus sonrisas.

¿El consejo principal de ‘Romy’? Confiar, defenderse a sí mismo y estar dispuesto a ensuciarse las manos en el proceso. Estas tres condiciones son básicas para que las minorías tengan éxito y continúen haciendo valiosas contribuciones a nuestro país.

Usted puede venir y conocer a ‘Romy’ y dejarse inspirar por su carisma y sabios consejos el próximo 11 de octubre en el almuerzo organizado por AL DÍA News para celebrar la herencia hispana de Filadelfia.