La discriminación en contra del sexo femenino es reprochable en cualquier forma que se manifieste y por eso los dirigentes del fútbol mundial deben tomar medidas ejemplarizantes que ayuden a acabar para siempre esta tendencia tan despreciable.

Gianni Infantino, el reciente nombrado presidente de la FIFA, debe tener como prioridad el rodearse de mujeres  en cargos de alta responsabilidad para que le ayuden a pulir la desteñida imagen que por estos tiempos tiene la organización. Hace ya casi un año que se destapó la olla podrida que apestaba al fútbol por culpa de muchos de sus corruptos dirigentes en todos los continentes y que hoy están presos o ya se han declarado culpables de muchos delitos.

Hay que abonarle a FIFA que ya empezaron a acercar a las mujeres a los círculos de mando. 

Entre una de las reformas que aprobaron recientemente está el de tener al menos una mujer de cada confederación para que se una al nuevo Consejo de la entidad. Mejor dicho, como mínimo tendremos 6 representantes del sexo femenino en ese grupo de 36 consejeros. 

Ojalá sean más, pero ya ese número constituye un avance porque, hasta ahora, no hay una sola mujer en la élite que dirige el fútbol mundial.

Otro gesto que FIFA debe liderar para acabar con la discriminación femenina, es el impulsar programas que fomenten la participación de las mujeres en torneos locales, nacionales e internacionales.  Con un estimado de 30 millones de futbolistas aficionadas a nivel mundial, las mujeres tienen una fuerza enorme para avanzar en sus propósitos deportivos y por lo tanto hacer que el fútbol cumpla su loable labor de ser ‘el deporte más lindo del mundo’. 

Sin lugar a dudas, un incremento en la participación de las mujeres en el fútbol dará paso a una mayor influencia femenina en el deporte lo que repercutirá en avances de igualdad que benefician a toda la humanidad.

Yo soy un optimista en el sentido de que estoy convencido que con más apoyo de FIFA, el fútbol puede llegar a convertirse en el líder mundial de los deportes de las mujeres, distinción que ahora ostenta el tenis. Además, creo que no es difícil llegar a esa cima porque el balompié femenino ya tiene una base enorme de talento y además no necesita de la inversión monetaria que requiere el tenis.

Los dirigentes locales también deben poner de su parte y fomentar la creación de torneos aficionados y profesionales de fútbol femenino. 

Por ejemplo, es reprochable que en Suramérica apenas existan 3 ligas mayores de balompié: Brasil, Argentina y Chile, mientras que cada país de esa región cuenta con campeonatos masculinos que tienen más de 80 años de existencia. 

A propósito, Colombia aprobó la semana pasada el empezar, en una fecha aún no conocida, un torneo femenino de fútbol.  Por eso hay que felicitarlos pero también debo anotar que hasta ahora tienen promesa de participación de solo 8 equipos de mujeres a pesar que son 20 los equipos que disputan el torneo colombiano de varones en la rama profesional.

Cuando hacía campaña para ser elegido como nuevo jerarca de FIFA, Infantino dijo, como cualquier político aspirando a cargo público, “... el fútbol femenino y las mujeres en el fútbol son una prioridad; es parte de la solución para el futuro del deporte”. Espero que cumpla su promesa. 

Ojalá que Infantino use su influencia y coopere con los dirigentes del fútbol de los países miembros de FIFA para que los gobiernos a nivel mundial  aprueben leyes similares al Title IX, aquella ley que en USA exige la participación equitativa de mujeres y hombres en competencias deportivas de todas las instituciones de educación.

She Believes Cup 2016

Con la participación de USA, Alemania, Inglaterra y Francia (cuatro de las cinco mejores selecciones femeninas de fútbol del mundo), culminó la semana pasada la primera edición de la She Believes Cup. 

Su objetivo es “inspirar a jóvenes y alentarlas a cumplir sus sueños y metas, ya sean deportivas o de otro tipo”. Al final, USA se coronó campeón pero una vez más los medios deportivos ignoraron a las mujeres ya que su difusión fue parcial y con un cubrimiento poco aceptable que raya en discriminación.