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Instalaciones de South Florida Tissue Paper en Miami Gardens. Miami Herald.
Instalaciones de South Florida Tissue Paper en Miami Gardens. Miami Herald.

Los Corzo, la familia guatemalteca detrás del esencial negocio del papel higiénico en U.S.

Mientras muchos negocios cierran, South Florida Tissue Paper trabaja 24/7 para intentar cubrir la feroz demanda de papel higiénico durante la pandemia del…

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Desde principios de marzo, cuando la compra de papel higiénico en todo el país se disparó un 60% por la amenaza del Covid-19, Juan Corzo, co-propietario de South Florida Tissue Paper, llega a trabajar con traje y corbata y vuelve a su casa tarde en la noche con unos pantalones cortos y la camiseta sudada.

Este migrante guatemalteco proveniente de una familia que lleva en el negocio desde los 70’, llegó a Estados Unidos huyendo de la violencia de su país después de que tanto él como su padre fuesen secuestrados y ha sabido cómo abrirse camino en una industria que en estos tiempos está trabajando al límite de su capacidad. 

En su fábrica de Miami Gardens, los Corzo han pasado de producir unos 120.000 rollos de papel higiénico diarios a más de 220.000. 

El nuevo oro “absorbente”

Las imágenes de clientes en los supermercados llenando sus coches de rollos de papel higiénico y las batallas campales en los lineales por conseguir el último paquete pasarán a  los anales de la historia cultural. 

Como también la forma en que una industria con una demanda más o menos regular de un producto básico y poco preciado tuvo que enfrentar lo que parecía inaudito: producir rollos a un ritmo desenfrenado y distribuirlos en tiempo récord. 

“Estábamos abrumados”, le contaba Corzo a USA Today. “El aumento llegó rápidamente, empezamos a ver muchos pedidos alrededor del 15 o 16 de marzo”.

No sólo había que trabajar a destajo, sino implementar a gran velocidad medidas de seguridad para proteger a los empleados de la propagación del virus.

Tras desinfectar las instalaciones, South Florida Tissue Paper obligó a sus trabajadores a vestir guantes y gafas de seguridad e impuso la regla de los 6 pies de distancia social, además de desinfectar profesionalmente toda la fábrica. 

También tuvieron que contratar a una docena de profesionales y crear turnos de trabajo para que las máquinas estuvieran en funcionamiento día y noche. 

“Si tuviéramos más maquinaria, tenemos suficientes pedidos como para quintuplicar la producción”, dijo Corzo Jr., que ni siquiera durante las primeras semanas críticas subió el precio de su papel.  Una honestidad de agradecer en un clan de históricos empresarios latinos y migrantes. 

De Guatemala a U.S.

La familia lleva dedicándose al papel desde los años 70, cuando el abuelo Juan Corzo fundó Papelera Internacional en Guatemala, tras abandonar su trabajo como electricista en la empresa maderera Boise Cascade. Había viajado de joven a Estados Unidos para aprender inglés y olfateado el negocio, y tenía la intuición de que el sector del tejido iba a ser de los más pujante. No se equivocó.

No obstante, poco menos de veinte años después, cuando Juan Corzo Sr. se hizo cargo de la empresa del padre, un escalofriante suceso obligó a la familia a abandonar Guatemala: 

“Fui secuestrado junto con mi hijo menor. Me retuvieron casi un mes y a mi hijo cinco días más. Me cortaron el dedo anular y lo enviaron a mi casa para probar que me tenían", dijo el empresario.

El angustioso periplo no terminó allí:

“Después de ser liberados, el gobierno siguió preguntando a mi padre si sabía más sobre los secuestradores”, explica Corzo Jr., quien apunta que la banda había secuestrado, al parecer, a un amigo del presidente de Guatemala. La información que aportó el empresario, quien tenía una ligera idea de dónde los mantuvieron encerrados, fue crucial para liberar a la víctima y arrestar a los criminales. "Testifiqué contra ellos. Después de eso, habría sido muy peligroso para mi familia en Guatemala, así que nos mudamos a Florida”, concluye el padre. 

En Miami, los Corzo continuaron dirigiendo Papelera Internacional hasta que la vendieron a un grupo canadiense.

Ahora esta familia, que lleva más de 24 años en el sector, tiene una misión complicada: surtir a los norteamericanos del increíblemente codiciado papel higiénico.