Los punjabís mexicanos de California que convirtieron la quesadillas en un símbolo de identidad
Medio siglo antes de que los chefs pusieran de moda las “fusiones” gastronómicas, hindúes y mexicanos afincados en U.S. hicieron frente a la segregación a…
Burritos de sushi, tamales rellenos de espagueti… Los chefs más afamados del planeta tratan desesperadamente de dar con el nuevo plato de moda.
Pero a mediados de los años 50 una familia californiana de Yuba City, los Rasul, se hicieron célebres en la localidad por servir en su restaurante, El Ranchero, una original "quesadilla roti", también llamada la “pizza hindú”, así como otros platos que mezclaban el chile verde, los frijoles o el arroz español con el curry y los 'parathas' típicos de la India.
Su intención no era crear algo nuevo, sino alimentar a su clientela de punjabís mexicanos como ellos. Sin proponérselo, hicieron mucho más que eso, lograron salvaguardar una cultura que a partir de los años 70’ estaba próxima a desaparecer, según explicó Easter.
Los inicios de este mestizaje, sin embargo, son más antiguos.
Desde finales del siglo XIX, remesas de hombres del Punjab, en el noroeste de la India, llegaban a la costa oeste de los Estados Unidos para trabajar en la tala de árboles o en la agricultura de California, asentándose con frecuencia al este de San Diego o haciendo ruta más al norte, hasta establecerse en ciudades como Yuba y Fresno.
No obstante, dos leyes se interpusieron en sus deseos de prosperar en el país: En 1913, se prohibió a los “extranjeros sin opción a ciudadanía”, entre ellos los chinos, japoneses, coreanos e hindúes, que pudieran arrendar o comprar un terreno en U.S.
Más tarde, en 1917, La Ley de Inmigración restringió la entrada de más asiáticos al país, lo que impidió que estos cultivadores del Punjab pudieran traer a sus familias.
Las “quesadillas roti”, apodadas “pizza hindú”, son el sabroso legado de una parte olvidada de la historia.
Según Karen Leonard, profesora de Antropología en la Universidad de California, en Irvine, casi dos mil hombres punjabís vivían en el estado en esos momentos, en un limbo legal, separados de sus mujeres e hijos, y algunos de ellos optaron por casarse (o volver a hacerlo) con mujeres hispanas, ya que el matrimonio entre personas de diferentes razas estaba prohibido y punjabíes y mexicanos eran considerados “morenos” por igual.
CONTENIDO RELACIONADO
Ese fue el origen de una comunidad mestiza conocida como “hindúes mexicanos” o “mexicanos punjabí”, cuyos hijos eran asimismo llamados “mitad y mitad”.
Cuando Gulam Rasul dejó el trabajo en el campo para abrir El Ranchero (de Rasul) en Yuba junto a su esposa Inez Aguirre Rasul, en 1954, algo había cambiado para bien en la sociedad: unos años antes, en 1946, el presidente Truman permitió a los punjabis convertirse en ciudadanos, lo que facilitaba que pudieran tener tierras a su nombre. También se revocaron las políticas de mestizaje y el matrimonio ya no estaba sujeto a “razas”.
El restaurante de Gulam, Inez y sus 13 hijos -uno de ellos, Ali, tomó el relevo a la muerte del padre- se convirtió en un punto de encuentro de la comunidad mexicana punjabí de Yuba -fue el primero en servir platos “del sur de Asia”- porque era un restaurante de comida mexicana donde también se cocinaban platos punjabís para sus vecinos y amigos, que a su vez, y de la forma más casual, empezaron a pedir frijoles o chile y comérselos con 'parathas' (tortillas), fusionando dos culturas.
Tras 1965, las leyes migratorias se suavizaron y los nuevos punjabís que llegaron a California prefieron casarse con mujeres hindúes; eran mucho más puristas, querían mantener a cualquier precio sus propias tradiciones y cultura y no veían con buenos ojos el mestizaje de los punjabís mexicanos y sus matrimonios interraciales.
Las “quesadillas roti”, apodadas “pizza hindú”, con su queso derretido, carne de res desmenuzada dentro de una 'paratha' y salsa de pollo al curry, que se incluía desde el inicio en el menú de El Ranchero, eran tan singulares que, pese a la división interna entre los punjabís “veteranos” y los recién llegados, resistieron durante cuatro décadas como el sabroso legado de una parte olvidada de las historia.
Un mestizaje cultural, forzado o no, que nos recuerda que para todo muro existe una escalera. O, en su defecto, un burrito tan picante y con curry que la palabra “fusión” adquiere un nuevo y llameante significado.
DEJE UN COMENTARIO:
¡Únete a la discusión! Deja un comentario.