Psicología: Cómo afecta la cuarentena a los latinos de Estados Unidos
¿La orden del Stay-at-home tendrá secuelas para la comunidad hispana? Así es como nos enfrentamos al confinamiento.
Mientras Estados Unidos se desliza como el país con más contagios del mundo -312.249 casos registrados y 8.503 muertes por Covid-19, según datos del pasado viernes-, y Nueva York pasa a a ser el epicentro mundial de la pandemia, el seguimiento de la cuarentena sigue siendo muy desigual en todos los estados.
Las voces críticas con la cuarentena y sus consecuencias sociales y económicas se hacen oír en un contexto de miedo y desbordamiento de un cuestionable sistema sanitario, pero lo cierto es que si repasamos experiencias como la española, donde el confinamiento solidario ha salvado a 15.000 vidas (estimaciones de la OMS), las órdenes de Stay-at-home están siendo muy necesarias pare el control de la pandemia.
Al menos a falta de una alternativa mejor, o tests diagnósticos para todos.
Ahora bien, ¿cómo puede afectar a los más de 31 millones de hispanos del país la cuarentena y la distancia social? ¿Qué repercusión tendrá en un nuestra psique cuando volvamos a la normalidad? ¿Seguirá existiendo eso, “normalidad”?
Según el psicólogo humanista Alejandro García, aunque la ansiedad y el miedo son el denominador común de este encierro, la experiencia varía mucho del contexto en que nos encontremos:
“No es lo mismo vivir solo el confinamiento que hacerlo acompañado. También depende de cómo te sientas contigo mismo: si estás confinado solo y ya arrastrabas algún problema de aislamiento social, la ansiedad se puede disparar y lo que deberías hacer es no sobrecargarte de actividades, sino priorizar el contacto virtual con otros”, dice el especialista, quien durante la cuarentena atiende a numerosos pacientes que se enfrentan a situaciones muy difíciles. Tanto por exceso de soledad, como por su defecto.
A las personas latinas, este cambio en la forma de relacionarnos y la regla de “no besar, no tocar” nos está pasando factura a un nivel más profundo y amplio de lo que imaginábamos. No sólo se nos prohiben las reuniones sociales, sino que la distancia social es para muchos "de miles de millas",si tenemos en cuenta que los seres queridos se encuentran en otros países. A la preocupación por la salud, se impone un segundo foco de miedo y ansiedad a no volver a abrazar a los familiares y amigos que no siempre es fácil de subsanar a través de Internet, especialmente para los más desfavorecidos.
O demasiado poco. Si bien la crisis y el estado de alarma han azotado la economía de los hispanos -cuatro de cada diez hispanos de Nueva York ha perdido su empleo -, quedarse en casa teletrabajando se ha convertido tanto en un lujo asiático como en una especie de esclavitud del siglo XXI.
“He tratado hoy a una paciente que teletrabaja demasiadas horas y el problema radica en que no mantiene las rutinas de la oficina y no pone límites”, asegura García.
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De hecho, el encierro y el teletrabajo pueden ser un foco muy grande de ansiedad cuando las viviendas, especialmente en las ciudades, son pequeñas y no están acondicionadas como lugares de trabajo. Si a eso le sumamos una sobrecarga en la red y una conexión a Internet mucho más lenta, el nivel de estrés puede ser realmente explosivo.
A no ser que pongamos el freno de mano. Pero, ¿podemos?
¿Quién no se ha descubierto estos días recuperando el contacto con un amigo con quien hacía años que no hablaba o charlando con mayor asiduidad con familiares y compañeros? Aunque hay personas que piensan que esta crisis va a cambiar la forma en que nos relacionamos y que incluso ha sacado a la luz aspectos positivos, como la solidaridad y la necesidad del “otro”, para el psicólogo humanista el aprendizaje que podamos extraer de esta crisis va a durarnos “un ratito”.
“Cuando volvamos a salir, volveremos a llevar un petardo en el culo porque el discurso será el mismo. Es probable que seamos más ansiosos y tengamos más miedo, y que esta experiencia nos haya dejado secuelas post traumáticas”, dice.
El mejor consejo de ahora en adelante es “no sobreactuar” y evitar el exceso informativo.
“Está siendo una fiesta grande para los obsesivos, los paranoicos y los amantes de las teorías de la conspiración, que ahora sienten que su preocupación estaba justificada y se saben en control de la situación”, afirma García. “No conviene empezar a imaginar escenarios durante el encierro, sino hacernos una rutina ligera y actividades que nos gusten, y mentalizarnos que podemos ir más despacio. Si algo nos sobra es tiempo”, concluye.
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