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Luisa Moreno, líder sindical de origen guatemalteco, fue deportada hace setenta años, en noviembre de 1950. Courtesy: Stanford University
Luisa Moreno, líder sindical de origen guatemalteco, fue deportada hace setenta años, en noviembre de 1950. Courtesy: Stanford University

Luisa Moreno, una pionera de los derechos laborales en Estados Unidos

La periodista y activista guatemalteca fue deportada por su afiliación comunista, pero antes había liderado la lucha de los latinx en todo el país.

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El resultado de las elecciones presidenciales ha puesto de relevancia el tremendo rol de las mujeres de color en la lucha por ayudar a los hogares para registrar a los votantes y la organización de reuniones comunitarias. Sólo algunos nombres como Alejandra Gómez o líderes laborales Neidi Domínguez son la prueba

Aunque raramente en la historia se recuerde a las organizadoras latinx que han luchado por mejoras salariales y una vida más digna para su comunidad en los Estados Unidos -brillan por su ausencia en los libros de texto escolares-, estas mujeres valientes tuvieron un gran papel en el desarrollo de los derechos civiles.

Por el tiempo en que la activista de San Antonio, Emma Tenayuca, organizaba la mítica protesta de los desgranadores de nueces en enero de 1938, que fue una de las mayores huelgas laborales de la historia del país, otra mujer, Luisa Moreno, estaba emprendiendo una lucha similar. 

Sobre todo, Moreno ayudó a fundar el Congreso Nacional de los Pueblos de Habla Hispana, dedicado a batallar para que los trabajadores latinos recibieran un trato justo y no se segregase en colegios, lugares públicos ni por barrios. 

Moreno, que había nacido en Guatemala en una familia bastante acomodada, se mudó de muy joven a Ciudad de México para trabajar como escritora y periodista, conociendo a iconos del momento como el pintor Diego Rivera.

Más tarde, Luisa Moreno llegó a Estados Unidos junto a su primer esposo, un caricaturista mexicano, y empezó a trabajar como costurera y, al poco, ya era líder comunitaria.   

Moreno, que nunca fue muy conocida fuera de los círculos académicos -a pesar de su trabajo como activista de calle-, no sólo abogó por la admisión de las mujeres en las universidades, sino que recorrió Estados Unidos organizando a los trabajadores -desde los obreros del distrito de la ropa de NY a la mano de obra de la caña de azúcar en Nueva Orleans, pasando por los enrolladores de cigarros de Florida o los empaquetadores de atún de San Diego. 

Su trabajo organizando coaliciones multirraciales en el seno del movimiento obrero era incansable.

Moreno se convirtió en representante internacional de la UNión de Trabajadores Agrícolas de Empaque y Aliados de América, el primer CIO local en el que las mujeres mexicanas constituían la mayoría de los miembros, y fue una de las primeras organizadoras de la Federación Latinoamericana del Trabajo.

El discurso de 1940, conocido como el discurso de las Caravanas del Dolor, sigue aún siendo poderoso y actual.

"Estas personas no son extraterrestres", dijo Moreno. "Han contribuido con su resistencia, sacrificios, juventud y trabajo al Suroeste. Indirectamente, han pagado más impuestos que todos los accionistas de la agricultura industrializada de California, las empresas de remolacha azucarera y los grandes intereses algodoneros que operan o han operado con la mano de obra de los trabajadores mexicanos".

La vida y la lucha de Luisa Moreno no sólo pone de relevancia el enorme rol de las organizadoras latinas en las mejoras obreras y ciudadanas del país, sino cómo ellas fueron catalizadores del cambio veinte años antes que la United Farmworkers.

Sin embargo, Moreno tuvo una historia en el país relativamente breve antes de ser deportada a Guatemala a finales de los años 40’ por su pertenencia al partido comunista. 

Su historia no acaba en su país natal, sino que aún enfrentó un periplo de persecuciones al tener que escapar de Guatemala en 1954, tras el golpe de estado del gobierno de Jacobo Árbenz impulsado por la CIA, en 1954. Ella y su segundo esposo vivieron en México unos años, y tras la muerte de éste, Moreno peregrinó desde la Cuba revolucionaria hasta Tijuana, donde consiguió empleo en una galería de arte.

En la frontera, Luisa murió en 1992, a la edad de 85 años.