Ciudad de México prohíbe los tratamientos para “curar la homosexualidad”
Psicólogos, médicos y grupos religiosos que administren terapias de conversión de gays y lesbianas se enfrentarán a condenas de hasta cinco años de cárcel.
“Después de horas en la carretera, se detuvieron en medio de la nada y nos formaron con las manos sobre la camioneta como si fuéramos delincuentes (…) putitos, nos decían, aquí los vamos a curar”, el escalofriante testimonio recopilado por la organización Yaaj se oyó alto y claro en el Congreso. No fue una historia aislada, había muchos más que daban cuenta de la violencia física y psicológica padecidas por personas que se habían sometido voluntaria o involuntariamente a terapias de conversión donde se les pretendía “curar” su orientación sexual con insultos, humillaciones, aislamiento e incluso toma de hormonas y electrochoques.
Ahora estos tratamientos tificados por la ONU y que se encuentran bajo el paraguas de Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género (Ecosig) no volverán a realizarse en Ciudad de México, el Congreso local los prohibió el pasado 24 de julio en una votación histórica con 49 sufragios a favor, nueve en contra y cinco abstenciones.
“No hay nada que curar, la homosexualidad no es una enfermedad, no estamos enfermos”, dijo el diputado LGBT de Morena y autor de la propuesta Temístocles Villanueva, felicitándose porque estas terapias sin ninguna base científica y que a menudo ejercen grupos religiosos y dudosos médicos y psicólogos serán castigadas con hasta cinco años de prisión.
La enmienda fue impulsada por Morena, el partido del gobierno, que tiene la mayoría parlamentaria, en alianza con el Partido de los Trabajadores y es un paso capital en la defensa del libre desarrollo de la personalidad para el que han tenido que reformar el Código Penal.
De esa forma, no sólo habrá penas de cárcel para los “matasanos” homófobos, sino entre 50 y 100 horas de trabajo comunitario de acuerdo al delito, que se agrava si estos métodos son aplicados en menores de edad.
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“Basta de terapias violentas y degradantes”, añadió Villanueva, que se apuró a aclarar que esta ley no busca penalizar a las personas que busquen voluntariamente este tipo de terapias, sino a quienes las ofrezcan.
Los grupos conservadores contrarios al cambio afirmaron sentirse criminalizados por sus convicciones. “Podría constituirse en una mordaza para el ejercicio de la libertad de expresión y de culto de las doctrinas religiosas”, protestó el ultraconservador Partido Encuentro Social en una carta publicada en las horas previas a la sesión del pleno. Si bien los activistas LGBT señalaron que estas prácticas no sólo son fraudulentas, sino que se basan en el discurso del odio patologizando las otras orientaciones sexuales.
Según Siobhan Guerrero, activista trans que enarboló la bandera de la diversidad junto a otros miembros de minorías no normativas fuera del Congreso para celebrar esta victoria, los Ecosig fueron promovidos primero por la Iglesia católica y más tarde por grupos evangélicos, que importaron sus métodos sobre todo de Estados Unidos.
“En Ciudad de México tienen históricamente poca presencia, aunque cada vez son más comunes los discursos homófobos, tránsfobos y misóginos”, dijo Guerrero.
En los últimos tiempos, el país latinoamericano vive una oleada de ultraconservadurismo que está calando profundamente en los Congresos de varios estados, con iniciativas como el pin parental, que da el poder a los padres a vetar los contenidos sobre educación sexual que reciben sus hijos en las escuelas, o la negativa en Baja California al matrimonio igualitario, que se votó hace escasas semanas -se quedó a dos votos para aprobarse - y reunió el pasado sábado 25 de julio a cientos de miembros de la comunidad LGBT que se manifestaron pacíficamente en Tijuana.
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