LGBTQ+ y de color: una batalla por partida doble
Este mes de Junio volvemos a reconocer y a ratificar nuestro compromiso con la comunidad LGBTQ+, sobre cuyos hombros hoy en día celebramos el orgullo de ser…
“Como Lesbiana, no tengo rostro”, decía Gloria E. Anzaldúa. “Mi propia gente me rechaza. Pero yo soy todas las razas, porque lo queer en mí está en todas las razas”.
Anzaldúa es una de las cientos de voces Latinas que se unieron a la revolución LGBTQ durante gran parte del siglo XX, y que lucharon incansablemente contra el estigma, la criminalización y la exclusión de quienes se rehúsan a adecuarse a rígidos y caducos marcos culturales.
Aún existen quienes creen que la diversidad de género, de preferencia sexual y de estilo de vida, es un invento que llegó de la mano con la revolución sexual de los años 60.
Nada más lejos de la verdad.
Lo que sí nació en ese entonces fue un movimiento cansado de tener que pelear por su derecho a ser, a vivir y a amar, y que llevó a las calles un sentimiento de comunidad que hoy en día determina a todos los que se ven representados por las siglas LGBTQ+: el orgullo.
La historia les ha catalogado con términos despectivos, desde sodomitas hasta pederastas, definiéndoles como algo menos que un ser humano
La historia les ha catalogado con términos despectivos, desde sodomitas hasta pederastas, definiéndoles como algo menos que un ser humano en pleno derecho, y aún cuando la ciencia se haya puesto del lado de su abanderada lógica, la lucha continúa.
¿Y si eres una persona de color? Bueno, la batalla viene por partida doble.
Pocas personas podrían reconocer el peso simbólico de Jack “Babe Bean” Garland o Amelio Robles, dos hispanos transgénero de origen mexicano que decidieron vivir su identidad como la sentían a finales del siglo XIX (sí, del siglo XIX) o la importancia de Gonzalo “Tony” Segura y José Sarria en el activismo de los años 50 y 60 por los derechos de la comunidad.
Y es que los Latinx hemos estado ahí desde el principio.
Durante el 2017, Netflix trajo a la luz la historia de Marsha P. Johnson, activista por los derechos de los transexuales en Estados Unidos y pieza clave en las violentas revueltas contra el sistema legal antihomosexual en el bar Stonewall Inn (Greenwich Village), el 28 de junio de 1969.
Tras los primeros 20 minutos del documental, la historia gira su atención sobre Sylvia Rivera y entrelaza la trayectoria de ambas mujeres, pues una no podría haber existido sin la otra. Una perfecta analogía de la historia de la comunidad en la nación.
Hija de inmigrantes puertorriqueños y venezolanos, Rivera representa la realidad vivida por millones de Latinx en el país
Nacida y criada en la ciudad de Nueva York, e hija de inmigrantes puertorriqueños y venezolanos, Rivera representa la realidad vivida por millones de Latinx en el país: la pobreza, la miseria, la adicción, el abandono y la perenne omisión gubernamental. Y la violencia.
En su caso, estos elementos se transformaron en la fuerza detrás de movimientos como el “Civil Rights Movement,” las revueltas contra la guerra de Vietnam, la revolución feminista y, finalmente, el “Street Transvestite Action Revolutionaries.”
Al movimiento de Rivera se sumó también Holly Woodlawn, transgénero puertorriqueña que participó en películas de Andy Warhol, y cuyo legado fue el “Holly Woodlawn Memorial Fund for Transgender Youth” en Los Ángeles. Hasta el líder del “Velvet Underground” Lou Reed la inmortalizó en su famosa canción “Walk on the Wild Side”.
Simultáneamente, la revolución se llevaba a cabo en los pasillos universitarios.
La escritora, activista y académica Gloria Anzaldúa (reconocida por su libro Borderlands: La Frontera), encabezó la corriente interseccional y feminista en la literatura y la investigación de teoría de género, hablando siempre desde su experiencia como Latina y lesbiana en Estados Unidos.
De igual manera, Juanita Diaz-Cotto continuó la investigación y la escritura sobre la realidad de las mujeres Latinas homosexuales en el país con su obra narrativa.
Miguel Pinero, Dolores Huerta, Vaginal Creme Davis, Ray Navarro, Pedro Zamora, Wilson Cruz, Phil Jiménez, Patricia Velasquez, Victoria Cruz, Shane Ortega, Amaranta Gómez Regalado, Orlando Cruz, Bamby Salcedo, Daniela Vega, Julio salgado y Raffi Freedman-Gurspan, son tan sólo algunx guerrerx, como la comunidad prefiere llamarse, de esta batalla que pareciera enfrentar una nueva era con obstáculos renovados.
Aún cuando se hayan logrado superar escollos como el derecho a casarse, a adoptar, a trabajar sin ser discriminados, a opinar y a vivir abiertamente su identidad, los miembros de la comunidad LGTBQ+ siguen enfrentándose a un monstruo de mil cabezas.
Ser Latino es vivir en una encrucijada. Hispanos, Latinoamericanos, Iberoamericanos… La herencia se ha transformado al mismo tiempo en un prejuicio y en una característica digna de orgullo.
Desde hace algunos años, la palabra “Latinx” ha aparecido cada vez más en los medios y en las redes sociales como una transformación del lenguaje que elimina la “o” tradicional para abrazar bajo el mismo paraguas a quienes se identifican fuera del marco binario del género, incluyendo a las personas transgénero y aquellas que se consideran “gender-fluid”.
Pero esta nueva expresión va mucho más allá.
Para Hugo López, director de investigación sobre la comunidad Hispana en el Pew Research Center, el término Latinx es una aproximación muy particular al fenómeno de la identidad en Estados Unidos.
“Latinx encaja dentro de la amplia historia estadounidense de usar varios términos para describir nuestra identidad”, dijo López a NBC News. “Es pan-étnico como el hispano, y político en un sentido parecido al chicano”.
De acuerdo al Pew Research Center, los Latinos en Estados Unidos representan el 17.4% de la población total, y se han transformado en la minoría más fuerte de todo el país.
Entre ellos, 1.4 millones se identifican como miembros de la comunidad LGBTQ+.
146 mil han formado hogares con padres del mismo sexo, y el 29.1% de ellos están criando y formando los jóvenes de las nuevas generaciones.
Un reporte del Center for American Progress, determinó que existen alrededor de 904 mil inmigrantes LGBTQ+ en Estados Unidos, de los cuales 267 mil son indocumentados.
La muerte y el maltrato son comunes entre los inmigrantes a manos algunas veces del gobierno estadounidense. Sumarle a ello formar parte de una comunidad tan vulnerable como la LGBTQ+ es otro nivel en el infierno de Dante.
Desde la imposición de la política de tolerancia cero de la administración del Presidente Donald Trump, al menos dos transexuales han muerto en extrañas condiciones bajo custodia gubernamental, mientras cientos más esperan del otro lado de la frontera su turno para pedir asilo.
Tras solicitar asilo en la puerta de San Ysidro (San Diego), Roxana Hernández, inmigrante transexual proveniente de Honduras, murió a causa de un paro cardíaco y complicaciones por VIH durante el mes de mayo del 2018.
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Sin embargo, tras llevarse a cabo una autopsia independiente, se reveló que Hernández presentaba signos de maltrato físico causado bajo custodia de la agencia de Inmigración y Control de Aduanas, según denunció su familia.
Por su parte, Camila Díaz Córdova, de 29 años, falleció el 3 de febrero del 2019 en Soyapango (San Salvador) después de que el gobierno estadounidense le negó el derecho al asilo y le deportó.
Los doctores locales determinaron que la causa de muerte había sido un ataque brutal en las calles de la ciudad.
Bajo el riesgo de que sus derechos fundamentales sean violados una vez crucen los puertos estadounidenses, estas personas prefieren cualquier otra cosa que regresar a su país, donde cuelga sobre ellos una sentencia de muerte inminente tan sólo por querer vivir su identidad en libertad.
En noviembre del 2018, Yariel Valdés reportaba la agresión sufrida por un grupo de migrantes LGBTQ dentro de la Caravana de Refugiados que transitó Centroamérica huyendo de la violencia en sus respectivos países.
Entre los más de cuatro mil viajeros – que enfrentaban en grupo la agresión y la estigmatización de gobiernos como el de Trump – se encontraba otro grupo que debía sufrir al mismo tiempo el rechazo de sus compañeros de viaje.
No hay un ejemplo más palpable de la realidad que viven los Latinxs transgénero que este episodio.
Valdés cita las cifras de la organización no gubernamental “Transgender Europe” que ubican a Latinoamérica como el lugar con “las tasas mundiales más altas de violencia contra la comunidad LGBTQ”.
Transgender Europe (TGEU) ha determinado que, entre el 1 de enero de 2008 y el 30 de septiembre de 2016, alrededor de 2264 personas trans han sido asesinadas en el continente americano; 1768 de ellas perecieron en América del Sur y Central.
Transgender Europe (TGEU) ha determinado que alrededor de 2264 personas trans han sido asesinadas
Es decir que el 78% de los homicidios de personas transgénero se concentran en América Latina, haciendo evidente el machismo que caracteriza a estas sociedades.
Según un reportaje de La Red 21, los crímenes de odio “se caracterizan por sus niveles de ensañamiento violencia y crueldad”, coincidiendo con el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Lapidaciones, decapitaciones, quemaduras, mutilación genital y otros tipos de violencia patológica son frecuentes entre los Latinxs transgénero.
A pesar de esfuerzos por la visibilidad y por la reivindicación de los derechos humanos en la comunidad Latina, la situación pareciera haber empeorado, en especial por el surgimiento de nuevas plataformas digitales que han dado pie al “cyber bullying”.
Para tener una idea un poco más clara, la primera marcha LGBT contra la Homofobia y Transfobia en México se llevó a cabo en 1978, y la organización de esfuerzos por protección y reconocimiento de la identidad de género en este país ha crecido exponencialmente.
Sin embargo, hoy por hoy, México es el país más peligroso para cualquier persona cuya identidad no se enmarque en la heteronormatividad.
Según reportó Animal Político, “entre 1995 y 2016, la asociación civil Letra S documentó 1310 asesinatos de odio”, de los cuales 265 (el 20.2%) corresponden a personas transgénero.
A pesar de estas cifras, la comunidad transgénero en Latinoamérica ha tenido sus momentos de gloria.
Logros como los de Daniela Vega (primera mujer transexual en presentar los premios Óscar), o Tamara Adrián (primera persona transgénero en llegar a un puesto en la Asamblea Nacional de Venezuela, y segunda en llegar a una legislatura nacional en el Hemisferio Occidental), han demostrado que existe una oportunidad para la igualdad de derechos en Latinoamérica, aún cuando siga siendo una “caravana” llena de obstáculos.
Por ello y tanto más, este año, cuando los disturbios en Stonewall cumplen su 50 aniversario, es más importante que nunca hacer sentir la fuerza y voz de esta comunidad.
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