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Selección de Francia del Mundial de México 1986

La inmigración ha cambiado el curso del soccer europeo

La victoria de Francia en el Mundial es la prueba de cómo los movimientos migratorios han revolucionado y mejorado el deporte rey

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En la Copa del Mundo de México 1986, Francia y Bélgica quedaron situados entre los cuatro primeros equipos del torneo. Treinta y dos años más tarde la situación se repitió (ambas escuadras se vieron las caras buscando una plaza en la final de Rusia 2018), pero las cosas fueron muy diferentes en cuanto a la formación de sus plantillas. 

La ciudad de Puebla fue testigo del encuentro por el tercer puesto del Mundial 1986. Bajo los volcanes mexicanos, Francia doblegó a Bélgica por 4-2. En aquellas dos selecciones, los jugadores inmigrantes podrían contarse con los dedos de una mano. De hecho, Francia presentó durante el torneo una alineación fija que incluía a dos jugadores descendientes de otros países: los centrocampistas Jean Tigana, natural de Mali, y Luis Fernández, nacido en Tarifa, provincia española de Cádiz . Bélgica, a ninguno.  

En la semifinal que se disputó el 10 de julio en San Petersburgo pudimos atestiguar el enorme cambio que se ha dado en este aspecto en el soccer europeo. Como siempre, el deporte es el reflejo de la sociedad y en Europa, en la actualidad, conviven diariamente personas cuyos ascendientes crecieron en un país y aquellos cuyos progenitores –o ellos mismos- decidieron emigrar para buscar una existencia más digna. Más del 50% de los futbolistas alineados en la semifinal entre las dos potencias europeas (12 de 22) tenían un origen inmigrante. Francia incluyó siete y Bélgica, cinco.

La participación de jugadores de diferentes orígenes ha fortificado a las selecciones que no han dudado en contar con este tipo de deportistas. Francia ha llevado la voz cantante, convirtiendo un combinado que no había sido dominador en una de las mejores selecciones de todo el planeta, situación corroborada con la conquista de un Mundial que han ganado merecidamente, dejando en el camino a la selecciones más fuertes: Argentina, Uruguay, Bélgica y Croacia. La única Copa del Mundo que habían ganado anteriormente les blues, en su propia casa, en 1998, tuvo como grandes protagonistas a dos futbolistas procedentes de procesos migratorios: Youri Djorkaeff, de origen armenio, y el legendario Zinedine Zidane, hijo de argelinos. En el último duelo ante los bravos croatas, en el que los galos se impusieron 4-2 cerraron la cuenta en la segunda parte Paul Pogba y Kylian Mbappé, cuyos ancestros provienen de Guinea y Camerún, respectivamente.

Pero Francia no ha sido el único país europeo en atestiguar este interesante y fructífero proceso. En Bélgica, otra nación que ha impresionado en Rusia 2018, alcanzando el mejor resultado de su historia, con una tercera posición que logró dejando al poderoso Brasil por el camino, ha pasado lo mismo. Desde que en la alineación de los Diablos Rojos han aparecido jugadores hijos de emigrantes como Axel Witsel (Isla Martinica), Marouane Fellaini (Marruecos) y Romelu Lukaku (Congo), la selección ha mejorado enormemente, aportando muchas más fuerza y calidad. Y estas dos no son situaciones aisladas. Casos similares han ocurrido en Suiza y hasta en el mismísimo país que inventó el soccer, Inglaterra, que volvió a alcanzar una semifinal mundialista por primera vez en 28 años.

Las historias de superación de estos hombres, que no solo se han abierto camino para luchar por un salario digno, sino que han peleado por superar obstáculos y ofrecer a sus hijos una vida mejor, son impactantes. Yo, entre todas, me quedo con dos. 

Lukaku, máximo goleador de la historia de la selección de Bélgica, recuerda todavía cómo su madre, cuando él era pequeño y correteaba todo el día detrás de un balón, mezclaba la leche con agua “para que alcanzara un poco más…” 

N’Golo Kanté, el pequeño centrocampista francés, cuyos padres llegaron a París procedentes de Malí, pasó su infancia recogiendo chatarra en la capital francesa. Ahora milita en el Chelsea londinense y, tras su excelente Copa del Mundo, es uno de los jugadores más codiciados por los principales clubes europeos.

Es curioso, antes de iniciarse el Mundial de Rusia pensábamos que los héroes serían Messi, Neymar, Ronaldo… Ahora, cuando Francia se ha erigido en campeón, podemos concluir que el esfuerzo colectivo ha superado al individual y que en ello bastante ha tenido que ver la aportación de todos esos jugadores  inmigrantes que, desgraciadamente, en muchos países del mundo todavía son considerados por sus respectivos gobiernos como ciudadanos de segunda clase.