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¡Locas creyentes en el demonio y las exorciones!", decía la prensa sobre estas mujeres. 
¡Locas creyentes en el demonio y las exorciones!", decía la prensa sobre estas mujeres. 

“¡Contra la brujería terrorista!”: Argentina vivió una caza de brujas, pero fue en el siglo XX

Las revistas de la época hablaban sobre esta "comparsa de malas mujeres" que realizaban ritos secretos e incluso se organizaron redadas para detenerlas. 

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En 1901, cuando el espiritismo, la teosofía, el magnetismo espiritualista y el mesmerismo aún eran creencias muy extendidas en todo el continente, en Buenos Aires se organizó un proceso judicial sin precedentes contra las adivinas que actuaban en la capital argentina. En esta moderna redada inquisitorial contemporánea, las mujeres detenidas fueron acusadas de terrorismo, superstición y fraude. Dirigieron la operación el juez Servando Gallegos y el comisario Eduardo Vivas.

A las acusadas se les incautaron numerosas figuras de San Antonio y muchas figuras de Cristo con las que las “inmorales” brujas modernas realizaban sus ritos secretos, siempre ataviadas con túnicas y en salones tapizados de rojo o negro. La prensa del momento se hizo eco de los procesos.

La tradición argentina relativa a brujas y a su caza se remontaba al año 1700, momento en que fueron juzgadas mujeres consideradas malignas (curanderas, en realidad) en la provincia de Santiago del Estero. Los rumores sobres brujas duraron todo el siglo XX y se combinaron con tradiciones procedentes del mundo colonial.

El ambiente en la ciudad a caballo entre los siglos XIX y XX era otra cosa y propiciaba todo tipo de disidencias religiosas a medio camino entre la necromancia y el cientificismo. Por ejemplo, el reputado químico Octavio Rebaudi (1860-1931) dirigió la Revista Magnetológica. En 1886, Rebaudi se adhirió a la Sociedad Espiritista Constancia. Diez años después, publicaba el libro Apuntes sobre espiritismo experimental.

Una comparsa de malas mujeres

La buena sociedad veía con malos ojos esa oleada de creencias alternativas, y por ese motivo la lucha contra las adivinas fue considerada una lucha por la moralidad pública. La centralidad de Buenos Aires como capital de la espiritualidad heterodoxa entró en decadencia hacia 1910, languideciendo aún durante treinta años más.

El 31 de agosto de 1901, la prestigiosa revista Caras y caretas publicó detalles sobre los procesados y sus prácticas. El público pudo ver a la adivina Juana Lorete posar ante su altar, y también pudo verle la cara al nigromante conocido como “Santón del Riachuelo”.

El reportaje se refería a las adivinas como: “esa infame comparsa de malas mujeres que generalmente alternan con otros oficios bajos. La profesión tiene sus mártires también, sus desequilibradas convencidas, pobres locas creyentes en el demonio y las exorciones, que oyen voces interiores impulsándolas a desempeñar en el mundo su misión sobrenatural”.

Aunque la intencionalidad maliciosa parece evidente, es posible que en el fondo de todo el asunto hubiera una redada contra el lumpen urbano más indisciplinado y popular, lleno de creencias incontroladas, todo ello aliñado con sensacionalismo y misoginia tradicional fuertemente arraigada.