Antes de que empezaran los Juegos Olímpicos de Tokio, la gimnasta de 18 años Luciana Alvarado ya había hecho historia para Costa Rica, convirtiéndose en la primera gimnasta de su historia en competir en unos Juegos Olímpicos.

Su historia no termina en una carrera de Cenicienta hacia el podio -terminó el domingo durante la última ronda de clasificación de la gimnasia femenina-, pero aun así tuvo un impacto que tiene al mundo hablando.

La atención se centra en el final de su rutina de suelo, que concluyó con Alvarado sobre una rodilla, la cabeza hacia atrás y el puño en alto.

El gesto fue en honor al movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan) y su repercusión en el último año y medio tras el asesinato de George Floyd a manos del expolicía de Minneapolis Derek Chauvin.

La escena, en la que Chauvin se arrodilló sobre el cuello de Floyd durante más de nueve minutos, fue capturada en video y encendió la polémica en el mundo en torno a los problemas de la brutalidad policial y el tratamiento de los individuos negros y morenos en la justicia penal.

Muchas de esas reacciones siguen dándose al día de hoy, y el mundo del deporte respondió arrodillándose antes de la mayoría de los partidos. Muchos atletas negros y morenos también han utilizado sus plataformas como iconos mundiales para difundir aún más la demanda de justicia racial.

La postura de Alvarado es algo que, según dijo, tanto ella como su primo incorporan a sus rutinas.

"Siento que si haces algo que une a todo el mundo, ya sabes, y lo ves aquí, como 'Sí, eres uno de los míos, entiendes las cosas', la importancia de que todo el mundo sea tratado con respeto y dignidad y de que todo el mundo tenga los mismos derechos porque todos somos iguales y todos somos hermosos e increíbles", dijo al podcast GymCastic en el entrenamiento.

Su gesto es también el más reciente en la historia de los Juegos Olímpicos en favor de la justicia racial. 

La más destacada tuvo lugar en Ciudad de México durante los Juegos Olímpicos de 1968. En el podio de la final de los 200 metros lisos masculinos de aquel año, el medallista de oro Tommie Smith y el medallista de bronce John Carlos -ambos negros- levantaron un puño enguantado de negro mientras sonaba el himno de las estrellas para celebrar sus logros.

Fue un desafío a los abusos de los derechos humanos a los que se enfrentaron millones de estadounidenses negros durante el Movimiento por los Derechos Civiles, al trato que recibían los atletas negros de la época, como Muhammad Ali, y a la falta de viviendas y oportunidades adecuadas para los estadounidenses negros.

También recibieron sus medallas sin zapatos para representar la pobreza a la que se enfrenta la comunidad negra en Estados Unidos.

Más tarde, en su autobiografía, Smith revisó el gesto que calificó de saludo del "Poder Negro" y lo calificó de saludo en interés de los derechos humanos.

Ambos corredores fueron condenados al ostracismo de la comunidad deportiva tras sus acciones.

Al principio, tras el gesto de Alvarado, se pensó que el Comité Olímpico Internacional podría sancionarla, ya que tiene normas contra las acciones de protesta de los atletas. 

Sin embargo, dado que formaba parte de su rutina artística, es probable que no se le aplique ninguna medida disciplinaria.