La prensa bautizó el suceso como la “bomba Serrat”. Fue un inesperado momento que sacudió a las autoridades y a la sociedad española. Corría el año 1968, y se acercaba la fecha para la final del popular festival musical de Eurovisión. Un jovencísimo Joan Manuel Serrat, que era una voz emergente en la generación de nuevos cantautores nacionales, fue seleccionado para representar a España en la final.

La canción elegida fue “La, la, la”, compuesta por el Dúo Dinámico, que fue asignada a Serrat para intentar lograr el prestigioso galardón. España solía cosechar muy malos resultados, incluidas votaciones donde logró 0 puntos, como ocurrió con las candidaturas de Conchita Bautista o Víctor Balaguer. En 1967, Raphael presentó su “Hablemos del amor” y quedó en séptimo lugar.

Dada la popularidad y el talento de Serrat, parecía una apuesta fiable para ganar. Pero pocos sospecharon que acabarían pesando más sus convicciones políticas: el cantautor era un reconocido activista contra el régimen de Franco, y le incomodaba la idea de representar a su país autoritario en una competición internacional. No quería blanquear el fascismo con su voz.

La discrepancia se hizo pública cuando Serrat aireó que no le gustaba demasiado la canción seleccionada. La consideraba floja y demasiado comercial. Por ello, pidió a los responsables de Televisión Española (el único canal existente en la época, responsable de la organización del evento) que le permitieran acudir al certamen en Londres con una canción escrita por él. Durante semanas, se vio obligado a interpretar “la, la, la” por toda Europa en la gira promocional de la canción.

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La crisis estalló en París, donde se disponía a seguir su gira de presentación. A apenas 12 días de la final, escribió una carta a mano enviada a medios de comunicación, donde aclaraba que solo participaría cantando la canción del Dúo Dinámico si le permitían interpretarla en catalán. En aquellos años, Serrat fue promotor de la “Nova cançó”, un colectivo de artistas que impulsaba el uso de esta lengua regional, prohibida por el régimen franquista.

“Yo soy y sigo siendo por encima de todo un cantante catalán, y en esta lengua me he expresado para cantar durante cuatro años”, escribió al final de la carta. Aunque al inicio aclaraba que su selección a Eurovisión fue “un orgullo y una responsabilidad, porque sabía que en mí iban a estar fijos los ojos e ilusiones de millones de españoles”.

Pero Serrat lo tuvo claro: “un hombre ha de ser fiel a sí mismo y a la gente que le es fiel”.

Tras el incidente, fue acusado de “traidor” de la patria y fue vetado durante largos años en España, por lo que desarrolló su carrera mayoritariamente en Latinoamérica.