Los hijos ‘punk’ de la serpiente emplumada
“Vivimos en una eterna resistencia”, aúllan como el coyote Los Cogelones, la banda de punk ancestral mexicano mezcla de Ramones y sacerdotes aztecas.
Cuando el punk llegó a México a finales de los años 70’ venía de la mano de los hijos de familias adineradas que habían viajado y conocido el rugido de Ramones, Sex Pistols y The Clash, grupos surgidos de la ira de las clases más bajas contra un sistema que más que olvidarlas las había pisoteado.
Poco a poco, este alarido en contra de las normas fue llegando a los barrios más humildes del país con grupos como Herejía, Xenofobia, Virginidad Suicida - la primera banda de punk femenina- o Colectivo Caótico, que nació en Neza, la ciudad del ‘coyote que ayuna’.
Una urbe densamente poblada que fue en su origen un pantanal donde se hacinaban las chozas -la cara menos amable y oscura del ‘milagro mexicano’-, y que hoy sigue enfrentando unos altísimos índices de criminalidad y violencia doméstica.
Pero Neza es también un enclave de resistencia musical, donde los hijos de aquel despertar punk, Los Cogelones, aporrean sus instrumentos invocados a sus ancestros en su lengua náhuatl.
Cuando estos cinco hermanos llegaron con sus padres al barrio de El Sol de Nezahualcóyotl, que lleva el nombre de un poeta y gobernante prehispánico, aún los caminos estaban sin asfaltar y las casas estaban techadas con láminas de metal.
“Es un lugar que crece de la adversidad”, contaba el cantante, Víctor Hugo, a AFP.
Formaron su banda en 2009, pero a poco empezaron a darse cuenta que su música trascendía los trillados ideales de sexo, drogas y rock&roll para transformarse en otra cosa. Se convirtieron en la cresta de la serpiente emplumada, poco a poco fueron combinando el español con su lengua indígena, el náhuatl, y añadieron a sus rasgueos de guitarra el sonido de los tambores, las conchas y el bramido de sus ancestros.
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"En 2012 comenzamos a incorporar oraciones como lo hicieron nuestros abuelos mexicas (aztecas), e integramos instrumentos precolombinos en esta mezcla de nuestro presente y pasado nativo", dijo Marco Sandoval, el baterista de 33 años, a la AFP.
Ahora, vestidos con sus ropas tradicionales, Los Cogelones utilizan el punk rock para preservar su patrimonio cultural y abren sus ensayos a jóvenes estudiantes de música de la localidad.
"Nos gusta compartir la música con los niños... porque es nuestra herencia", dijo Alberto Sandoval, de 30 años, que toca instrumentos indígenas como el huehuetl, un tambor tubular.
El disco debut del grupo, Hijos del Sol, se lanzó en julio, pero con la pandemia tuvieron que posponer las presentaciones, e incluso dejar de realizar su danza ritual semanal en las calles. Estos hermanos saben que “la lucha no ha terminado”. “Vivimos en una eterna resistencia”, declama su baterista.
En tanto, la localidad de Neza va a la cabeza de los contagios en México y los cubrebocas son escasos, la gente se resiste a creer que esta pandemia pueda con ellos -”de algo me tengo que morir”, es una frase frecuente entre sus vecinos-.
Hoy más que nunca, aunque sea desde las azoteas, el punk tiene su sentido. De denuncia y como guardián de la memoria colectiva.
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