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Rudolfo Anaya. Photo: NEH
Rudolfo Anaya. Photo: NEH

Fallece a los 82 años Rudolfo Anaya, pionero de la literatura chicana

La novela Bless me, Ultima inspiró a toda una generación de autores mexicanoamericanos en los años 70.

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Pedro & Daniel

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Un día Rudolfo Anaya estaba escribiendo en su cuarto cuando de repente se le presentó una mujer en el marco de la puerta. No una mujer de carne y hueso, sino una musa. LA musa. “Nunca estará bien a menos que me pongas en ella”, le dijo la mujer refiriéndose a lo que Rudolfo andaba escribiendo. Él le preguntó quién era ella, a lo que la musa contestó: “Soy Última”. 

De este chispazo divino surgió, según el escritor, una obra que abriría camino al movimiento literario chicano en los Estados Unidos. Se titula Bless me, Ultima, y vaya si le bendijo, porque esta novela de 1972 que cuenta la historia de un joven chicano y su relación con una curandera en la Segunda Guerra Mundial sería considerada por los críticos como la piedra fundacional que animaría a otros muchos autores mexicoamericanos a escribir creando un amplio abanico de referencias culturales e imágenes que se mantienen hasta nuestros días.

El pasado domingo, el escritor falleció en su casa de Alburquerque, Nuevo México, tras una larga enfermedad, según informó su sobrina, Berlinda Henry. 

Sin embargo, la colosal obra de este autor nacido en Pastura, Nuevo México, e inspirado desde la juventud por los narradores orales hispanohablantes de la región, ha dejado una gran estela tanto artística como histórica, llevando un pedazo del realismo mágico a los Estados Unidos. Una estela que empezó, aunque parezca irónico, con Última.

El libro apareció publicado en plena eclosión de las luchas por los derechos civiles del pueblo mexicomaericano. Era un pulso entre la asimilación a la cultura blanca dominante o el mantenimiento y orgullo de las propias raíces en un momento en que a duras penas los jóvenes latinos encontraban referentes literarios propios en las universidades. 

Bless me, Ultima empezó a pasar de mano en mano, de los círculos de activistas a los centros comunitarios, junto a la poesía de Lorna Dee Cervantes o a Earth Did Not Devour Him de Tomás Rivera.

“Me sentí completamente transportado la primera vez que tomé Bless Me, Ultima”, dijo a AP el novelista y poeta Rigoberto González, que fue discípulo de Anaya. “De alguna manera era capaz de capturar el paisaje de nuestra comunidad y hacernos sentir orgullosos”.

Con una prosa tan imaginativa como imparable, Rudolfo Anaya dio vida también al detective chicano Sonny Baca y escribió otras muchas novelas que le granjearon la fama que necesitaba para comenzar un programa de escritura creativa en la Universidad de Nuevo México y un retiro para escritores latinos en Jemez Spring. 

Curiosamente, Bless me, Ultima fue prohibida en algunas escuelas de Arizona debido a una campaña ultraconservadora que temía la sublevación de los latinos contra el gobierno federal. En las universidades y entre los críticos, sin embargo, la novela seguía siendo un referente, tanto que contraatacaron la cortedad de miras de los políticos llevando las obras de Anaya y otros autores latinos a las bibliotecas cercanas a las escuelas donde la novela fue prohibida. 

En 2013, la novela de Anaya inspirada por su musa, Última, se convirtió en una película y tres años después el Centro Cultural Nacional Hispano de Albuquerque anunció que estaba trabajando en su versión ópera. 

El chicano también recibió la Medalla Nacional de Humanidades del presidente Barack Obama en 2016. Para entonces Rudolfo Anaya ya sufría problemas de salud y recogió su medalla en silla de ruedas.  

Ahora que es tiempo de visibilizar aquellas obras y autores que han sido un faro para los latinos en Estados Unidos, las historias de Anaya son el verdadero testimonio de lo que significa nacer en este país y tener las raíces en otro.