El lesbianismo “bastardo” y sin etiquetas de Tatiana de la Tierra
Activista y artista que no entendía de límites, De la Tierra fundó el primer fanzine internacional sobre la experiencia lesbiana latina
Hackear el binarismo de una sociedad que nos etiqueta como si fuéramos productos y a todo impone un valor de mercado no es una tarea sencilla ni amable.
Y quienes abren caminos retorciendo las estructuras existentes muchas veces deben alojarse en los bordes, reclamar la “monstruosidad” para sí y lo “feo” y “grotesco” en contraposición a una normalidad que encorseta a quien no se deja emborronar por ella.
La activista y escritora Tatiana De la Tierra fue latina, queer y migrante, pero reivindicó la marginalidad para repensar qué significaban todas estas identidades que construímos y construyen.
Nacida en Colombia, De la Tierra migró a los Estados Unidos junto a su familia cuando tenía 8 años y a partir de ese momento experimentó los prejuicios comunes a las minorías, pero decidió que el afán de otros estigmatizarla iba a convertirse en su fuerza:
"Temía esos momentos públicos que ponían de relieve el hecho de que era una extranjera. A veces me sentaba en mi escritorio, planeando mi venganza. Dominaría la lengua inglesa. Me infiltraría en la cultura gringa sin que se supiera que era una traidora. Lucharía en su lengua y les haría tropezar. Les arrancaría el alma y los dejaría en la orilla para que los buitres los picotearan".
La colombiana tenía muy seguras sus raíces y también su identidad sexual, que desde niña investigó en la biblioteca y a través de inocentes juegos infantiles con sus amigas. Pero no fue hasta llegar a la universidad cuando pudo explorar quién era realmente.
Como antes que psicóloga fue masajista, aprovechaba los numerosos festivales de música que se celebraban en todo el país para llevarse su camilla y ofrecer masajes a las asistentes. Así fue como, más allá de los libros y la teoría, pudo conocer a una gran variedad de mujeres racializadas:
"Conocer a latinas y mujeres negras en el circuito de festivales fue el siguiente gran despertar para mí. Ya conocía las políticas de identidad y tenía conciencia de clase, pero había pasado por alto la forma en que la raza, la cultura y la etnia encajaban en el panorama general de mi identidad lesbiana. Así surgió mi conciencia de mujer de color, junto con mi identidad de lesbiana latina, y esto dio forma a mis alianzas y acciones en los años siguientes”.
Esas acciones tomarían forma en un fanzine que sentó precedente y acabó convirtiéndose en la primera publicación para y sobre lesbianas latinas del mundo. ¿Su nombre? Esto no tiene nombre.
Durante nueve números, este fanzine LGBTQ que muchos tildaron de “pornográfico” supuso un espacio de libertad para reflexionar sobre la experiencia lésbica y latina, incluyendo una sexualidad y un lenguaje totalmente libres de tabús.
Una revista puramente bilingüe donde encontrarían su hogar algunas de las grandes escritoras latinas como Cherríe Moraga, Achy Obejas, Carmelita Tropicana, Laura Aguilar, Marcia Ochoa, Juana María Rodríguez y Luz María Umpierre, y que al principio, como todo fanzine, sería distribuido de mano en mano en encuentros de lesbianas feministas.
Esto no tiene nombre supuso un verdadero revulsivo en la década de los noventa y luego cedería el lugar a Conmoción, donde De la Tierra seguiría dando voz al colectivo y cuestionando las nociones de identidad tan arraigadas y a menudo simplistas. Por ejemplo, en uno de los números de Conmoción publicó una “Lista de verificación de lesbianas 100% latinas” donde se burlaba de esa supuesta pureza.
Sin embargo, tanto Esto no tiene nombre como Conmoción acabaron desapareciendo por falta de fondos.
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Tatiana había pasado muchos años reflexionando acerca del lesbianismo latino, pero tras ser diagnosticada con lupus en 1990 necesitó buscar otras vías de expresión como autora y emprendió uan maestría en Literatura Creativa en la Universidad de Texas, además de una segunda maestría en Biblioteconomía -su gran pasión.
Los libros eran su cobijo, pero la palabra era su arma y su forma de dinamitar la heteronormatividad. Brotaba ésta descontrolada y monstruosa, bella, como un felino peligroso, en cada verso de sus poemas.
“Las mujeres con barbas/ son muchas/ pero no todas/ mantienen el montón de pelos desobedientes/ a la vista”, escribió Tatiana de la Tierra.
La escritora también invocó a los monstruos del desgénero en ‘Oda a las lesbianas desgradables’, un manifiesto sobre la fealdad como poder con versos tan sugerentes como estos:
“Me encanta una lesbiana fea/ que camina coja / que habla con un ceceo/ que deja su caja de dientes en el lavamanos en la noche/ se viste con pantalones de poliéster/ se unta colonia barata de hombres/ tiene una barba tan larga que se para en ella/ le brotan verrugas en los doce dedos de sus pies/ carga una escupidera en el bolsillo/ se seca el sudor con un pañuelo de papel periódico”.
Su pensamiento incendiario y liberador puede encontrarse en libros como For the Hard Ones: A Lesbian Phenomenology / Para las duras: Una fenomenología lesbiana” (Calaca/Chibcha Press, 2002) y es motivo de estudio y fascinación.
Pero sobre todo, de inspiración y acción deslengüada. Un antídoto al binarismo y las creencias que tanto dentro como fuera del colectivo nos impiden vernos y reividicarnos tal cual somos.
“Los textos lésbicos -escribió Tatiana- se pasan de mano en mano y de boca en boca. Se ubican en la piel, en la mirada, en la geografía de las palmas de las manos”.
Textos que son como obuses directos al privilegio. Bastardos y marginales. Radicales en el mejor de los sentidos.
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