Cárteles y exilio forzado: Así viven los veteranos de guerra deportados a México
El documental "Ready for war" arroja luz sobre el triste destino de los miles de veteranos deportados que están a merced de los cárteles de la droga.
El día que salió de prisión tenía un furgón de inmigración esperándole en la puerta. “Si hubieran llegado más tarde, te ibas a tu casa”, le dijeron los guardas. A nadie le parecía justo. Ni a los abogados con los que habló, ni a los jueces que rechazaron atender el caso. No, no podía ser más que un error, todo el mundo sabe que a los veteranos de guerra no se les puede deportar, ¿o sí?
“Mi abuelo era norteamericano. Yo nací en Mexico, como mi papá, pero desde bien pequeño viví en Estados Unidos; estudié la Primaria y la Secundaria en Chicago; me casé y tuve a mi hija en esta ciudad, y también me alisté en el ejército parta servir a mi país. Entonces ocurrió el 11-S, me destinaron a Afganistán por dos veces y cuando regresé a mi hogar empecé a sentirme raro. No podía estar rodeado de gente, me daban sudores, y aunque mi familia me presionó para acudir al hospital de veteranos, me refugié en la droga y el alcohol”, cuenta Miguel Pérez, que pasó siete años y medio en prisión por estar en el lugar equivocado y en el momento equivocado.
Y sin embargo, advierte que irónicamente fue lo mejor que le pudo ocurrir: “En la cárcel recibí tratamiento médico y descubrí mi vocación: ayudaba a otros presos con sus estudios”.
Miguel es uno de los protagonistas de “Ready for war”, el documental dirigido por Andrew Renzi que se estrena mañana y que sigue las vidas de los veteranos deportados a Mexico después de haber combatido en la guerra, algo que lleva ocurriendo desde antes de las elecciones que dieron la victoria a Trump pero se ha acelerado en los últimos años debido a su política anti-inmigratoria.
“Lo más sorprendente es que cada uno de los militares deportados volvería a servir gustosamente en el ejército de U.S., a pesar de cómo les han tratado” -Andrew Renzi.
Andrew viajó junto a su productor a Tijuana para conocer a Héctor Barajas, uno de los militares protagonistas del documental y que dirige desde hace años un centro destino a ayudar a los miles de veteranos deportados a conseguir la ciudadanía, en tanto siguen llegando, la mayoría engañados por los miembros del ICE.
“Luego de conocer la historia de Héctor, visitamos en Juárez al periodista Luis Chaparro y comenzamos a reunirnos con veteranos deportados que habían sido obligados a trabajar para los cárteles de la droga debido a su entrenamiento bélico. Y supimos que teníamos que hacer esta película”, cuenta Andrew.
“Nadie sabe que esto está sucediéndole a muchísima gente. Hay tantos hombres y mujeres deportados a pesar de su servicio… Y lo más sorprendente es que cada uno de ellos serviría gustosamente en el ejército de U.S. de nuevo a pesar de cómo les han tratado”, continúa el director, que pasó más de dos años trabajando en el proyecto en ciudades como Juárez y Tijuana, viviendo situaciones, como él mismo confiesa, bastante peligrosas.
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“A menudo teníamos que demostrar que no éramos de la DEA y eso nos llevó a momentos tensos. Una vez un narco me pidió que probase que no era un agente encubierto y me amenazó con matarnos si no lo hacía; saqué el teléfono y busqué en Google una foto vieja en la que aparecía con Richard Gere. Supongo que el sicario había visto ‘Pretty Woman’, porque sonreía y decía: ‘¡Eh, conozco a ese tipo!’”.
En Matamoros, en el estado mexicano de Tamaulipas, hay un campamento de refugiados centroamericanos donde viven hacinados y en pésimas condiciones de vida más de dos mil almas esperando recibir asilo político. Tamaulipas es el paraíso del narco; cada día son abatidos pistoleros y hay ataques y balaceras entre el ejército y la policía con los cárteles del noroeste.
Justo allí, en Matamoros, al otro lado de la frontera con Texas, Miguel Pérez fue trasladado un marzo de 2018 después de pasar año y medio en un centro de detención. Pero lo hizo, como él mismo dice, “engañado”. Y no fue lo único que ocurrió…
“En el centro de detención había sufrido muchas violaciones de mis derechos: no me daban la medicación correcta, ni dejaban que entrase mi médico; me cortaron el agua de la celda para que les rogase… Y un día, después de mucho pelear con mi abogado, me hicieron jurar ciudadanía. Pero era mentira, a las dos horas me la denegaron por el mismo crimen por el que ya había pagado, y en una semana me deportaron también engañado, aun sabiendo que era un riesgo para mí”.
Expatriados a la fuerza, sufriendo muchos de ellos síndrome post-traumático fruto de los años de combate, viven ocultando, según Miguel Pérez, su verdadera identidad con la esperanza de eludir a los cárteles. “Se hacen pasar por turistas que están visitando, aunque algunos lleven hasta 15 años luchando por volver a U.S.”.
“Dejamos a nuestras familias para ir a la guerra, y sufrieron. Regresamos con problemas mentales, y siguieron sufriendo. Y luego llegó la deportación”.
Con una espectacular dirección de fotografía de Jeff Peterman que elude totalmente la estética tradicional del documental y asemeja al thriller - “queríamos que el espectador olvidase qué estaba viendo y al volver a la tierra, la realidad les golpease más fuerte”, dice el director-, “Ready for war” nos traslada también a la sangrienta guerra entre dos cárteles en Juárez, al testimonio de un veterano que cayó en manos del Narco y se esconde tras un pasamontañas.
“Dejamos a nuestras familias para ir a la guerra, y sufrieron. Regresamos con problemas mentales, y siguieron sufriendo. Y luego llegó la deportación. Lo peor después de haber luchado por tu país es que te separen de los tuyos. Pero no me siento traicionado por mi país; peleé por él, aunque la ley no sea perfecta…”, concluye Miguel Perez, quien consiguió la ciudadanía en septiembre de este año y, de vuelta a Chicago, ayuda a otros veteranos a regresar a casa.
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