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La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinta Ardern, vence con mano dura y franqueza la pandemia de la Covid-19. / D. Munoz
La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinta Ardern, vence con mano dura y franqueza la pandemia de la Covid-19. / D. Munoz

La exitosa estrategia contra la Covid-19 de los países liderados por mujeres, una lección para U.S.

Del severo confinamiento de Nueva Zelanda a la transparencia de los gobiernos nórdicos, los Ejecutivos comandados por mujeres le están ganando la partida al…

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Pasado un mes de que se declarase el estado de emergencia por la pandemia de coronavirus en Nueva Zelanda, la primera ministra, Jacinta Ardern, anunció ayer que empezaban a levantar el confinamiento.

“No hay transmisión comunitaria generalizada no detectada”, dijo victoriosa.

Nueva Zelanda, que había impuesto una de las cuarentenas más estrictas del mundo amparada en una estrategia de “eliminación” de la curva de contagios, volvía a situarse en la fase 3, lo que representa que muchas actividades económicas del país se iniciarán de nuevo, aunque el encierro se mantendrá.

La contundente forma en que el gobierno ha plantado cara a la pandemia ha dado sus frutos: con solo un contagio al día e incluso ninguno el pasado 23 de abril y únicamente 19 fallecimientos. 

La estrategia de “eliminación”

A mediados de marzo, cuando empezaron a aparecer los primeros casos de contagio en Nueva Zelanda, el Gobierno ordenó cerrar herméticamente el país e impuso un sistema de alerta de cuatro fases, que incluía la clausura de espacios donde se pudieran congregar más de 100 personas y el confinamiento para ciudadanos en riesgo.

Cuando ya hubo un centenar de casos, la primera ministra habló muy seria y honestamente a sus ciudadanos: “Estamos actuando temprano. Italia también tuvo 102 casos una vez”, les aseguró. 

En cuestión de unas horas, se activó la fase 4, llamada de “eliminación”, donde establecía un confinamiento obligatorio para 4,8 millones de neozelandeses durante un mes. Nadie, absolutamente nadie, podía salir de su hogar a menos que fuera al médico, a la farmacia o a comprar alimentos. 

Ardern siempre han sido un colchón para su gente: “Sé fuerte. Sé Amable”, ha sido su lema en la mayoría de sus comparecencias. 

Para finales de marzo, la curva de contagios fue descendiendo y ya solo había una decena de infectados al día. También controlaron la “burbuja de contagios” para evitar que el virus se propagase con la rapidez con la que suele hacerlo.

Hasta el punto en el que se encuentran hoy, donde ya es posible identificar el foco de los nuevos casos y conseguir lo que otros países están lejos de hacer: mantener a raya la pandemia con mano dura y franqueza. 

Nueva Zelanda contó con algo a su favor: la propia geografía del país, compuesto por dos islas; también tiene poca población -menos de 5 millones de personas-, y su economía es saludable, por lo que han podido hacer frente a la bajada estrepitosa del turismo y organizar paquetes de ayuda. 

Si bien los mensajes de Ardern siempre han sido un colchón para su gente: “Sé fuerte. Sé Amable”, ha sido su lema en la mayoría de sus comparecencias. 

La transparencia nórdica

Países como Dinamarca, Noruega, Islandia y Finlandia ya han reabierto sus escuelas y pequeños comercios siguiendo estrictas normas de higiene y restricciones de distancia. Incluso los ministros de Sanidad y Cultura se han animado a acudir al peluquero (falta les hacía). 

Su estrategia desde el comienzo de esta crisis sanitaria merece una mención aparte: en lugar de infantilizar a sus ciudadanos, filtrando y edulcorando la información, fueron abiertos y honestos desde el principio para evitar la proliferación de noticias falsas.

Ni siquiera tuvieron que imponer órdenes de confinamiento en la mayoría de los casos.

Uno de los puntos a favor de su gestión de la pandemia es que, al contrario de lo que sucede en otros países, los daneses, finlandeses y noruegos confían en su gobierno. 

Así lo explicó el experto en comunicación Anders Dybdal respecto al Ejecutivo danés, liderado por la socialdemócrata Mette Frederiksen:

“Hay una gran confianza en los gobiernos, autoridades y medios, lo que facilita gestionar algunas situaciones. Esa confianza es la que hace que los daneses hayan sido uno de los mejores siguiendo las recomendaciones", dijo.

"Frederiksen lo ha sabido gestionar bien, ha aparecido rodeada por las autoridades sanitarias, enviando un mensaje claro. Y para la reapertura ha sabido incorporar a la oposición a las negociaciones".

Escuela en Dinamarca. Efe / Heiko Junge

Por su parte, el Gobierno finlandés, dirigido por Sanna Martin, ha dado una lección de transparencia, con ruedas de prensa casi diarias y una gran libertad de prensa.

"Una de las cosas que hacen únicos a los países nórdicos es que sus gobiernos sencillamente no tienen ningún instrumento legal para intentar forzar o silenciar a los medios, estarían rompiendo la ley sólo con intentarlo", sostuvo el presidente de Reporteros sin Fronteras (RSF) en Finlandia, Jarmo Mäkelä.

Sin embargo, Mäkelä apuntó que los únicos problemas se han originado en las redes sociales a través del discurso del odio.

También en Islandia, un país mucho más despoblado pero que se encuentra a la cabeza del diagnóstico clínico, la primera ministra Katrín Jakobsdóttir ordenó repartir tests gratuitos para romper el contagio y aislar los focos.

Conviene pararse a reflexionar un minuto por qué estos cinco países liderados por mujeres, incluyendo a la noruega Erna Solberg y la danesa Helle Thorning-Schmidt- están ganando la batalla al virus sin emplear políticas agresivas, sólo pensando en el bienestar de los ciudadanos y en la manera más rápida de dar carpetazo a esta trágica situación sin que la economía o la salud acaben heridas de muerte.

Mientras tanto, la ciudadanía en naciones como Estados Unidos, Italia o España vive un verdadero infierno que pone de relieve que incluso en el morir hay ciudadanos de primera y de segunda.