[OP-ED]: El poder de la imagen
Los analistas políticos estuvieron de acuerdo en que las imágenes televisivas hacen la diferencia entre ganar o perder la Presidencia de Estados Unidos. El que tenga más dinero para vender su imagen tiene mayores posibilidades de ser el ganador.
Neil Postman, sociólogo, y crítico cultural estadounidense, hace 25 años predecía el futuro de la Era de la Información y ya cuestionaba la actitud pasiva de los televidentes: “¿Qué ha pasado con la actitud crítica de la ciudadanía? Se deja llevar por los anuncios políticos pagados que a través de anuncios fríamente calculados por la mercadotecnia de punta, proyectan una imagen de honestidad, eficiencia, compromiso social, preocupación por los marginados, y todo es mera actuación ante las cámaras. La televisión es utilizada para transmitir imágenes de personas profesionalmente maquilladas”.
No alcanzó a presenciar el espectáculo bochornoso en que se convirtieron las elecciones USA; tampoco vio la falta de escrúpulos de los políticos que los induce a disminuir al contrincante frente a las cámaras hasta casi acabar con él. Se adelantó a su tiempo cuando vaticinó las consecuencias que en la conducta humana tendría la aplicación de la informática en el mundo de alta tecnología: “Cuando la computadora filtra todos los hechos; cuando la diosa Tecnología nos dice que realmente podemos poseer toda la verdad a través de la información, no nos advierte que podemos caer en la pasividad, en la dependencia, el creer todo lo que se nos dice sin cuestionarlo, o sin entenderlo. Como personas somos sujetos a errores de interpretación si no desarrollamos una actitud crítica, y de no hacerlo perderemos nuestra humanidad”.
No es para morir de risa, sino como para llorar el hecho de que inclusive los ciudadanos del país más poderoso del mundo, a pesar de su educación, se dejen impresionar más por la apariencia que por la capacidad de gobernar de sus candidatos. No importa la preparación del candidato/a y su disposición a servir: las últimas encuestas reflejan una marcada tendencia a votar por la imagen. Tiene mayores probabilidades de triunfo un buen actor que un buen estadista.
Neil Postman acuñó el término Media Ecology, ‘Ecología de los Medios de Comunicación’, para definir el efecto que los medios ejercen en la percepción humana, en el entendimiento, los sentimientos y los valores, y cómo esa interacción facilita o impide nuestra calidad de vida. Neil describió el complejo sistema de mensajes subliminales a través de los medios que se imponen a los televidentes y que influyen en su manera de pensar, sentir, y comportarse. “Las imágenes estructuran lo que vemos, decimos y hacemos.”
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Es tan poderosa la imagen que puede determinar quién gana y quién pierde en unas elecciones que afectarán al mundo entero: “Vivimos enterrados en basura de datos y sin una escoba para retirarla”. Se ha roto el vínculo de la comunicación auténtica del ser humano. La información es ahora un artículo que se compra y se vende, se da o se quita indiscriminadamente según los intereses del informador; va dirigido a nadie en particular y al mismo tiempo a todos, en cantidades voluminosas, con la rapidez del rayo, desconectada de significado.”
La información llega sin ser cuestionada, y no tenemos un instrumento para tejer los datos aislados en un tapete que nos dé una visión de la realidad. Los televidentes por lo general no tienen acceso a puntos de vista que expongan en noticieros la importancia de la elección en el aspecto moral, social, y económico y las consecuencias para el futuro de nuestro país.
Pudiésemos confundir los avances de la tecnología en informática con el progreso humano pero caeríamos en un grave error: la demasiada información no resuelve la problemática actual, sino que la agrava. No proporciona a los televidentes los datos trascendentales que necesitan: el sentido de justicia, responsabilidad, valor, y compasión de un candidato, y se pierde en intrascendencias como cuánto han gastado en ropa y accesorios o cuánto dinero han recabado o gastado en la campaña.
Es necesario abrir nuestro criterio para permitir que la ciencia tecnológica elimine la superstición que en ocasiones substituye a la religión, y que la religión purifique a la ciencia de la adoración a la verdad absoluta, que proclama el falso dios de la tecnología.
La ciencia y la religión, unidas, pueden llenarnos de esperanza, ser dadoras de vida y de promesa si aprendemos a reverenciarlas con sabiduría y con fe. Ciencia y religión pueden proporcionarnos una visión para el futuro basada en ideales, en reglas de conducta para mejorar el ambiente social, en fuente de autoridad moral y, sobre todo, en imágenes e ideas que ayuden a dar sentido a nuestras vidas en un mundo que se encuentra en caos.
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