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Aleida García llevando la foto de su hijo asesinado durante “Vigilia por las víctimas de la violencia de armas”. Linn Washington
Aleida García llevando la foto de su hijo asesinado durante “Vigilia por las víctimas de la violencia de armas”. Linn Washington

[OP-ED]: Recordar lo malo por un buen motivo

Un soleado y frío día de invierno, mientras muchos ciudadanos de Filadelfia se entretenían alegremente con los preparativos de las fiestas navideñas, un puñado…

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Rosas de largos tallos decoraban los asientos preparados para acomodar a los asistentes a la “Vigilia por las Víctimas de la Violencia con Armas” en los ministerios de Broad Street.  

Durante la vigilia, varios asistentes se armaron de valor y compartieron en voz alta cómo la violencia armada ha destrozado sus vidas. 

Aleida García, por ejemplo, describió su propio descenso a la oscuridad el sábado 24 de enero de 2015, cuando dos detectives del cuerpo policial de Filadelfia se presentaron en su oficina para informarle que su hijo había sido asesinado unas horas antes.  

Su hijo Alejandro, padre de dos hijos, tenía entonces 34 años y era un estudiante de honor en la universidad de Temple. 

“Sentí como mi vida se hacía añicos”, dijo García. “Caí en lo más hondo y desde entonces nada ha sido igual. Pensé que la violencia era algo que afectaba a otras personas… no a mí”. 

La vigilia incluyó una ceremonia donde los asistentes encendieron velas para recordar a niños, hermanos, padres y otros seres queridos y amigos muertos por armas de fuego. Una mujer encendió tres velas: una para su hijo, otra para su hermano y otra para su padre. 

El podium al que se subieron a hablar fue decorado con retratos en pintura de niños asesinados.  

Uno de los retratos era el de Marcus Yates, un niño de Filadelfia de cinco años que perdió la vida en 1988 durante un tiroteo entre dos traficantes de droga. También había retratos de varias víctimas del horrible asesinato masivo ocurrido el 14 de diciembre de 2012 en la escuela elemental de Sandy Hook, Connecticut, en el que fallecieron 20 niños y seis profesores. 

Los organizadores de la vigilia eligieron  precisamente la víspera al aniversario de la matanza de Sandy Hook para convocar el evento. 

“Cada retrato tiene su propia voz”, dijo Judy Ringold, autora del proyecto de pinturas, titulado “Sueños perdidos sobre tela”.

Shira Goodman,  directora ejecutiva de CeaseFirePA, una organización que lucha contra la violencia armada, dijo que los crímenes relacionados con armas son una epidemia vergonzosa a nivel nacional. 

“Ni el Congreso ni Harrisburg han hecho nada para mantenernos a salvo”, dijo Goodman. “En realidad, lo único que han hecho ha sido empeorar las cosas”.

 Los concejales de Filadelfia Derek Green y William Greenlee también aprovecharon para desacreditar al Congreso y a Harrisburg por haber apoyado varias medidas de la Asociación Nacional del Rifle, NRA (la organización que defiende la propiedad y uso de armas de fuego) que agravan los problemas de violencia de este tipo. 

Green criticó concretamente al Congreso por apoyar una medida que permite a llevar armas ocultas en todo el país. Y Greenlee criticó a los diputados conservadores del estado en Harrisburg de bloquear los esfuerzos de Filadelfia por implementar diversas acciones para el control de armas a nivel local.

 Dorothy Johnson-Speight, directora ejecutiva de la asociación anti-violencia Mothers in Charge, también condenó a la NRA:

“¿Qué pasa con los derechos constitucionales?”, dijo Johnson-Speight en referencia a la reivindicación por parte de la NRA de que el derecho a tener armas recogido en la Segunda Enmienda es sacrosanto. “¿No tenemos también el derecho a vivir?”.

Aleida García criticó el hecho de que el conocido club nocturno donde su hijo fue asesinado permanece abierto a pesar de los continuos episodios de violencia que ocurren en ese establecimiento, incluyendo otro asesinato hace unas semanas. 

 Un activista del norte de Filadelfia criticó a la policía de la ciudad y las autoridades judiciales por actuar con complicidad con una banda de traficantes de drogas compuesta por cuatro generaciones de la misma familia, que está sembrando el caos en las calles. 

“Son informantes de la autoridad. ¡Ésto no debería pasar!