Una Europa precavida teme la era Trump
Europa se levantó el miércoles sin creer que, efectivamente, había despertado y aquello no era una pesadilla. Donald Trump, el multimillonario del que se han escuchado numerosos comentarios racistas y misóginos, se hacía con la presidencia de la primera potencia mundial frente a Hillary Clinton. Con la incredulidad a cuestas, empezaron las declaraciones oficiales en las que los líderes del viejo continente se esforzaron por dar un perfil diplomático.
Europa se levantó el miércoles sin creer que, efectivamente, había despertado y aquello no era una pesadilla. Donald Trump, el multimillonario del que se han escuchado numerosos comentarios racistas y misóginos, se hacía con la presidencia de la primera potencia mundial frente a Hillary Clinton. Con la incredulidad a cuestas, empezaron las declaraciones oficiales en las que los líderes del viejo continente se esforzaron por dar un perfil diplomático. Algunos se limitaron a la nota de prensa oficial de felicitación, como el presidente español, Mariano Rajoy, otros expresaron, con mayor o menor timidez, sus reservas. El miedo quedó detrás de las cámaras.
La Unión Europea y Estados Unidos son los dos principales actores en la economía mundial y representan el 60% del PIB del globo. El comercio entre las dos regiones es también el más elevado del mundo, que alcanza los 3,5 billones de dólares anuales. Dada la importancia de las relaciones a nivel económico, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, pedía a Trump que aclare sus posturas en temas como el comercio, la política climática o las futuras relaciones con los aliados de la OTAN. "Nos gustaría saber cómo proseguirán las cosas con la política comercial" profirió el responsable del ejecutivo comunitario, que teme por el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), ahora en fase de negociación. De hecho, Juncker admitía que no cree que el acuerdo se firme “en los próximos dos años” como estaba previsto.
Las reacciones más duras fueron las de la canciller alemana, Angela Merkel. Tras ofrecer su “estrecha colaboración” al nuevo presidente, marcó sus líneas rojas. Estados Unidos sólo podrá contar con Alemania en base a los “valores compartidos” de “democracia, libertad y respeto al derecho y la dignidad de las personas independientemente de su origen, color de piel, religión, sexo, orientación sexual o posiciones políticas”.
Fuera de la Unión Europea, Estados Unidos es el país con el que el continente tiene su relación más profunda y Merkel estaba visiblemente ofendida por las declaraciones de Trump en campaña, que criticó la política de acogida de refugiados alemana. Admitía que la campaña había estado “marcada por una confrontación a veces difícil de soportar”. Es el único gobierno europeo que, más allá de la corrección política, se ha atrevido a expresar su preocupación. El ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, decía que las relaciones con Estados Unidos serán a partir de ahora “más difíciles” porque el comportamiento de Trump es aún “imprevisible”.
En el Reino Unido la situación es diferente. La especial relación con Estados Unidos lo explica. Trump llamó a la primera ministra, Theresa May, para invitarla a la Casa Blanca por la “larga historia de valores compartidos que une a los dos países”. Tras la victoria del Brexit, el referéndum por el que los británicos decidieron abandonar la Unión Europea el pasado mes de junio, al Reino Unido le interesa más que nunca fortalecer las relaciones comerciales con Estados Unidos.
Para Francia la situación es mucho más complicada. La extrema derecha, liderada por Marine Le Pen, sube en las encuestas y tras la victoria de Trump, muchos asisten con temor a la ruptura de los imposibles para los llamados “partidos radicales”. Su partido, el Frente Nacional, podría ganar la primera vuelta de las presidenciales que se celebrarán el próximo mes de abril.
Le Pen es famosa por alardear de su xenofobia. Entre sus declaraciones, la francesa ha llegado a firmar cosas como “no tenemos miedo a decir que la inmigración sin control ha acrecentado de manera considerable la inseguridad en nuestro país" o que “ya no hay sitio para los inmigrantes en Europa”. Ha sido la única líder europea que ha apoyado la campaña de Trump y ha felicitado con entusiasmo al presidente electo.
El presidente francés, François Hollande, en sus horas más bajas de popularidad, felicitaba con timidez a Trump y advertía de que su país estará vigilante en estos “tiempos de incertidumbre”. "Tenemos que afrontar esta situación y tomar conciencia de las inquietudes que la han provocado, que han llevado a la respuesta del pueblo americano", decía, consciente de que en unos meses, él podría ser Clinton y Le Pen, Trump.
Francia es desde hace un par de años, el epicentro de los ataques terroristas en Europa. Se cumple un año de los atentados yihadistas que acabaron con la vida de 137 personas en París y cinco meses del ataque de Niza en el que un terrorista asesinó a más de 80 personas con un camión en el paseo marítimo. La seguridad se ha convertido en su mayor preocupación y Estados Unidos, a través de la OTAN, es un aliado fundamental. Las declaraciones del magnate multimillonario proponiendo recortar el presupuesto para seguridad en Europa preocupan a toda la Unión, pero especialmente al presidente francés.
El ministro de Asuntos Exteriores de España, Alfonso Dastis, intentaba calmar los temores: "en las luchas electorales se dicen muchas cosas que cuando se está gobernando no se dicen". Reconociendo que algunas de las afirmaciones del presidente electo en campaña “han podido sorprender”, subrayaba que “no es exclusivo de los Estados Unidos” que un candidato se jacte de no ser un político profesional. Las buenas relaciones de España con Estados Unidos, sumadas a un gobierno del partido conservador que siempre apostó por los republicanos –aunque en estas elecciones, de forma más tímida-, permiten al ejecutivo español ser más optimista que otros países.
El primer ministro italiano, Matteo Renzi, se rendía a los resultados electorales y felicitaba a Trump esperando “que la amistad entre Italia y Estados Unidos siga siendo fuerte y sólida”. Arrinconado también por el ascenso de los movimientos populistas en el país, el líder socialdemócrata que se preguntaba retóricamente quién hubiera previsto esta victoria, expresaba su “respeto y deseo de colaboración” con la nueva presidencia.
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