A 55 años de la Crisis de los Misiles Cubanos, la tensión nuclear vuelve a cundir la escena internacional
La intransigencia de Corea del Norte con su programa nuclear y las retaliaciones de Donald Trump, han vuelto a poner en tela de juicio la “tranquilidad” y la…
Los avances científicos de los años 30 hicieron posible el desarrollo de una de las armas de destrucción masiva más importantes en la historia de la humanidad. Su auge político se demostró durante el conflicto de la Guerra Fría, en el que las pruebas de explosiones se sumaban a la carrera tecnológica entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Fue a finales de la década de 1960, cuando se abordó el problema de su proliferación (a través del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares), que ha sido sorteado por las estratagemas políticas entre las grandes potencias.
Hoy en día, la intransigencia de Corea del Norte ante la suspensión de su programa nuclear, ha vuelto a poner sobre el tapete la posibilidad de un nuevo conflicto, en especial después de que el pasado viernes Pyongyang se negara a posibles conversaciones con Washington, declarando que poseer armas nucleares “es un asunto de vida o muerte” para Corea del Norte.
Pero esta no es primera vez que el mundo presencia la antesala de un posible conflicto nuclear.
Hace 55 años, Estados Unidos y la Unión Soviética protagonizaron el riesgo nuclear más grande en la historia del mundo, durante el mes de octubre de 1962, cuando se descubrió la presencia de misiles soviéticos en Cuba.
“La decisión de instalar los cohetes fue una iniciativa soviética para evitar la invasión de Estados Unidos”, afirmó Tomás Díez Acosta – militar retirado y el mayor especialista en la isla sobre la llamada “Crisis de Octubre” – al diario El Clarín.
Fue el 14 de octubre de 1962 cuando un avión espía norteamericano logró sobrevolar territorio cubano, consiguiendo fotografiar rampas de lanzamiento de misiles “con un alcance que les permitía destruir cualquier ciudad de la costa este norteamericana”, desde Miami hasta Nueva York, pasando por Washington.
En medio del conflicto “helado” de espionaje que conllevaba la Guerra Fría, el entonces presidente John F. Kenedy mantuvo el secreto del descubrimiento, con tal de lograr sorprender al enemigo.
“Esas bases no pueden tener otro objetivo que proporcionar capacidad para perpetrar un ataque nuclear contra el hemisferio occidental”, declaró Kenney el 22 de octubre en un discurso a la nación desde el despacho oval.
La antesala a este descubrimiento había estado enmarcada por la propaganda antiamericana de la Revolución Cubana, el fracaso de la invasión a Bahía de los Cochinos por parte del gobierno norteamericano y la intercepción soviética de los planes estadounidenses de invadir la isla (mejor conocido como Operación Mangosta).
Fue por ello que el líder soviético Nikita Jrushchov aprovechó la coyuntura para proponer en La Habana la instalación en Cuba del misil balístico de alcance medio R-12 que, después de varias negociaciones entre ambos bloques socialistas, se llevó a cabo de manera pública para amenazar directamente al gobierno de Kennedy.
Cuando los aviones espías estadounidenses detectaron el alcance de las instalaciones soviéticas, el gobierno de Jrushchov activó la Operación Anádir, con la firme intención de desplegar misiles balísticos de alcance medio, aviones caza, bombarderos y una división de infantería mecanizada en Cuba, para crear una fuerza capaz de prevenir o defender de una invasión a la isla por parte de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
Entre el 17 de junio y el 22 de octubre de 1962, la URSS envió a Cuba 24 plataformas de lanzamiento, 42 cohetes R-12, 45 ojivas nucleares y todo un arsenal de infantería mecanizada y otras unidades militares, disponiendo a manera de complemento cuatro submarinos soviéticos cargados con torpedos nucleares que se dirigieron hacia Cuba para instalar una base naval.
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La inteligencia estadounidense detectó el movimiento y, considerando la breve distancia que separa a la isla de la costa estadounidense (unos 200 kilómetros), el presidente Kennedy decidió establecer una cuarentena y un “cerco naval” alrededor de la isla de Cuba, desplegando barcos y aviones de guerra en el Mar Caribe a partir del 23 de octubre, ejerciendo un auténtico bloqueo aéreo-naval.
Los barcos enviados desde Rusia con el armamento no redujeron velocidad hasta que vieron que se podían establecer negociaciones entre ambos bandos.
Ante la prueba de las instalaciones de misiles balísticos soviéticos de medio rango en la isla de Cuba, la OEA decidió imponer sanciones al gobierno cubano y autorizó de manera diplomática la cuarentena estadounidense.
Según recuerda El Clarín, “durante una semana se vivieron los momentos más tensos de la Guerra Fría”, en especial ante la lucha de poder de ambas naciones. El 27 de octubre un avión espía estadounidense U-2 fue abatido sobre Cuba, aumentando la tensión a niveles críticos.
Pero finalmente, y como suele suceder en todo conflicto, tanto Kennedy como la URSS negociaron a espaldas de Cuba un acuerdo, en el que Moscú retiraría los cohetes cubanos y Estados Unidos retiraría sus misiles en Italia y Turquía, como quienes bajan el cañón de un arma de la sien de su oponente.
55 años después Estados Unidos vuelve a enfrascarse con un pequeño país amparado por Rusia en un conflicto nuclear. Esta vez, Moscú ha insistido en ser mediador, pero habrá que esperar a que Vladimir Putin muestre sus cartas, como alguna vez lo hiciera su predecesor histórico, Jrushchov, demostrando que el conflicto frío nunca llegó realmente a su fin.
¿Cuál será el acuerdo final al que podrán llegar Estados Unidos y Corea del Norte esta vez? ¿Volveremos a vivir una Crisis de los Misiles?
Las amenazas de ambos países no son alentadoras, sobre todo cuando insisten en “responder fuego con fuego”.
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