Una cosa es que la oposición crea que mientes o que la mayoría del país no confíe en lo que dices, pero si tus abogados temen por tu conducta frente a un abogado especial que te investiga, entonces quizás no seas muy honesto después de todo.

El New York Times reportó el pasado lunes que los abogados del presidente Trump “le han recomendado no sentarse a una amplia entrevista con el abogado especial Robert S. Mueller III”, de acuerdo a cuatro personas cercanas al asunto.

La preocupación principal de sus asesores legales es la de la incapacidad del mandatario de tener un hilo discursivo coherente como se evidencia en su historial de contradicciones en público y a través de las redes sociales.

Si el presidente cayera de nuevo en estos errores, existe el riesgo de que pudiera ser hallado culpable de mentir a los investigadores.

Sin embargo, Trump ha declarado estar dispuesto a entrevistarse con Mueller para probar que no hubo ningún tipo de coalición entre su campaña y Moscú, y él es un tipo de palabra.

Además, de esta manera Trump estaría demostrando que “se toma en serio su responsabilidad constitucional de hacer cumplir la ley fielmente”, como explicó Neak K. Katyal, fiscal general interino durante la administración Obama.

Pero los temores de sus allegados pesan más.

Por ejemplo, para Newt Gingrich, ex vocero de la Cámara y asesor informal del presidente, “la idea de poner a Trump en una sala con cinco o seis abogados curtidos y muy inteligentes, dispuestos todos a engañarle y enredarle, sería una muy mala idea”, como dijo en una entrevista con Fox and Friends.

Ahora nos preguntamos nosotros, ¿No debería estar preparado para eso (y más) un hombre que ha llegado a ser presidente de Estados Unidos? ¿Estaba implicando Gingrich que Trump no es lo suficientemente inteligente?

En caso tal de que el presidente siguiera la recomendación de sus asesores y se negara a entrevistarse con Mueller, éste tendría aún el recurso de emitir una orden de citación, aunque no sabemos si su investigación esté lista para acelerar el último kilómetro en la Corte Suprema.

Pero una cosa es cierta, y es que el único en conocer la verdadera naturaleza del llamado Russiagate es el mismo Mueller. Para Samuel W. Buell y Lisa Kern Griffin, la dicotomía entre la investigación que se ha hecho pública gracias a los medios y a la campaña de descrédito de Trump y sus aliados, y la verdadera investigación que “se mantiene opaca ante nosotros” gracias al impecable comportamiento de la oficina del abogado especial, no nos permite sino elucubrar sobre lo que realmente podría pasar.

Sin embargo, la preocupación de los abogados del presidente es un signo suficientemente fuerte como para creer que aquí hay gato escondido.