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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), durante la reunión en el Palacio de la Moncloa con el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko , en su primer acto oficial tras la toma de posesión de su cargo este sábado. EFE/Ballesteros
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), durante la reunión en el Palacio de la Moncloa con el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko , en su primer acto oficial tras la toma de posesión de su cargo este sábado. EFE/Ballesteros

Nuevo presidente, nuevos retos

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El sud de Europa ha empezado la semana con viejos y nuevos retos. Mientras en el Mediterráneo, decenas de inmigrantes fallecían ahogados este fin de semana al intentar dar el salto de África al continente europeo al volcar sus lanchas precarias, en Italia se terminaba de consolidar un nuevo gobierno de coalición entre los populistas Movimiento Cinco Estrellas y la Liga, un partido anti-inmigración. Y en España, después de la victoria de la moción de censura presentada el pasado jueves por el partido de la oposición contra el gobierno conservador de Mariano Rajoy por un escándalo de corrupción en su partido, el socialista Pedro Sánchez inaugura esta semana su mandato como presidente, sin haber tenido mucho tiempo para plantearse su nuevo cargo.

Y la herencia que le llega de manos de Rajoy y el Partido Popular, la fuerza que gobernaba hasta la semana pasada, en minoría, junto a Ciudadanos, un partido de corte neoliberal creado hace pocos años por el joven abogado de Barcelona Albert Rivera, es bastante espinosa.

En primer lugar, Sánchez deberá lidiar con el conflicto catalán.

Para lograr la victoria de la moción de censura presentada en el Congreso la semana pasada, Sánchez contó con los votos de los partidos nacionalistas catalanes, que ahora le piden que abra el diálogo al que Rajoy se opuso en todo momento.

El conflicto separatista catalán empezó a agravarse seriamente en septiembre de 2016, después de que el parlamento de Catalunya, controlado por mayoría por una coalición de partidos independentistas, aprobara dos leyes que según la Justicia española eran inconstitucionales:  una ley para convocar un referéndum sobre la independencia el 1 de octubre y otra ley para preparar la salida de España en caso de que ganara el sí.

A pesar de ser “inconstitucionales”, el gobierno catalán convocó el referéndum, que no pudo realizarse en las condiciones adecuadas porque el gobierno de Rajoy tomó medidas para impedirlo (entre ellas, enviar a patrullas antidisturbio de la policía nacional a desalojar colegios electorales, creando polémicas escenas de brutalidad policial contra votantes indefensos armados con papeletas).

Desde el referéndum del 1-0, el conflicto Catalunya-Madrid fue escalando: con el respaldo de miles de manifestantes en la calle cada día, el presidente catalán de entonces, Carles Puigdemont, ante la falta de voluntad de diálogo por parte de Madrid, decidió llevar a cabo una declaración unilateral de independencia. A los pocos días, el gobierno de Rajoy, con el apoyo del partido socialista de Sánchez y de Ciudadanos, aprobaronen el Senado la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que permite anular todos los poderes autonómicos de una región española en caso de que su gobierno no respete la Constitución.

A más a más, los miembros del gobierno catalán de entonces fueron acusados por la Fiscalía de rebelión, un delito que puede ser condenado con más de 30 años de cárcel. Para evitar ser detenidos, diversos miembros del gobierno catalán, incluido el entonces presidente Carles Puigdemont, huyeron a Bruselas y hoy siguen “exiliados” en Europa. El resto está en la cárcel, cumpliendo prisión preventiva y a la espera de un juicio. También ha sido encarcelados dos líderes independentistas de plataformas civiles, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, conocidos como “los Jordis”.

Tras la aplicación del artículo 155 fueron convocadas en Catalunya elecciones anticipadas, en las que volvieron a ganar los independentistas por mayoría simple. El nuevo presidente catalán, Quim Torra, que tomó posesión de su título hace apenas unas semanas, ha instado a Pedro Sánchez a reabrir la puerta del diálogo.

“El azar ha querido hacer coincidir en el tiempo la caída de Rajoy y la constitución del Govern. Y dos políticos que no contaban para nada, tienen hoy una oportunidad de hacer historia si son hábiles y saben hacer justamente lo que no supieron hacer sus antecesores”, escribe el analista Jordi Juan en el periódico barcelonés La Vanguardia.

No será nada fácil para Sánchez, teniendo en cuenta que no tiene todo el respaldo de su partido para abrir el diálogo con Catalunya, ni mucho menos del Partido Popular y de Ciudadanos, que son nacionalistas españoles. “Cualquier acuerdo en Catalunya será vendido como de alta traición a la nación española”, alerta el analista de La Vanguardia.

Pero hay luz al final del túnel, por muy pequeña que sea.