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Médicos italianos: "Somos como soldados en el frente sin armas". Fuente: Getty.
Médicos italianos: "Somos como soldados en el frente sin armas". Fuente: Getty.

¿Cómo se sobrevive en las primeras líneas de una epidemia?

La Comunidad de Trabajadores de la Salud se están llevando el peor trozo de la Pandemia.

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Los últimos tres meses parecen haberse transformado en décadas después de que la enfermedad infecciosa causada por el COVID-19, también conocida como Síndrome Respiratorio Agudo Severo 2 (SARS-CoV-2) o Coronavirus, se propagara por más de 200 países.

Reportado inicialmente en diciembre del 2019 en la capital de la provincia china de Hubei, Wuhan, este agresivo virus ha cobrado la vida de más de 130.000 personas en todo el mundo, y los números aumentan cada segundo.

Siendo una lucha épica para los sistemas sanitarios mundiales, los soldados en la primera línea del campo de batalla han sido los médicos, enfermeras y voluntarios en los centros de salud.

AL DÍA ha contactado a varios médicos en España, Estados Unidos y Colombia, para compartir el panorama que es frecuentemente pasado por alto, en parte porque, en sus palabras, es sencillamente inimaginable.

Desde el Epicentro

Mientras en España la clase política no movió ficha con el avance del virus en Italia, los sanitarios empezaron a prepararse para evitar el colapso de enfermos en los hospitales días antes de que el presidente Pedro Sánchez declarase el estado de alarma en el país, el pasado 14 de marzo. Sobre todo los médicos madrileños, ciudad epicentro de esta cruel pandemia con más de 49.526 casos confirmados de Covid-19 y 6.726 fallecidos -según datos del 15 de abril-. 

La doctora Sandra García Botella, cirujana general del aparato digestivo en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid y creadora de la campaña #Quedateencasa, la primera iniciativa para el confinamiento solidario en el país, vio venir el colapso y actuó antes que los políticos: “Alerté al doctor Salvador Morrales, cirujano de Sevilla, y organizamos a los cirujanos para que el caos hospitalario de Madrid no pasase en el resto de España”, dice García Botella, que trabaja junto con otros cirujanos en documentos de actuación médica para encarar la crisis que ya ha solicitado el American College of Science. 

Para la doctora, la falta de previsión y recursos han sido los principales problemas: “No hay equipos, te mandan al frente sin un fusil y las enfermeras y auxiliares se están llevando la peor parte”, sostiene. “Llama mucho la atención que seamos el país con más sanitarios infectados, pero no vamos a abandonar a nuestros pacientes”. También asegura que la situación no habría sido tan caótica con más equipos de protección y haciendo test a todos los ciudadanos, pero el confinamiento “sí se está notando”.

Si bien advierte que la situación en los hospitales está siendo muy dura y que los sanitarios padecerán secuelas postraumáticas -”una de mis enfermeras rompió a llorar en las escaleras. Se te parte el alma; el paciente está solo, muere solo y se entierra solo, mientras su familia espera angustiada en casa una llamada-, también recalca la gran solidaridad entre los profesionales médicos: “Soy cirujano, pero si tengo que lavar pacientes, lo hago. Hay médicos residentes de último año que están haciendo muchísimas horas para que otros de más edad no se expongan, y el gobierno no ha querido concederles el título para seguir pagándoles menos”, afirma Sandra, y agrega: “Nos estamos organizando a pesar de los políticos y nos maltratan de esta manera”.

Pese a todo, la cirujana española es optimista: “Al Covid-19 se le va a ganar la batalla dando la cara, que es lo que he echado de menos en este gobierno”, concluye. 

Epidemia en suelo Americano

El nuevo coronavirus no es el primer contacto de la Dr. Arabia Mollette con un virus de tipo pandémico. Cuando era estudiante de intercambio en Cuba, en la Escuela Latinoamericana de Medicina, ella y sus compañeros se enfrentaron al dengue.

Ahora, como médico de urgencias en el Bronx, Nueva York, Mollette está jugando otro papel en la batalla contra COVID-19.

Cuando AL DÍA entrevistó a la Dr. Mollette, Europa todavía era el epicentro del virus, pero en la semana transcurrida desde entonces, los EE.UU. se han adelantado mucho al resto del mundo en el recuento de casos.

"Si no actuamos rápidamente, seremos Italia", dijo en ese momento.

Ahora, ciudades como Nueva York son el centro de la lucha de EE.UU. contra el COVID-19.

En las salas de emergencia de la ciudad, la escena es caótica. Hospitales llenos, suministros cada vez más escasos y doctores abrumados son sólo algunas de las circunstancias descritas por Mollette, quien admite su "frustración" por la respuesta del gobierno federal al COVID-19.

"El gobierno falló", dijo. "Lo sabíamos desde noviembre y no lo tomamos en serio".

Lo que una vez fue una llamada de advertencia se ha convertido en una escasez crónica de suministros médicos esenciales en todo el país.

Los hospitales en los que opera esta doctora han tenido que rechazar hacer pruebas a pacientes o ingresarlos a menos que estén seriamente enfermos o tengan síntomas claros.

Eso es difícil en una sala de urgencias.

"Tengo que prepararme para todo", agregó.

Sin embargo, la doctora dijo que la responsabilidad está también en manos de la gente.

"Todo el mundo está en primera línea", dijo.

Los ciudadanos tienen el deber de seguir las reglas establecidas respecto al COVID-19, que varían a lo largo del país pero que incluyen permanecer en casa y mantener la distancia social.

"Podemos hacerlo mejor", dijo Mollette.

Inicialmente, los más jóvenes se consideraron menos susceptibles a los graves síntomas del virus, pero un estudio de los CDC encontró que en los primeros casos de EE.UU., una de cada cinco hospitalizaciones a causa de COVID-19 fue de alguien entre 22 y 44 años.

En cuanto al pánico, Mollette lo entiende, pero insta a la gente a "quedarse en casa".

¿Una nueva normalidad?

Fredy y Camilo Rodríguez son padre e hijo, enfermero uno y médico general el otro, que trabajan en el Hospital de Kennedy, en Bogotá, uno de los más importantes de la red hospitalaria de la capital de Colombia. 

El primer caso de COVID–19 se reportó en Colombia el 6 de marzo y una semana más tarde ya veían cambios en el servicio de urgencias. En Colombia es usual tener que esperar durante meses para conseguir una cita médica de rutina, así que con frecuencia el servicio de urgencias se llena de personas que no lo necesitan. Desde la llegada del COVID–19 a Colombia, la asistencia a urgencias se ha reducido exclusivamente a urgencias vitales porque la gente tiene miedo de contagiarse. 

Esto, más la reducción en incidentes de tránsito y violencia con armas, y la implementación de medios virtuales de consulta, ha ayudado a descargar el sistema. 

Sin embargo, pese a que de momento la capacidad del sistema de salud ha resistido bien, ambos ven el futuro con preocupación. Consideran que si bien la cuarentena ha ayudado, el gobierno nacional tardó mucho en imponerla y cerrar fronteras, además de que los extranjeros que llegaron al país a inicios de marzo no siguieron la cuarentena que les solicitaron y tampoco les hicieron seguimiento. 

Otro problema adicional es que en las zonas más pobres de la ciudad la cuarentena no se está cumpliendo. “Las medidas que se tienen que tomar son más severas porque la curva en Colombia aún no ha llegado a su pico”, dice Camilo. “La gente aún no ha empezado a ver que esto es real y cuando sus conocidos empiecen a enfermar va a ser muy tarde”, concluye Fredy.

Les preocupa la escasez de material de bioseguridad, que está llevando a mucho personal de salud a renunciar por miedo al contagio. También comentan que aún no ha llegado ningún ventilador adicional al hospital en que trabajan, y la mayor dificultad de todas son las pruebas.

“En términos de exámenes estamos muy atrasados, con miles de pruebas represadas porque no hay la capacidad técnica ni humana para procesarlas. Estamos muy lejos de una cifra real de contagios”, comenta Camilo con preocupación. 

A Fredy lo que más le entristece es que el personal de salud siente el rechazo de parte de la población. “Hay gente a la que no la están dejando entrar a donde vive. No están consiguiendo transporte: hay trabajadores de la salud que no logran llegar a trabajar o no consiguen cómo regresar a casa porque los taxis y buses no paran. La gente debería entender que somos las personas más capacitadas y precavidas que hay para evitar que se contagien por nosotros”, dice Fredy, con la esperanza de que este comportamiento cambie