El racismo del Presidente: de la fanfarronería a la propaganda política
Trump olvida la importancia histórica de la propaganda racista y ataca directamente al Reino Unido.
No hay nada más peligroso en la política que las omisiones históricas, y el presidente Trump es constante en estos errores.
Pero esta vez sus comportamientos inadecuados pisaron territorio extranjero, cuando compartió a través de Twitter tres vídeos provocadores publicados por una cuenta de extrema derecha británica y que mostraban propaganda anti-musulmana.
Los vídeos fueron publicados en principio por Jayda Fransen, la dirigente de Britain First, un grupo político ultra nacionalista y de extrema derecha, en el que se mostraban a musulmanes atacando a personas y rompiendo íconos cristianos, según reportó CNN.
El presidente estadounidense no midió el alcance de su perfil mediático – cuando cuenta con alrededor de 44 millones de seguidores en Twitter – y procedió a emitir un gesto aprobatorio, compartiendo los vídeos.
Las reacciones fueron inmediatas, y gran parte de los ciudadanos ingleses se sintieron ofendidos, no sólo por la intromisión de un mandatario extranjero en asuntos internos sino por la abierta confirmación de las posturas racistas del presidente estadounidense.
Los medios nacionales británicos más importantes condenaron las acciones de Trump, y la Primer Ministro Theresa May emitió declaraciones frente a los medios asegurando que, si bien ambos países están de acuerdo en trabajar en conjunto, “no dudaremos en decir claramente cuando alguno se equivoca”, sentenció May. “Y lo diré claramente, el retweet de Britain First estuvo mal hecho”.
La mandataria británica quiso aclarar el tipo de relación entre ambos países, haciendo énfasis diplomático en las fronteras de la colaboración bilateral, asegurando que “esta es una relación especial de larga data y permanente porque contempla los intereses de ambas naciones”. Asimismo aseguró que la invitación ofrecida al presidente estadounidense de visitar Inglaterra sigue en pie y que ya había sido aceptada por la Casa Blanca.
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Por su parte, Trump se defendió en Twitter instando a May a “preocuparse por el Terrorismo Islámico Radical que está ocurriendo en el Reino Unido”.
Pero la opinión pública en el país europeo ha dejado claro que los comentarios incendiarios de grupos como Britain First no representan las posturas nacionales, sino que instigan “la división de las comunidades a través de sus narrativas llenas de odio”.
“El pueblo británico rechaza fuertemente esta retórica prejuiciosa de la extrema derecha, que es la antítesis de los valores que representan a este país: la decencia, la tolerancia y el respeto”, dijo un vocero de la Primer Ministro.
La historia inglesa con la inmigración tiene muchísimos más años de lo que el presidente estadounidense recuerda, y la integración de los extranjeros en el Reino Unido ha sido un proceso lento y exitoso. Tan sólo hace falta ver el alcance de personajes políticos con origen inmigrante como Sajid Javid – miembro del gobierno conservador de May – y el primer alcalde musulmán de Londres, Sadiq Kahn, quienes aseguraron que el presidente estadounidense se equivoca al apoyar “las perspectivas viles y llenas de odio de una organización” que rechaza a los inmigrantes y que su invitación al país debería ser “revocada”.
Pero la gravedad de los retweets del presidente recae puntualmente en la importancia histórica de la propaganda política.
¿Quién no recuerda el éxito de Joseph Goebbels en la campaña Alemana entre 1933 y 1945? ¿O la campaña racial en Estados Unidos después de Pearl Harbour en diciembre de 1941?
En aquella época eran los hebreos y los japoneses quienes sufrían la estigmatización de los medios de comunicación. Setenta años después, son los musulmanes quienes se ven representados de manera radical y ofensiva a través de las redes sociales, la nueva plataforma de propaganda mundial.
¿Acaso la distancia entre Roosevelt y Trump ha sido en vano?
El riesgo de desacreditar el poder de las imágenes en la política y utilizarlas inconscientemente, podría cambiar radicalmente el curso de la historia.
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