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Fotografía de archivo del 13 de enero de 2017 que muestra al secretario del personal de la Casa Blanca, Rob Porter, mientras sale de la oficina del Ejecutivo de Eisenhower en el complejo de la Casa Blanca, en Washington (Estados Unidos). EFE/ Michael Reynolds
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Cuando las personas se preguntan por qué el fenómeno de #MeToo, #TIMESUP y la revolución femenina contra el acoso y el abuso han surgido en medio de esta administración, algunos respondemos que no tiene nada de arbitrario.

El presidente Trump ha sido un hombre conocido por su voracidad y agresividad hacia el sexo opuesto y por la misoginia que desprende su carácter, incluso desde antes de que el famoso audio con Billy Bush se filtrara durante la campaña del 2016.

Tan sólo hace falta recordar su famosa entrevista con la New York Magazine en 1992 cuando aseguró que “(a las mujeres) tienes que tratarlas como una mierda”.

Y como cada administración termina pareciéndose a su líder, no era de extrañar que la ola de reivindicación feminista alcanzara también a la Casa Blanca.

Durante la semana pasada, uno de los asesores más cercanos al presidente y secretario de personal, Rob Porter, entregó su carta de renuncia tras hacerse públicas varias denuncias de violencia conyugal por parte de sus ex parejas.

Según un amplio reportaje publicado por el diario The Intercept, Porter habría golpeado a sus ex esposas, demostrando un patrón recurrente de conducta que no le impidió al FBI otorgarle la habilitación de seguridad al incorporarse a la Casa Blanca, donde se transformó en “una figura poderosa” y en una muralla para las filtraciones, según los análisis de Politico.

Como era de esperar, Porter negó las acusaciones llamándoles “difamatorias y sencillamente falsas” a pesar de haber entregado su renuncia sin una fecha definitiva de abandono de cargo.

Pero ha sido la respuesta de la Casa Blanca lo que ha dejado a muchos de piedra, cuando se ha puesto del lado del agresor, aún cuando existe suficiente evidencia de que su conducta fue menos que apropiada.

“Rob Porter es un hombre de verdadera integridad y honor y no puedo decir suficientes cosas buenas de él”, dijo el jefe de personal John Kelly. Por su parte, la vocera Sarah Huckabee Sanders aseguró haber trabajado directamente con Porter todos los días durante un año y le calificó de “una persona con la más alta integridad y un carácter ejemplar”.

Para el presidente, la partida de Porter es lamentable, pues “hizo un muy buen trabajo” en la Casa Blanca. “Obviamente, es un momento difícil para él”, aseguró frente a los medios.

Sin embargo, las acusaciones no tardaron en surgir contra otro integrante del personal del presidente. Tan sólo días después de la noticia de Porter, David Sorensen, escritor de discursos de la Casa Blanca, renunció después de que su ex esposa asegurara que fue violento y abusivo verbalmente durante su matrimonio de dos años.

Esta vez el presidente Trump fue más allá al escribir en Twitter “las vidas de las personas están siendo destruidas por una simple alegación. Algunas ciertas y otras falsas. Algunas viejas y otras nuevas. Nadie se recupera de haber sido acusado falsamente, la vida y la carrera desaparecen. ¿Es que acaso ya no existe el llamado Proceso Debido?”

Para Jennifer Willoughby, una de las ex parejas de Porter, la respuesta del presidente era esperable pues no representa precisamente “un modelo de bondad y perdón”, según escribió en una columna para la revista Time el día domingo. “La verdad existe, la quiera aceptar el presidente o no”, sentenció.