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Foto de archivo del exjefe de campaña electoral del presidente de EE.UU., Donald Trump, Paul Manafort, en Washington DC, el pasado 14 de febrero de 2018. Manafort compartió datos de los sondeos de la campaña de 2016 con Konstantin Kilimnik, un ruso que el FBI considera vinculado con la inteligencia de Moscú, según un expediente judicial divulgado por medios estadounidenses, el 9 de enero de 2019. EFE/ Shawn Thew
Foto de archivo del exjefe de campaña electoral del presidente de EE.UU., Donald Trump, Paul Manafort, en Washington DC, el pasado 14 de febrero de 2018. Manafort compartió datos de los sondeos de la campaña de 2016 con Konstantin Kilimnik, un ruso que…

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Nuevamente, el fenómeno de pan y circo en Estados Unidos parece ser inútil.

Mientras el país esperaba la primera alocución televisada del presidente Donald Trump – bien fuera para boicotearla, para celebrarla o sencillamente para contar las inexactitudes de su discurso – el New York Times publicaba la última y más tajante prueba de colusión entre la campaña Trump del 2016 y Moscú.

Durante su labor como principal funcionario de la campaña del presidente Trump, Paul Manafort “compartió los datos de encuestas políticas con un socio comercial vinculado a la inteligencia rusa”, explicó el Times citando documentos presentados ante un tribunal el día martes.

Si bien esto podría sonar como otro dato más en la infinidad de información que se maneja en torno a la investigación del abogado especial Robert Mueller, el documento es prueba irrefutable de colusión.

Para entenderlo, hay que seguir de cerca la trayectoria de Manafort como abogado, consultor y asesor político que diseñó un modelo de empresa a través del cabildeo profesional en Washington, y que replicó posteriormente en gobiernos extranjeros, con especial predilección por regímenes autoritarios.

Pero fue su “obra maestra” en Ucrania lo que le llevaría, de una manera u otra, a incorporarse a la Campaña Trump en el 2016.

Su trabajo como asesor en la campaña presidencial de Viktor Yanukovych en Ucrania entre diciembre del 2004 y febrero del 2010 no sólo le posicionó como el número uno en campañas políticas, sino en una herramienta fundamental para oligarcas rusos con relaciones muy próximas a Vladimir Putin en Rusia.

Tras la revolución popular que exilió a Yanukovych en Moscú, Manafort no sólo se quedó sin trabajo sino con una deuda multimillonaria con Oleg Deripaska, personaje influyente en Rusia y con quien habría desarrollado contratos de hasta 10 millones de dólares al año para “promover los intereses rusos en políticas, empresas y cobertura mediática en Europa y Estados Unidos”.

La mejor manera de saldar su deuda surgió cuando Donald Trump se posicionaba como favorito en las primarias Republicanas estadounidenses.

Manafort transformaría su involucramiento en la campaña Trump en la moneda de pago para Deripaska.

¿Cuál es la evidencia?

En un documento introducido por los abogados de Manafort – quien enfrenta 12 cargos por lavado de dinero, evasión fiscal, entre otros – para impugnar la acusación de su cliente por haber mentido al FBI durante la investigación de Mueller, los defensores olvidaron censurar algunas partes a las que tuvieron acceso los medios.

Estos fragmentos revelaron que, durante y después de su gestión en la Campaña Trump, Manafort compartió información delicada sobre las encuestas de aprobación del entonces candidato Trump con Deipaska, quien les haría llegar directamente a las agencias de inteligencia de Moscú para afinar los ataques cibernéticos que dieron finalmente la victoria a su campaña.

Aunque la investigación de Mueller ya ha dejado en claro la inferencia rusa en los comicios, no existía hasta este momento un link explícito entre la campaña y Moscú.

Los documentos publicados por el Times llenan ese vacío.

Ahora bien, nada de lo expuesto hasta ahora indica que Trump estuviera al tanto o participara activamente de la transferencia de información o de la coordinación entre funcionarios de su campaña y Rusia para acuerdos post-inaugurales, como el levantamiento de sanciones a Rusia, por ejemplo.

Pero los descubrimientos de último momento determinan que “de marzo a agosto de 2016, cuando Manafort trabajaba para la campaña de Trump, Rusia participó en una plena operación utilizando redes sociales, correos electrónicos robados y otras tácticas para impulsar a Trump a atacar a Clinton y jugar sobre temas divisionistas como la raza y las armas”, concluye el Times. “Los datos de la encuesta posiblemente podrían haber ayudado a Rusia a perfeccionar esos mensajes y audiencias objetivo para ayudar a enviar votos a Trump”.

Esta es la definición contemporánea más transparente de “traición”.