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Raúl Castro se atrinchera

El enemigo de Cuba tiene ahora dos cabezas: la Unión Europea compite y se intercambia los papeles con EE.UU. en los “feroces ataques y manipuladoras campanas…

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El líder cubano señala a la Unión Europea UE como enemigo al mismo nivel que EE.UU.

DESAFÍO DESDE EL BUNKER “Mejor desaparecer que rendirse a los que buscan nuestro fin”, dice Castro a la UE

SI Fariñas MUERE... “Solo el y quienes lo patrocinan serán responsables, y Cuba no cederá al chantaje”

El enemigo de Cuba tiene ahora dos cabezas: la Unión Europea compite y se intercambia los papeles con EE.UU. en los “feroces ataques y manipuladoras campanas mediáticas” que buscan destruir la revolución. Incluso cargo más las tintas contra el club comunitario al referirse a la reacción internacional ante la muerte del preso político Orlando Zapata y la huelga de hambre del disidente Guillermo Fariñas.

Con un lenguaje de bunker y guerra fría, el mandatario asumió los postulados de la línea dura del aparato cubano frente a las criticas de Washington y la UE por el caso Zapata y sus secuelas.

Castro repitió que tanto Zapata como Fariñas, cuyos nombres no cito, eran delincuentes comunes. Del primero, fallecido el 23 de febrero tras 86 días de ayuno, afirmo que cumplía condena por 14 delitos ajenos a la política; que fue ascendido a disidente “por obra y gracia de la mentira repetida y el afán de recibir apoyo económico del exterior”; y que su muerte “se ha manipulado con cinismo y desfachatez”.

A Fariñas, en huelga de hambre y sed desde hace 42 días, lo describió como “una persona en libertad que cumplió sanción por agredir y lesionar a la directora de un hospital y a una persona anciana de casi 70 años a quien hubo que extirpar el bazo”. Añadió que, igual que con Zapata, los médicos hacen lo posible por salvar la vida de Fariñas. Pero aviso: “Si no modifica su actitud autodestructiva, el y sus patrocinadores serán responsables del desenlace, que tampoco deseamos”. En respuesta, Fariñas pidió a España y al mundo que denuncien su “inminente asesinato” ante el Consejo de Seguridad de la ONU.

Castro planteó como una agresión bélica la que llamo “descomunal campana de descrédito contra Cuba dirigida y financiada desde los centros del poder imperial en EE.UU. y Europa”. Y equiparó la resistencia ante esos ataques a la que el país opuso contra los españoles en la guerra de independencia, contra Batista, los “yanquis y mercenarios” en Playa Girón y frente a EE.UU. en la crisis de octubre de 1962.

Castro se despachó especialmente con Europa por la actitud “hipócrita y de doble rasero” que en su opinión mantiene al emprenderla con Cuba mientras “guarda silencio” sobre las torturas en Guantánamo, dispara a sus propios manifestantes y “maltrata” a los inmigrantes. También acusó a la UE de apuntalar el asedio de EE.UU. y su bloqueo mediante una “ultrajante” posición común de “condiciones inaceptables” a la cooperación normalizada (pluripartidismo, economía abierta y mejora en derechos humanos).

La embestida contra la UE puede verse como un contraataque furioso, pero el escenario no es tan simple. Castro sabe que, de momento, el club europeo dispara con balas de fogueo. La pólvora la administran unos socios que, individualmente, siguen haciendo negocios con la isla y mantienen relaciones diplomáticas en general normales y a veces muy buenas; con flagrantes incumplimientos de la posición común en lo relativo a unos contactos con la disidencia teóricamente obligatorios pero que en muchas ocasiones se obvian o minimizan para no molestar al Gobierno.

Así que, a diferencia de EE.UU. y su poderosa herramienta de un embargo que puede regularse a placer, el enemigo europeo es relativamente cómodo. Esta dividido y su armamento es por ahora limitado. Sin estar descartado que el ruido de las criticas y recientes condenas como las de la Eurocámara se transformen en disparos de verdad a través de sanciones o medidas de aislamiento, lo que si están logrando las instituciones y los medios europeos es deteriorar la imagen del castrismo. Cuba esta perdiendo la batalla en un campo, el de la propaganda, que solía dominar.

En cuanto a la grave situación financiera y económica del país, Castro reiteró su receta de anteriores discursos: autocrítica ante la ineficiencia, las trabas de la burocracia y el aumento de la corrupción; exigencia de ahorro y trabajo, y largas a los que claman por rápidos cambios, porque el reto es “muy complejo y no permite improvisaciones ni apresuramientos”. Y que la guerra entretenga la espera.